Historia Contemporánea, 2022, 69, 357-398 https://doi.org/10.1387/hc.22966
HC
ISSN 1130-2402 – eISSN 2340-0277
ESPAÑOL: FORMAS DE MOVILIZACIÓN Y SOCIALIZACIÓN
POLÍTICA (1917-1936)
MEN AND WOMEN IN SPANISH FEDERAL REPUBLICANISM: MOBILIZATION AND POLITICAL SOCIALIZATION (1917-1936)
Sergio Sánchez Collantes*Universidad de Burgos
RESUMEN: La federal era la ica facci del republicanismo histico que sobrevivial siglo XIX. Tras la muerte en 1901 de su dirigente más carismático, Pi y Margall, que resultinsustituible, el partido mantuvo su denominaci, su estructura organizativa, parte significativa de sus bases y unas aspiraciones casi inalterables. Todavía en la Segunda Replica, hubo en las Cortes algunos diputados federales y muchos concejales en determinados ayuntamientos. Dicha proyecci institucional no se abordará en este trabajo, cuyo objetivo es analizar la socializaci y movilizaci política de los federales (hombres y mujeres) entre 1917 y 1936, prestando especial atenci a ciertas prácticas sociales, formas de sociabilidad y otros mecanismos que, más allá de las estructuras orgánicas mejor conocidas —comités, prensa…—, les permitieron seguir ocupando una cuota apreciable de la opini republicana. Entre otras fuentes, se ha recurrido a los fondos hemerográficos, libros de memorias, folletos de época y documentaci interna de las propias organizaciones federales.
PALABRAS CLAVE: Republicanismo federal; Mujeres y política; Sociabilidad; Socializaci política; Segunda Replica Espala.
ABSTRACT: The federal was the only faction of historic republicanism that survived the 19th century. After the death in 1901 of its most charismatic leader, Pi y Margall, who proved irreplaceable, the party maintained its name, its organizational structure, a significant part of its bases and almost unalterable aspirations. Still in the Second Republic, there were some federal deputies in Parliament and many councilors in certain city councils. This institutional projection will not be studied in this work, whose objective is to analyze the socialization and political mobilization of the federals (men and women) between 1917 and 1936, paying special attention to social practices, forms of sociability and other mechanisms that, beyond the better known organic structures —committees, press…—, they allowed them to continue occupying an appreciable quota of the republican opinion. Among other sources, we have used newspaper archives, memoirs, political brochures and internal documentation of the federal organizations themselves.
KEYWORDS: Federal Republicanism; Women and politics; Sociability; Political socialization; Second Spanish Republic.
* Correspondencia a / Corresponding author: Sergio Sánchez Collantes. Universidad de Burgos. Facultad de Humanidades y Comunicaci. Departamento de Historia, Geografía y Comunicaci. Paseo de los Comendadores, s/n (09001 Burgos) – sscollantes@ubu.es – https://orcid.org/0000-0003-3988-9639
Co citar / How to cite: Sánchez Collantes, Sergio (2022). «Hombres y mujeres en el republicanismo federal espal: formas de movilizaci y socializaci política (1917-1936)», Historia Contemporánea, 69, 357-398. (https://doi.org/10.1387/hc.22966).
Recibido: 5 julio, 2021; aceptado: 22 marzo, 2022. ISSN 1130-2402 - eISSN 2340-0277 / © 2022 Historia Contemporánea (UPV/EHU)
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Al terminar la guerra civil espala, hubo quienes recordaban a los republicanos federales como «unas estantiguas», «cuatro gatos vetustos, incapaces para toda acci fecunda»1. Sin esa carga peyorativa, en los as treinta muchos veían su agrupaci como «el abuelo de todos los partidos republicanos espales»2. Y, en efecto, se trata de los icos supervivientes de las familias del republicanismo histico que mantenían sus estructuras y denominaci tradicional, e incluso cierta capacidad de movilizaci en determinados lugares, consiguiendo adaptarse muy desigual-mente a la política de masas característica del primer tercio del siglo XX. Los particulares simulacros constituyentes que impulsaron desde 1882 representaron un revulsivo movilizador absolutamente original entre sus bases, que participaron mediante representantes en el proceso de discusi y aprobaci de varios proyectos de constituci regionales3. A la altura de la Gran Guerra, en cualquier caso, saltaba a la vista que los republicanos federales habían vivido épocas mejores.
El propito de este artículo es analizar las principales formas de socializaci y movilizaci política que se dieron en el republicanismo federal entre la crisis de 1917 y 1936, para dilucidar algunos de los factores que, más allá de la prensa y otros medios conocidos, ayuden a entender la supervivencia —por menguada que resultase— de una facci republicana característicamente decimonnica. Se prestará especial atencin a algunas prácticas sociales, formas de sociabilidad y otros mecanismos de captaci que, incluyendo también a las mujeres, contribuyeron a que un sector estimable de la opini republicana siguiera adscrito a una bandera que muchos consideraban propia de tiempos pasados, cuando los demás republicanismos histicos —al menos sus denominaciones— ya habían desaparecido. Para alcanzar ese objetivo, junto con la preceptiva revisi bibliográfica, se ha recurrido sobre todo a fuentes hemerográficas, diversas publicaciones de época, algunas memorias y una muestra de documentaci interna generada por las propias organizaciones federales.
Debe quedar claro, por lo demás, que no es objeto de este artículo reconstruir la trayectoria organizativa del Partido Federal, con las controversias doctrinales y escisiones operadas tras la muerte de Pi y Margall
1 Pérez Madrigal, 1943, p. 183.2 Donato, 1933, p. 15.3 Sánchez, 2015 y 2021.
en 1901, tema sobre el que existen trabajos muy estimables4, por más que hagan falta otras investigaciones locales que amplíen lo ya conocido. Así y todo, parece necesario empezar con algunos datos y consideraciones que ayuden a contextualizar el tema estudiado.
Durante el primer tercio del siglo XX, el Partido Republicano Federal era un superviviente. Había afianzado su reorganizaci en la década de 1880 y, a principios de la siguiente, incluso llega recobrar apoyos masivos en algunas regiones; hasta tal punto que Lez Estudillo ha estimado en varias decenas de miles sus militantes hacia 1896, aunque entonces comenzuna dispersi ya imparable5. Duarte y Gabriel han explicado que alcanzen toda Espa un momento de auge en los ochenta, para entrar en crisis en los noventa y aparecer ya fracasado en el cambio de siglo6. Millares, por su parte, considera que entre noviembre de 1902 y mayo de 1905 «alcanzel cénit de su historia», y estima que en 1901-1905 lograron representaci en, al menos, 61 ayuntamientos de 22 provincias, incluyendo 13 capitales7.
Si descendemos a las regiones, la casuística es variopinta sin dejar de observarse notas comunes. En lugares como Valencia, se trataba de un grupo «minsculo» frente al blasquismo, en un contexto además en el que lo federal era un sentimiento vago e impreciso, «sin traducci política»8. En Catalua, donde gozde la organizacin más extensa en el campo republicano en la década de 1890, ni las bases para la reorganizacin de mayo de 1897 ni las asambleas regionales de 1898 y 1900 impidieron un lento pero inexorable proceso de decadencia9. Del federalismo barcelonés posterior a la muerte de Pi y Margall, asegurRomero-Maura que parecía «una olla de grillos»10. Y en lugares como
4 Millares Cantero, 1994-1995, 1997 y 1999.
5 Lez Estudillo, 1996, pp. 216 y 226-227.
6 Duarte y Gabriel, 2000, p. 24.
7 Millares, 1995-1996, p. 124.
8 Reig, 1996, pp. 238-239.
9 Duarte, 1987, pp. 23 y 122.
10 Romero-Maura, 2012, p. 225.
Castelln quedarían finalmente integrados como tendencia en otras agrupaciones republicanas11.
Y pese a todo, hubo islotes federales de relativa pujanza en toda Espa; baluartes significativos que, a la postre, favorecieron la supervivencia del partido con una cierta entidad hasta la guerra civil, aunque fuese en posiciones marginales. No dejaba de tener mérito en aquel contexto de creciente socializaci política, que, frente a la imagen de quietismo que a menudo se traslada de la Restauraci, electrizaba al grueso de las organizaciones políticas, cada vez más interesadas en captar adeptos y movilizarlos. En Catalu, seg ha observado Duarte, conservel dinamismo allí donde continusimbolizando la esencia de la democracia local, como en Sabadell, Figueras o Sant Feliu de Guíxols12. En Tarrasa, de hecho, manifestaron una renovada actividad a principios de siglo, mientras que en otros lugares atravesaban dificultades evidentes13. En Cantabria, a su vez, sus apoyos sociales seguían contándose por millares a finales de los noventa, experimentando entre 1899 y 1903 una «segunda época de esplendor»14. Y en Jaén, la oposici republicana se hizo notar entre 1904 y 1909, periodo en el que el portavoz de la minoría republicana fue federal15. Incluso hubo lugares como Gran Canaria en los que se puede hablar de una «reaparici» del federalismo entre 1903 y 191416. Despuésde 1914, su relevancia en el campo antidinástico de varias ciudades se explica por los contextos locales. En Málaga, por ejemplo, la crisis de Uni Republicana deja los federales como el ico partido organizado, aunque luego vivirían su propia crisis después de 191717. Por aquellas fechas, los republicanos llevaban desaparecidos del Ayuntamiento de Jaén desde 1910, pero en 1918 y en 1920 entraron dos concejales precisamentedel campo federal, al que también representde forma destacada uno de los ediles de Linares18.
Cuando se fundla Alianza Republicana en 1926, los federales optaron por no quedarse fuera. En la junta provisional de la Alianza figur
11 Reguillo, 2001, p. 131.12 Duarte, p. 164.13 Colom, 2003, p. 154.14 Miguel González, 2007, pp. 151 y 156.15 Jaén, 2012, pp. 396-397.16 De Felipe, 2011.17 Arcas, 1985, pp. 551-552. 18 Jaén, 2012, pp. 396 y 405.
el catedrático Manuel Hilario Ayuso como representante del partido. A la saz, en palabras de Avilés Farré, no eran más que «un grupo de fieles al pensamiento de Pi y Margall, con escasa influencia y no muy bien avenidos entre sí», que además dejaron pronto la Alianza19. El manifiesto fundacional lo suscribitambién una veintena de intelectuales entre los que figuraba un hijo del histico dirigente federal, el médico Joaquín Pi y Arsuaga, que profesaba las mismas ideas20. Pero el mundo de las afinidades partidarias debide ser en estos as bastante complejo. De hecho, se han documentado casos de doble militancia: Ayuso, sin ir más lejos, figuraba también en Acci Republicana en 193021. Ese a, los federales no respaldaron como organizaci el Pacto de San Sebastián, donde confluyeron prácticamente todas las familias republicanas22. El Partido Federal había retrasado su decisi hasta que se pronunciara su Asamblea, pero la imprecisi sobre la forma de la futura Replica parecía un obstáculo insalvable23. Así y todo, nada de esto impidique hubiera federales implicados en algunas tentativas insurreccionales, como la que se trampara mayo de 192924. Payne define el Partido Federal de entonces como «un cascar vacío»25. Y quienes vivieron aquella época no lo recordarían tan hueco, pero sí bastante irrelevante, como el médico asturiano Car-los Martínez: «persistían solamente peques nleos dispersos, no bien organizados, de entusiastas republicanos fieles a las doctrinas de Pi yMargall»26.
En las candidaturas para las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, seg ha estudiado Millares Cantero, los federales revalidaron su importancia entre las papeletas antidinásticas en Gij, Santander, Las Palmas de Gran Canaria, Palma de Mallorca, Tarragona y Sabadell, donde la constitucin del Ayuntamiento tuvo el carácter «de una gran fiesta pimargalliana»; a lo que habría que sumar la representaci minoritaria que lograron en más de media docena de capitales y ediles sueltos en
19 Avilés, 1985, p. 38.
20 Ruiz Manj, 1976, p. 133.
21 Avilés, 1985, p. 58.
22 Alía, 2015, p. 273.
23 García Venero, 1963, p. 309. Pi y Arsuaga, 1932, p. 587: «operado un cambio radical en su constituci y en sus fines, no contribuyeron a este pacto [de San Sebastián] los federales».
24 González Calleja, 2010, p. 210.
25 Payne, 1995, p. 42.
26 Martínez, 1990, p. 161.
poblaciones menores, habiendo estimaciones que sitn en torno al centenar los obtenidos en toda Espa27. Aquellos días, varios candidatos de este partido fueron proclamados alcaldes28. Luego, en las Cortes Constituyentes de 1931, los partidarios de definir Espa como una ReplicaFederal quedaron en minoría, pero no se tratsolo del Partido Republicano Federal: junto a él, también apoyaron esa enmienda Esquerra Republicana de Catalunya y la UniSocialista de Catalunya, que fue el que la propuso; aunque entre los tres apenas representaban el 12 por ciento de los diputados29. A la altura de 1934, en baluartes como Gij los federales pimargallianos podían preciarse de alcanzar la decena de concejales en el Ayuntamiento30. Y en el conjunto de Espa todavía contaban algo en 1936, cuando ingresaron en el Frente Popular31.
Ahora bien, hay que precisar que la supervivencia del federalismo pimargalliano constituyun fenmeno bastante localizado. Además, está fuera de duda que el Partido Republicano Federal sufriun desgaste en los primeros as del novecientos que lo situen una posici muy secundaria del campo republicano, al menos en comparaci con otras facciones ahora pujantes. Por no hablar de sus eternas divisiones. Llega los as treinta como una especie de reliquia del XIX, pero había contribuido a la politizaci de una parte de las masas que engrosaron las bases del potente movimiento obrero, tanto en su rama socialista como en la anarquista, y esto le granjeuna cierta reputaci entre las clases populares. En efecto, más allá del peso específico de su partido, el ascendiente pimargalliano sería notable en todo el primer tercio del XX, al margen de que abundasen las lecturas interesadas de su obra32. En el entorno del radicalismo no fue nada raro el tratar de recoger algo de su capital simbico hasta casi los as veinte33. Para Avilés Farré, su influencia se advierte en mayor o menor grado «en casi todas las formaciones republicanas»; hasta el Partido Republicano Radical Socialista aludía en su manifiesto fundacional (1929) a la articulaci del Estado sobre una «base federal», aun
27 Millares, 1997, pp. 17, 26, 30, 34 y 36.
28 Como Gijn, Santander, Palma de Mallorca, Sabadell o San Sebastián (Millares, 1997, pp. 19, 21-22, 27, 29).
29 Piqueras, 2014, p. 390. Eso sí: eran el 72 por ciento de los elegidos por Catalu.
30 La Regi, 19-12-1934.
31 Ibídem.
32 Gabriel, 2004, p. 54.
33 Culla, 1986, p. 286. Archilés, 2002, p. 136. Reig, 1982, pp. 39-40.
que un ao después todo quedase limitado a la autonomía de las regiones y municipios34. En cualquier caso, hubo varias agrupaciones que siguieronenarbolando principios de ese federalismo, aun cuando se mezclaran con doctrinas no pimargallianas. Como ha resumido Bonamusa, en el primer tercio del novecientos el federalismo, aunque deshecho institucionalmente,impregna diversas organizaciones como corriente de pensamiento35. El sentido estricto de la articulacin territorial seguramente es el que tenía en mente Ossorio y Gallardo al afirmar que el sistema federal tenía en Espa«multitud de partidarios»36. Cosa distinta sería el programa social, que autores como Suárez Cortina consideran en los aos treinta «muy cercano al de un sector del anarquismo»37. En la nota de prensa sobre la asamblea que el Partido Federal celebren 1933, se vanagloriaban de tener un programa cuya savia había nutrido a «casi todos los republicanos», y apostillaban: «El federalismo, en una u otra forma, pertenece a todos»38.
Hay, por timo, un factor importante que mantuvo la cohesi del federalismo que sobrevivial cambio de siglo: por un lado, una cierta pervivencia del mito de «La Federal», analizado con brillantez por Jover39, y singularmente la perduracin de un modo de vida y una confianza absoluta en su potencial emancipador y resolutivo de la cuesti social que, de alg modo, continuseduciendo a muchos trabajadores y artesanos del novecientos; por otro lado, el culto a Pi y Margall. Definido frecuentemente como «aptol» y «maestro», el autor de Las Nacionalidades fue idolatrado por los suyos, aunque haya autores que maticen su carisma, sosteniendo que una adhesi emocionalmente intensa la genermás bien de forma circunstancial, al menos en vida40. Sea como fuere, sí suscituna devoci notable y alimentuna iconografía superior a otros líderes republicanos41. Así que no hay que subestimar, como factor movilizador,
34 Avilés, 1985, p. 38.
35 Así Esquerra Catalanista, Bloc Republicà Autonomista, Partit Republicà Català, FederaciDemocràtica Nacionalista (Bonamusa, 2004, p. 108). También la Organizaci Republicana Gallega Automa se definiinicialmente como federal (Piqueras, 2014, p. 386).
36 Ossorio, 1975, p. 189.
37 Suárez Cortina, 2013, p. 241. Para entender las claves de ese programa e ideario social, es inevitable remontarse al XIX y a su principal inspirador, Pi y Margall, sobre los cuales pueden verse como muestra Trías, 2001; Vilches, 2001; y Máiz, 2010.
38 La Libertad, 31-3-1933.
39 Jover Zamora, 1991.
40 Castro, 2015, pp. 158-159.
41 Gabriel, 2004, pp. 53-54.
el propio magnetismo de un dirigente que incluso había impresionado a muchos adversarios políticos que lo trataron en persona («¡Co imponía aquella figura venerable!», recordaría Lerroux)42. Javier de Diego ha explicado co los viejos líderes que tras fallecer no dejaron sucesores de igual altura siguieron proyectando su magnetismo, y que el caso de Pi es un ejemplo paradigmático de «carisma despersonalizado», es decir, el quepermite a los seguidores del líder desaparecido «apropiarse de su aura» ybasar su legitimidad «en la idea de que ellos son los auténticos continuadores de la misi por él comenzada». Las loas a Pi, ciertamente, alcanzaron a veces un tono «redentorista y mesiánico»43.
Una vez muerto, pues, Pi y Margall se convirtien un mito recurrente que siguiimpregnando el universo federal, hasta tal punto que todavía en los as treinta se hablaba del partido pimargalliano o de las mujeres pimargallianas44. En cierto modo, era lgico si admitimos que Pi y su partido tendían a confundirse45. Con la excepcin quizás del carlismo, no había otra faccin política que conservase una denominacin así de personalista tras la muerte de quien le había dado nombre (sería impensable hablar en los as treinta de salmeronianos o de canovistas). Rovira i Virgili había considerado su obra poco menos que imperecedera ya en 1903: «perdurará, pasará de una a otra generaci, el tiempo la consolidará lejos de anularla, porque es eterna»46. Aquellos días, en un acto del partido en Barcelona, un orador definia Pi como «uno de los más grandes hombres que ha tenido la Humanidad», apostillando que en su ideario se encontraban «todos los principios de la constituci de una sociedad perfecta»47. Y esa antropolatría se prolongdurante muchos aos. En la Segunda Repblica se documentan evocaciones singulares, como la inaudita respuesta que el presidente de la Juventud Federal de Gij —con asentimiento general— propuso darle a un afiliado que había solicitado la baja por no estar conforme con la labor de los diputados en las Cortes: «nosotros al ser federales no seguimos más que los principios y normas de Pi y Margall y nunca las de nuestros representantes aunque estos sean muy federales»48. Este modo de
42 Lerroux, 1963, p. 182.43 De Diego, 2008, p. 363 y ss.44 Heraldo de Madrid, 21-6 y 29-8-1934. La Libertad, 20-6-1936. 45 Castro, 2015, p. 172.46 La Avanzada, 20-6-1903. 47 El Nuevo Régimen, 27-6-1903. 48 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 3-2-1932.
entender y vivir el federalismo se asemejaba mucho a una religin política en la que, una generaci después de su muerte, el legado de Pi seguía indiscutido y su figura, sacralizada, continuaba invocándose como fuente de autoridad hasta por quienes habían nacido ya en el siglo XX.
Un instrumento de movilizacin relevante en la cultura federal —y apenas estudiado— fue la denominada Fiesta del Programa, un acto quepermiticonectar simbicamente las organizaciones del siglo XIX con sus herederas del XX, como legatarias del acervo pimargalliano. El 22 de junio de 1894 los federales habían publicado ese programa histico en el que trataron de sistematizar su ideario; o al menos una parte, como aclarel joven Rovira i Virgili cuando militaba en el partido: «es la síntesis de todo cuanto amamos y queremos, pero de lo que es práctico, de lo inmediatamente realizable»49. Aquel programa, del que se imprimieron miles de ejemplares en sucesivas ediciones todavía a principios del novecientos, constituyun vademécum que, más allá de los derechos individuales y de lo territorial, recogía las medidas sociales que habría de impulsar el Estado: ciertas expropiaciones de tierras y una propiedad subordinada a los intereses generales, redenci de arrendamientos perpetuos, extensi de la jornada de 8 horas y de un salario mínimo, protecci real e inspeccionada del trabajo femenino y de menores, indemnizar a los operarios impedidos en el trabajo, jurados mixtos para los eventuales desencuentros entre patronos y trabajadores, voluntariedad del servicio militar en tiempos de paz, una fiscalidad progresiva que dejara exentos los productos básicos, despolitizaci de la administraci plica, ensenza laica, etcétera50.
Tantos as después, el leitmotiv de la fiesta resultaba para muchos anacrico. ¿Qué sentido tenía celebrar un programa elaborado hacía varias décadas, antes incluso del Desastre del 98? Ya proclamada la Segunda Replica, podía haber quienes considerasen extravagante rendirle culto de esa forma, pues, aunque no se habían colmado todas sus aspiraciones, el contexto político era harto diferente y se estaba legislando sobre muchas cuestiones planteadas en 1894. En cierto modo, lo de menos era
49 La Avanzada, 20-6-1903. 50 Sánchez, 2021, pp. 98-121.
el Programa: más bien parecía un pretexto para estrechar filas, reunirse y fortalecer la fe en unos ideales comunes. Sea como fuere, los oradores que participaron en la Fiesta negarían que su Programa «estuviese anticuado»; muy al contrario, lo juzgaban «inmarcesible» y estaban persuadidos de que sería «eternamente nuevo»51.
Elevado a la categoría de credo laico, el Programa hizo las veces de libro sagrado del federalismo. En este sentido, hubo quienes consideraron a Pi uno de esos «hombres-cumbre» que les «iniciaron en el rito de una nueva Religi»52. Los participantes en la Fiesta, incluso como meros asistentes, frecuentemente llegaron a vivirlo de forma un tanto mística. Así evocaría Rafael Calzada el grado de solemnidad de la que presidien 1923: «aquello representaba para mí una prueba de adhesi y de consecuencia a las doctrinas de mi amado maestro»53. Subyacía un fondo de religi cívica que se advierte en muchos testimonios, igual que un fuerte componente emocional: «estos actos eran como el juramento que prestábamos puesta la mano sobre nuestro Evangelio, el inmortal Programa, y servían también para exteriorizar la firmeza de nuestra fe»54. Todo lo cual no impidiun sesgo pagano que se derivaba tanto de la proximidad del solsticio de verano como, más claramente, del hecho de ser la facci republicana que desde el XIX mantuvo un compromiso más firme con el laicismo y la secularizaci.
A tras a, la fecha del 22 de junio casi alcanzel rango de hito fundacional. Esta «sentimental remembranza»55 pasa engrosar su calendario festivo y se asentcomo el día más selado, motivando una celebraci propia e idiosincrática que se diferenciaba de otras que, como el 11 de febrero —proclamaci de la Primera Replica—, eran igualmente glorificadas pero no exclusivas de la comunidad federal, sino compartidas con las demás facciones republicanas. De hecho, el Programa se solemnizen los mismos términos que otras grandes efemérides, anteponiendo cada a el numeral que correspondiese: «con motivo del 31.º aniversario de su publicaci»; por el hecho de ser «el XXXII aniversario»; al «cumplirse el 37 aniversario», etcétera56.
51 La Libertad, 24-6-1932. 52 La Idea, 5-7-1920. 53 Calzada, 1927, p. 473.54 El Socialista, 22-6-1926. 55 Expresi de El Cantábrico, 22-6-1922. 56 La Correspondencia de Espa, 22-6-1925. La Libertad, 20-6-1926 y 24-6-1931.
Mujeres y nis en una fiesta del programa en La Bisbal.
Fuente: El Diluvio, 23-6-1906
En las diversas cricas se observa que la jornada era percibida como «un acto de conmemoracin» al que invitaban a «correligionarios yfamiliares»57. Esto convierte la Fiesta en una práctica social a la que también concurrían las mujeres y los nis, para quienes se convertía igualmente en un factor de socializaci política. No está de más recordar alg testimonio de pimargallianos que vieron en el entorno más cercano el origen de su politizaci, ratificando la incidencia de las prácticas familia
57 El Cantábrico, 21-6-1935.
res en esa reproducci cultural del federalismo, aunque muchos ponderen más la figura paterna que la materna. Así el de Joaquín Pi y Arsuaga: «Nací de padre federal, en ambiente federal me he criado, lecciones de federalismo recibí de mi buen padre y he sido, y soy en el ocaso de la vida, republicano, demcrata, federal, por nacimiento, por sentimiento y por convicci»58. El hijo del glorificado maestro soslayaba la figura materna, pero la presencia femenina se constata en muchas crnicas de la Fiesta: «Al acto asisticolosal gentío, figurando entre este muchas seras y seritas»59. De hecho, por parte de sus adversarios conservadores eran muy antiguas las críticas a las madres «por llevar los nis al Casino federal»60.
La afirmaci del 22 de junio como jornada festiva se produjo a comienzos del siglo XX y la iniciativa se le atribuysiempre a Eduardo Benot, quien elocuentemente definiel hecho como «ideolatría»61. Las primeras celebraciones se documentan en 1903 en muchas localidades, reuniendo un mitin en Barcelona hasta 4.000 asistentes segn la prensa afín62. En el Círculo Democrático Republicano Federal de esta ciudad se organizun lunch para el que resultaron «insuficientes las mesas»63. Es verdad que se trataba de un enclave medular en el que el federalismo conservaba pujanza, pero otras poblaciones más modestas también emularon la fiesta. En su difusi parece haber resultado decisiva una circular del 24 de junio que el Consejo Nacional —presidido por Benot— remitia todos los consejos regionales y comités, animando a fomentar la propaganda y divulgar el Programa:
Promuevan, pues, perseverantemente las Corporaciones federales, a las cuales nos dirigimos, actos de propaganda en todas las ciudades, villas y aldeas de las provincias y regiones en que ejercen su funci política. Propulsen la publicaci de periicos, folletos y hojas sueltas, en que nuestro Programa, con entusiasmo conmemorado recientemente en muchas poblaciones de Espa, se defienda, explique y comente […].64
58 El Pueblo, 15-11-1932. 59 El Progreso, 23-6-1922. 60 La Atalaya, 2-7-1895. 61 El País, 20-6-1916. 62 El Nuevo Régimen, 27-6-1903. 63 El Luchador, 27-6-1927. 64 El Nuevo Régimen, 27-6-1903.
En 1904 se asegurque iban a celebrar la Fiesta «más de cien organizaciones federales y peridicos»65. Desde entonces, quedconsagrada como «fiesta anual del federalismo espal»66. En Madrid incluso hicieron una reedici del Programa en recuerdo del acto67. Y en 1905 también se organizuna peque manifestaci hasta la calle del Conde de Aranda en la que «se verificel acto de descubrir la lápida colocada en la casa nero 15», donde había muerto Pi y Margall; allí pronunciun discurso Benot y se reanudla marcha por las calles de Lagasca y Alcalá, habiendo quienes todavía asistieron al cementerio civil para presenciar la colocaci de la primera piedra del mausoleo en su honor. Todo eran preliminares de la Fiesta del Programa, que en rigor tuvo lugar por la noche en el Círculo Federal. La prensa reflejla difusi del ritual en el resto del país: «Esta fiesta se celebrará simultáneamente en todos los Casinos federales de Espa»68.
La mayoría de las veces, la Fiesta adoptla forma de una velada más
o menos solemne al final del día en la que indefectiblemente se disertaba sobre aspectos del Programa de 1894, aunque la puesta en escena y los preámbulos del acto propiamente dicho variaron seg las ciudades y la época. Podía celebrarse tomando un «té fraternal» en el casino de turno, como hicieron los federales de Santander en 192269. O con un lunch, al modo de Barcelona en 1915 o 192070. Ocasionalmente se convirtien un acto reivindicativo que iba más allá del Programa, como cuando en 1922 se aprovechpara reclamar al Gobierno el cumplimiento de la jornada de 8 horas, la fijaci de un salario mínimo, la participaci de los obreros en los beneficios, la ensenza obligatoria neutra y el servicio militar voluntario, aparte del fin de las campas en Marruecos71. Quienes se encargaban de definir co debía materializarse la celebraci eran normalmente los integrantes de una comisi nombrada ad hoc, y a veces los asistentes debían proveerse de una tarjeta o invitaci que había que solicitar previamente en el centro republicano de turno o en una lista de esta
65 El Nuevo Régimen, 11-6-1904.
66 El Nuevo Régimen, 30-6-1904.
67 Asamblea Municipal del Partido Republicano Federal de Madrid. Recuerdo de la fiesta del programa celebrada en el Círculo Republicano Federal, Madrid, Imp. de Antonio Gasc, 1904.
68 Diario Universal, 22-6-1905.
69 El Cantábrico, 18-6-1922.
70 La Publicidad, 1-6-1915. La Voz de Menorca, 26-6-1920.
71 El Progreso, 9-6-1922.
blecimientos colaboradores72. La escenografía result por lo general, muy cuidada, como ilustra un acto de Barcelona en el que presidía el escenario del teatro «un artístico tulo formado con todas las banderas de los casinos republicanos» y una columna rematada por «un gran busto en bronce del aptol del federalismo» (o sea, Pi y Margall)73.
Como espacio para el acto se uscasi siempre el lugar de reuni habitual, ya fuera el Centro o el Casino Federal u otro de parecido nombre que hiciera de domicilio social. Pero, incluso teniendo local, podía optarse por los salones de un café, como en Barcelona en 192074. Sin embargo, no siempre se disponía de un sitio propio, costoso de mantener. La Juventud Federal de Gij, por ejemplo, había firmado un contrato con el Centro Instructivo Republicano que, por una modesta cantidad, permitía a sus afiliados «el usufructo moral y material» de las instalaciones; pero el acuerdo solo durun tiempo y luego se le pidia la Juventud 10 pesetas mensuales si quería usar el Centro75. En 1918 ese local se puso «a su disposici para que pudieran celebrar la fiesta del Programa», siempre que la Juventud asumiera «los gastos que pudieran originarse»76. En Jaén, por el contrario, los federales mantuvieron abierto un casino propio desde finales del XIX que todavía funcionaba en 1926, en plena Dictadura77. Y hubo círculos federales constituidos en estos as incluso en localidades peques, como Gérgal (Almería), donde solicitaron la aprobaci de su reglamento en 191878. Ya en la Segunda Replica, no dejaron de crearse sociedades nuevas y algunas hasta recibieron donativos de republicanos de otras facciones, como sucedicon un Ateneo Republicano Federal en Madrid79.
Encomendar la presidencia de la Fiesta del Programa a alguna figura de renombre fue una práctica bastante comn. Y pocas resultaban más simbicas que las que llevaban el apellido del «maestro», como Joaquín
72 El Cantábrico, 20-6-1922 y 21-6-1922.
73 La Publicidad, 23-6-1904.
74 La Voz de Menorca, 26-6-1920.
75 AHA-FGC, 1234/K6-8, Asamblea Extraordinaria de la Juventud Federal de Gij, 17-2-1933.
76 AHA-FGC, 1410/J22-15, Acta de la Directiva del Centro Instructivo Republicano de Gij, 23-6-1918.
77 Jaén, 2012, p. 580.
78 Lez Castillo, 2006, p. 277.
79 Aportaron su olo, por ejemplo, Lerroux, Pérez de Ayala, Ossorio y Gallardo, Sigfrido Blasco-Ibáz o Fernando Valera, seg informel Heraldo de Madrid, 3-12-1932.
Pi y Arsuaga80. También se recurria quienes ocupaban o habían desempedo cargos directivos o de representaci. En cualquier caso, las partes más solemnes de la Fiesta resultaron un tanto reiterativas, siempre con la intervenci de alguna personalidad encargada de glosar el texto81. A esa falta de actualizaci programática se refiriOrtega en las Cortes Constituyentes de 1931: «no ha sido puesto al día desde hace sesenta as»82. Por lo demás, muchos periicos lo anunciaron como un evento plico, aunque luego, en la práctica, las cricas solían indicar que habían acudido los afiliados83. En este sentido, en la delicada coyuntura de 1920 no faltaron quienes, desde fuera del campo federal, aconsejaran una modernizaci doctrinal y mayor apertura del evento: «¿por qué esa fiesta no sale de la intimidad de un Círculo y se lleva a la plaza plica?»84.
En el periodo de 1917 a 1936 la Fiesta siguiorganizándose, aunque el texto que conmemoraba había experimentado ligeros retoques, por lo que a menudo era referido como el Programa de 1894 «ampliado y adicionado en 21 de octubre de 1919 y 17 de mayo de 1935»85. En contra de lo que cabría esperar, la Fiesta del Programa no dejde verificarse bajo la Dictadura de Primo de Rivera. Luis Gallego testimoniaba esa continuidad en 1926: «Desde que el ilustre Benot instituyesta fiesta, siendo presidente del Consejo nacional, venimos los federales celebrándola con devoci y amor»86. Ese a, por ejemplo, se organizen el Círculo Republicano Federal de Madrid en forma de velada87. Y los federales asturianos invitaron a Ayuso por ese motivo88. Unos aos después, Franchy Roca aseguraba que se había celebrado siempre89. Y algunas cricas sugieren que a veces se desarrollincluso sin restricciones horarias («durhasta la madrugada», dijo la prensa sobre la de 1924)90. Lo relevante es que su mera pervivencia implicaba llamamientos plicos con alto valor simb
80 El Progreso, 23-6-1928. La Libertad, 27-6-1934.
81 La Libertad, 27-6-1934: «Ayuso, con la elocuencia que le es característica, desmenuzel programa como él sabe hacerlo».
82 Ortega y Gasset, 1974, p. 171.
83 La Libertad, 24-6-1931.
84 Hoy, 19-6-1920.
85 El Cantábrico, 21-6-1935.
86 El Socialista, 22-6-1926.
87 El Socialista, 23-6-1926.
88 La Prensa, 23-6-1926.
89 La Libertad, 28-6-1934.
90 El Cantábrico, 25-6-1924.
lico en aquellos tiempos, como ilustra el manifiesto que en 1925 dirigia sus bases el comité de Madrid:
Ciudadanos: Esta entidad recuerda a sus correligionarios que el primo 22 de los corrientes es el día destinado por el partido federal espal, por acuerdo unánime de sus afiliados, a solemnizar la Fiesta del programa federal, por ser aniversario de la fecha en que nuestro inolvidable maestro D. Francisco Pi y Margall firmel cigo de principios que nos rigen.
Con tal motivo y cumpliendo un deber de ciudadanía y como representantes del partido federal de Madrid, nos dirigimos a vosotros pararecabar vuestra adhesi al programa de 22 de Junio de 1894, el cual defendemos como sucesores modestos de aquellos hombres que se llamaron Pi y Margall, Benot, Cala, Estévanez, Garrido, Orense, Sorní y tantos otros. […].91
Limitaciones ya habían existido antes de la Dictadura, pero a veces se reaccioncon alternativas ingeniosas, como en Arenys de Mar en 1923, cuando se celebrla Fiesta del Programa con un banquete y, viéndose suspendido el mitin previsto para después, se continula reuni en los jardines de una casa particular92. Aunque con restricciones, Primo de Rivera no impidideterminados actos federales que implicaban una cierta movilizaci; o que encerraban una carga política evidente, como el aniversario de la muerte de Pi, que celebraron al menos en Barcelona en noviembre de 1926 y con bastantes muestras de simpatía93. Michonneau, de hecho, constata desde ese a un renacimiento de los cultos republicanos94. En la ciudad condal también se desarrollen 1927 el tradicional lunch en un sal repleto, con discursos y «numerosas adhesiones»95. Así y todo, el dictador «no consintila celebraci de mítines ni trabajo alguno que pudiese contribuir al resurgimiento de los antiguos partidos», tal y como recordará el hijo de Pi:
el 29 de abril [de 1924] autorizaba, a regadientes, la conmemoraci del centenario del natalicio de nuestro buen padre, que no consistien otra cosa que descubrir la lápida que daba el nombre de Pi y Margall al
91 El Nuevo Régimen, 30-6-1925. 92 La de Joaquina Casablancas, quien lo recordaba en El Diluvio, 16-8-1925. 93 El Progreso, 17-5-1926. 94 Michonneau, 2004, p. 128.95 El Diluvio, 24-6-1927.
segundo trozo de la Gran Vía de Madrid, en presencia de sus familiares y unos pocos correligionarios —el acto tuvo lugar a las ocho de la mana—, en una visita al Cementerio Civil, donde yacen sus restos, y en la inauguraci de una serie de conferencias en la Escuela Moderna y una velada en el Círculo federal.96
Homenaje a Pi y Margall en la primera plana de El Pueblo Fuente: El Pueblo, 29-4-1924
96 Pi y Arsuaga, 1932, p. 574.
Ese centenario, de alguna forma, sirvide revulsivo para las bases federales, y esto se reflejasimismo en la prensa, como ilustra el nero especial que le dedicEl Pueblo en Valencia97. Pero cualquier Fiesta del Programa, en general, solía merecer un espacio considerable en los peridicos y revistas afines. La de 1920 motivun extraordinario del jienense Replica98. A la de 1927 le consagrun monográfico el semanario Libertad, de Figueras, cuya primera plana destacaba, en grandes caracteres: «Este nero está dedicado a la Fiesta del Programa de 22 de junio de 1894 celebrado en Madrid el día 22 de Junio primo pasado»99. En sus columnas recordaban, además, que en la Dictadura se tuvo que organizar a veces de forma discreta: «Este a también se la celebrplicamente, que sepamos, en Gijn y en Madrid, privadamente en muchos puntos, donde de otro modo no pudo hacerse». Por timo, no hay que subestimar las adhesiones que se recibían desde otras ciudades, porque también contribuían a festejar y reafirmar la jornada100.
Ya en 1930, bajo el gobierno de Berenguer, los federales madriles optaron por celebrar la Fiesta del Programa con un ciclo de seis conferencias que abordaban sendos bloques del venerado texto101. Y, tras la proclamaci de la Replica, esta práctica se mantuvo en términos muy similares pese a lo diferente del contexto102. Incluso quienes ya no tomaban parte en ella por haber mudado su filiaci política, siguieron evocándola como una jornada significativa. Así lo hizo en 1938 el socialista Luis Zubillaga, entonces presidente de la Audiencia de Madrid: «Yo recuerdo que en mis tiempos de federalismo celebrábamos todos los aos la llamada “Fiesta del Programa”»103. Pese a todo, no faltaron voces que denunciasen cierta falta de cumplimiento en algunos dirigentes, y que apostaban por que se conmemorase en todos los sitios donde hubiera «una colectividad federal»; y no solo con banquetes, sino con mítines o veladas «y profusos repartos del Programa»104.
97 El Pueblo, 29-4-1924.
98 Citado en La Idea, 5-7-1920.
99 Libertad, 3-9-1927.
100 Libertad, 3-9-1927. La Libertad, 23-6-1926 («Se leyeron muchas adhesiones recibidas»).
101 La Libertad, 14-6-1930.
102 En 1935 se retrasun día porque una orden gubernamental había prohibido actos plicos hasta el 23 (La Libertad, 23-6-1935).
103 La Libertad, 7-5-1938.
104 El Diluvio, 22-6-1933.
Naturalmente, las estrategias movilizadoras del republicanismo federal no se limitaron a la Fiesta del Programa, aunque esa jornada destacase en el calendario de las bases pimargallianas por sentirla como algo propio. El 11 de febrero, por su parte, devino la gran cita del republicanismo espal hasta los as treinta105; pero, como no entendía de facciones, no contribuía a afirmar una identidad diferenciada. Sea como fuere, todas las celebraciones políticas reforzaban la cohesi y socializaban a la militancia en ciertas reinterpretaciones del pasado, contribuyendo a que se interiorizase una ritualidad que en absoluto era banal, como han demostrado numerosos estudios locales106.
A la Fiesta del Programa, pues, habría que sumar otras iniciativas y prácticas sociales que, más allá de los mítines y enlazando con lo que hacían en el XIX, buscaban aumentar su influencia en ciertos sectores sociales, particularmente entre los obreros y artesanos, muy disputados por las organizaciones de clase en este periodo. Los actos civiles, por ejemplo, incluso habiendo perdido en 1931 la nota heterodoxa que les había distinguido en otras épocas, conservaron su valor simbico en la ocupaci del espacio plico. Máxime cuando se acompaban de una emblemática propia, como la que se planehacer en Gij en 1932: «una manifestaci federal en honor al afiliado que pedía se le enterrase con la bandera federal»107. En este sentido, antes de la Replica también se volcaron en la fundaci de escuelas laicas en diversos lugares, en la línea de lo que venían haciendo desde finales del XIX108. Parece asimismo reveladora la proposici que los ediles federales de Jaén hicieron en 1918, aunque no prosperase: intentar que las sesiones del Ayuntamiento se celebrasen en horario nocturno o incluso los domingos para implicar a la ciudadanía en los asuntos plicos109.
La organizacin de conferencias era otra actividad tradicionalmente planteada por los republicanos desde el XIX, con el fin de combinar la so
105 Gabriel, 2003; Campos, 2016.
106 Morales Muz, 2001; Muz Zafra, 2006; Penche, 2014.
107 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 15-11932.
108 Arcas, 1985, p. 404 (ejemplo de Málaga en 1914, con una escuela del Centro Federal a la que asistían 102 nis). Lez Castillo, 2006, p. 283 (proyecto de Almería en 1930).
109 Jaén, 2012, p. 342.
ciabilidad y la propaganda en reuniones que no fueran estrictamente militantes, abiertas como poco a otros familiares o interesados sin afiliaci. En los as treinta habrá dos intereses adidos que, pese a las diferencias del contexto, también se heredaron del ochocientos: extender la influencia en las zonas rurales y sobre los barrios humildes. El presidente de la Juventud Federal de Gij lo puso de manifiesto en junio de 1931 cuando afirmque debían «dar conferencias sobre temas federales en centros obreros y agrícolas, y en uni de alg miembro del partido mítines y toda clase de actos plicos»110. Pese a la continuidad del formato, los temas abordados en estos as solían ir en consonancia con los debates de las Cortes o las inquietudes políticas del momento111. Otros actos, en cambio, presentaban escasas novedades y respondían más bien a la necesidad de preservar una ritualidad y calendario propios, como los que evocaban el aniversario de la muerte de Pi y Margall, cuya celebraci seguía «recomendando» el Consejo Nacional del Partido todavía en 1935112.
Hubo en esta década, sin embargo, iniciativas más lozanas que conviene sealar y que, por lo general, no provinieron de los más veteranos. En Gij, por ejemplo, la Juventud Federal acorden julio de 1931 «constituir un grupo excursionista» para cuya organizacin dieron «amplias facultades» a un miembro de la directiva113. La empresa parece que avanzcon lentitud, pero cuando se retomla idea, en marzo de 1932, se hablmuy significativamente de «formar un Grupo Excursionista con carácter político y de recreo a la vez»114. En esa apuesta por formas de ocio alternativas y que fomentasen valores cívicos, los pimargallianos convergieron con otros sectores heterodoxos desde finales del XIX. Dicha colaboracin propiciactividades tan singulares como la «Fiesta Cultural Antitaurina» que coorganizaron en Gij en agosto de 1914, y a la que acudieron muchas familias al completo para disfrutar la jornada115. Al aire
110 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 16-71931.
111 En La Libertad, 27-6-1934, se menciona una del diputado Melchor Marial titulada «Nacionalismo y federalismo».
112 AHA-FGC, 1297/K5-8, Acta del Comité Federal de Gij, 26-11-1935.
113 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 16-71931 (la cursiva, subrayado en el manuscrito original).
114 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 1-31932.
115 AMG, Expediente 257/1914. Entre los convocantes, figuraban los subcomités federales de Tremas y El Natahoyo.
libre hubo igualmente en otras provincias distintos actos de sociabilidad política, algunos de fuerte carga simblica. En Murcia, por ejemplo, se celebruna «jira fraternal» en el monte Miravete, donde el líder cantonal Antonete Gálvez había resistido frente a las tropas gubernamentales hacía más de medio siglo116.
Otra iniciativa particularmente novedosa se documenta en el federalismo gijonés con ocasi de las elecciones municipales de 1933. Pretendía introducir un procedimiento democrático y participativo para confeccionar, mediante una especie de lluvia de ideas, el programa que aspiraban a sostener en el Consistorio. No está clara su virtualidad, pues era una propuesta que elevaron desde la Juventud al comité local, pero se trataba de algo insito y original en el funcionamiento de los partidos de entonces: «que hagan unas circulares consultando a la opini federal sobre sus aspiraciones y que todas esas circulares recopiladas formen el programa que se ha de llevar al Ayuntamiento»117. Su efecto vivificante entre la militancia parece fuera de duda.
Tampoco hay que olvidar, por timo, el papel de los cafés, las tabernas y demás establecimientos de la sociabilidad informal como espacio de reuni y discusi política. Aparte del 14 de abril, en estos lugares siguieron organizándose comidas o cenas para solemnizar el aniversario de la proclamacin de la Primera Replica cada 11 de febrero118. Esta comensalidad política sirviigualmente para celebrar victorias electorales u homenajes variopintos, como el que se rindia los concejales federales del Ayuntamiento de Madrid en la primavera de 1931, con una concurrencia que alg periico estimen más de 300 asistentes, y en cuyos discursos no faltun recuerdo hacia Pi y Margall, por el que se pidiun minuto de silencio119.
Fuera de Espa, los cafés también devinieron lugar de encuentro de los federales que habían emigrado en los as previos y que no llegaron a regresar. Lo normal es que mantuvieran contacto epistolar con sus antiguos correligionarios y se interesasen por la marcha de su patria, de la que hablaban en tertulias y encuentros más o menos regulares. El federal
116 La Tierra, 11-4-1933.
117 AHA-FGC, 1234/K46-6, Acta del Comité de la Juventud Federal de Gij, 3-31933.
118 La Libertad, 14-2-1933.
119 La Tierra y Sol, 26-5-1931 (el primero incluyuna fotografía de los presentes).
gijonés Pedro Pitiot, que había marchado a Argentina a principios del siglo XX, se dirigía así a un amigo desde Bahía Blanca en 1933:
[…] Mucho te agradecería me dieses tu para mí valiosa opini, sobre la situaci política de Espa. Aquí nos reunimos todos los días a tomar café, en una peque pe que tenemos los republicanos espales y nuestras conversaciones giran casi exclusivamente alrededor de las cosas de ahí.
Si te fuera posible enviarme un diario con la nina de los diputados que triunfen en todo el país, en las elecciones del 19, te lo agradecería muchísimo […].120
En los as treinta la existencia de agrupaciones femeninas vinculadas a los partidos constituyun feneno bastante generalizado, porque la Replica permitisu presencia en la vida plica hasta cotas desconocidas. Como explica Ana Aguado, desde 1931 las mujeres de todo el arco ideolgico «experimentaron un importante proceso de politizacin, de participaci en “lo plico”, y de ejercicio de la ciudadanía»121. En el caso de las republicanas, por medio del asociacionismo y la sociabilidad lograban captar electorado femenino y contribuir a que otras correligionarias desarrollasen una identidad femenina moderna y laica que redundaba en su activismo político122.
El republicanismo federal había manifestado bastante aperturismo con anterioridad. Los derechos políticos de las mujeres tuvieron defensores pimargallianos ya en la década de 1880, cuando varios de sus proyectos constitucionales incorporaron el sufragio femenino; bien es verdad que ello no impidiposturas conservadoras y de rechazo en el seno del propio federalismo, como se puso de manifiesto en las asambleas que discutieron esos borradores123. El propio Pi y Margall confesestas limitaciones programáticas al final de su vida, en un discurso leído en el Centro Federal de Madrid en 1899:
Nosotros los federales, no tenemos en nuestro programa nada que a la mujer se refiera, como no sea excluirla de los trabajos subterráneos
120 AFP, Carta de Pedro Pitiot a José Rubiera, fechada el 12-11-1933. 121 Aguado, 2008, p. 127. 122 Sanfeliu y Aguado, 2021. 123 Sánchez, 2014.
de las minas, y alejarla del taller y de la fábrica, cuando se lo impidan los cuidados propios de las madres de familia. Conviene que algo pensemos y consignemos sobre las reformas que a la emancipaci de la mujer se refieren.124
Retrato de la dirigente federal Belén Sárraga.
Fuente: Ahora, 9-4-1933
Lo que interesa subrayar aquí es la temprana presencia femenina en las bases sociales del republicanismo federal. Su activismo se manifestclaramente ya en el Sexenio Democrático125. Y en los inicios del XX hubo mujeres que intervinieron en actos políticos federales, aunque como
124 Molas, 1966, p. 89.125 Espigado, 2005.
oradoras lo hicieran excepcionalmente. Destaca en este sentido Belén Sárraga, a la que Dolores Ramos ha consagrado importantes trabajos126. Pero hubo otros casos, y en citas tan significativas como la Fiesta del Programa. En la de 1904 en Santander, por ejemplo, fue Concepcin-Ruth Morell la que participen un mitin127. Tras el Sexenio, no había sido com verlas ocupar la tribuna principal en los actos federales o asumir papeles de cierto protagonismo, que superasen los tradicionales roles de familiares acompaantes del militante varn, el bordado de banderas o el servicio de las comidas políticas128.
Los entornos federales se irían abriendo más claramente a la participaci política de las mujeres en la segunda década del XX, feneno tampoco privativo del campo republicano, como es sabido129. En los ambientes federales de Gijn, por ejemplo, surgien 1919 la Agrupacin Feminista Anticlerical del Natahoyo (en alguna ocasi llamada «Agrupacin Femenina Anticlerical»). Lo hizo en un barrio obrero donde los federales disponían de un subcomité desde 1869. Tampoco es casual que una de las más seladas dirigentes de la Agrupaci fuera la esposa de Severino Carril, que presidiese subcomité al menos en 1914. Se trataba de Alvarina García Rodríguez, «una de las iniciadoras de ese grupo rebelde», y que tras fallecer en 1920 fue conducida al cementerio civil en un ata «envuelto en la bandera republicana del Subcomité del Natahoyo»130.
Las integrantes de esa Agrupaci Feminista Anticlerical, de extracci obrera y popular, eran sin duda las mismas «Mujeres Demratas de Natahoyo» que menciona Pamela Radcliff como promotoras de una romería democrática y anticlerical131. Todo indica que su constituci definitiva se efectuen julio de 1919, cuando ese subcomité federal del barrio publicun anuncio donde la llamada Comisi Anticlerical hacía un llamamiento para una reuni: «a todas las mujeres del Natahoyo y sus contornos (que simpaticen con nuestra idea)». La Agrupaci se rigipor
126 Ramos, 1986, fue pionero.
127 Rodríguez Sánchez, 1993, p. 524.
128 El Nuevo Régimen, 16-6-1894, informa de una merienda de federales en la que varias hijas de esos republicanos son las que sirven las mesas.
129 Para ilustrar otras culturas políticas, basten como muestra los trabajos de Espigado, 2002 (anarquistas); Del Moral Vargas, 2021 (socialistas); Blasco Herranz, 2005 (caticas); o Moral Roncal, 2018 (carlistas).
130 El Noroeste, 16-4-1914; 22 y 23-1-1920.
131 Radcliff, 2004, p. 215.
una junta directiva integrada y votada exclusivamente por las socias. Gracias al movimiento que pidiel indulto de un obrero, se sabe que Consuelo Arias y Aurelia Vallina ejercieron de presidenta y secretaria, respectivamente. Sin embargo, se ignora el nero de socias, ya que la prensa insertlas diferentes convocatorias para reuniones sin detallar una cifra orientativa de sus afiliadas: simplemente llamaba a «todas las comparas que integran esta Agrupaci»132. Sea como fuere, debieron de abundar las familiares de republicanos.
La orientaci política de estas gijonesas la confirma asimismo la documentaci interna del Partido Federal. En una reuni de ese mes de julio de 1919, el delegado del Natahoyo en el Comité Federal de Gij informsobre las actividades de estas mujeres del barrio: «en el Natahoyo y La Calzada se ha constituido una agrupaci femenina anticlerical que desea que vayan a hacer propaganda los hombres de todas las ideas avanzadas siempre que convengan en el punto esencial del anticlericalismo». En dicha sesi, se pone de manifiesto la competencia entre sectores de la izquierda por captar el apoyo de las mujeres, dejando entrever que las impulsoras de la Agrupaci eran correligionarias: «como los socialistas tratan de atraer a su campo al elemento femenino, debía formarse un subcomité femenino republicano aparte de las agrupaciones anticlericales». Pero algunos federales vieron más estratégica la bandera anticlerical: «replica el delegado del Natahoyo que bajo este título caben las mujeres de todas las ideas»133.
De la Agrupacin Feminista de Gijn se tienen noticias al menos hasta abril de 1921134, y entre las actividades que impulsaron, aparte de sus populares romerías políticas, destacaron las conferencias. Por lo general, tanto las reuniones como las charlas se organizaron en el domicilio social del comité republicano del barrio; y siempre a unas horas que delatan el componente obrero de las asociadas (a partir de las siete y media de la tarde y, en alg caso, a las nueve). Los temas solían relacionarse con los fines propagandísticos de la asociaci y normalmente se invitaba a varones, detalle que no es irrelevante. Por ejemplo, el socialista José Lo-redo Aparicio disertsobre «La mujer en el presente y en el porvenir»; el escritor Isaac Pacheco, de «Dios, la Religi y el Cristo de Limpias»; y el
132 El Noroeste, 3, 17 y 18-7-1919.
133 AHA-FGC, 1296/K5-5, Acta del Comité Federal de Gij, 9-7-1919.
134 El Noroeste, 27-4-1921 (convocaban una reuni para tratar «asuntos urgentes» y dar a conocer las cuentas).
joven abogado Mariano Merediz, acerca de las religiones profesadas por diferentes pueblos de la tierra, asunto que explicdurante hora y cuarto ante una «numerosa concurrencia, en su casi totalidad mujeres». Estas activas gijonesas también respaldaron actos organizados por otras sociedades heterodoxas, como el mitin que en 1919 reclamdesde Gij a los Poderes Plicos «una amnistía general a favor de los presos y perseguidos por delitos políticos y sociales». En su transcurso se leyen voz alta una carta de la propia Agrupaci Feminista Anticlerical del Natahoyo135. Lo más relevante, como sela García Galán, es que se tratde un espacio propio, no tutelado por los varones, y que ellas mismas organizabanlas actividades de forma automa136.
En definitiva, todo indica que en la Agrupacin gijonesa existiun aparente dominio federal pero que sus impulsoras no quisieron imprimirle una adscripci política excluyente, optando por una fmula que pudiera seducir a otras mujeres no pimargallianas. Al margen del ascendiente ideolico que sutilmente pudieran ejercer, la trascendencia de estas iniciativas radicaba en la posibilidad de ensanchar la capacidad movilizadora más allá de las propias filas. Esa indefinici partidaria, por otro lado, fue habitual en la mayoría de agrupaciones librepensadoras que persiguieron objetivos similares en diversas poblaciones, como en Gracia (Barcelona) la pionera Sociedad Automa de Mujeres (1889-1892); en Valencia, la Asociacin General Femenina (1897-1910); en Barcelona, la Sociedad Progresiva Femenina (1898-1920); o en Huelva, la Uni Femenina del Librepensamiento (1897-1906). Tales fines, como ha sintetizado Ramos Palomo, consistieron en «extender los ideales republicanos, laicistas y feministas» a través de diversos proyectos cívicos, como las escuelas racionalistas, las ceremonias civiles, las acciones filantricas o las movilizaciones anticlericales137. Hay que recordar que en Sabadell también existirá en los as treinta una «Agrupaci Femenina Anticlerical» con posibleorigen —seg Tavera— en otro grupo previo de Mujeres Republicanas del Círculo Federal138.
De modo que, al proclamarse la Replica, la movilizaci de las mujeres en los entornos federales no era del todo nueva. De hecho, en las candidaturas a las Cortes Constituyentes no faltaron pimargallianas, como
135 El Noroeste, 21-7-1919; 18-9-1919; 3 y 14-10-1919.136 García Galán, 2015, pp. 210-211.137 Ramos, 2005, pp. 60-61.138 Tavera, 2005, p. 121.
Concha Pe y Consuelo Álvarez, que se presentaron sin éxito por Madrid139. Fueron las Cortes en las que el diputado Manuel Hilario Ayuso, su correligionario, rechazel sufragio femenino amparándose en el determinismo biolico: sostuvo que las mujeres no debían votar hasta los 45 as, edad en la que a su juicio alcanzaban el equilibro psicolico y la madurez mental para ejercer ese derecho140.
En estos as se constituyen Madrid una organizaci propia y ligada al partido: las Mujeres Federales, cuyos posibles remedos en provincias an demandan un estudio pormenorizado. A ella pertenecila mencionada Sárraga, que en su nombre firmuna proclama en 1932 que animaba a las mujeres republicanas a celebrar el aniversario del 14 de abril «por la liberaci política y civil» que había comportado la Repblica, y las emplazaba a ir al mitin en el teatro María Guerrero: «no puedefaltar vuestro festejo, vuestra presencia colectiva, vuestra voz autorizada, vuestra adhesi explícita al régimen que encarna vuestros ideales políticos»141. Hay que subrayar que ella había sobresalido entre las líderes más carismáticas de las librepensadoras de entresiglos, y en cierto modo servía de enlace con las luchas histicas; pero además se convirtien una selada dirigente del Partido Republicano Federal, del que llega ser vicepresidenta142.
En los as treinta, Magda Donato consideraba a Belén Sárraga «una instituci en el Partido Federal», recordando que era la primera mujer que se había afiliado a la agrupaci y que en 1933 pertenecía a su Consejo Nacional143. Sárraga intervino muchas veces como oradora en la Fiesta del Programa, un cometido que solían monopolizar los varones. En 1934, por ejemplo, lo hizo en la de Madrid, donde fustig«el caudillismo»144. Pero no fue la nica correligionaria que hablen esta Fiesta, como prueba el caso de Carmen Gutiérrez, también en Madrid145. Estas personalidades más prominentes, de hecho, recibían muchas invitaciones para intervenir en otras provincias, aunque no siempre era fácil sufragar los costes, seg pone de manifiesto la documentaci asturiana:
139 Millares, 1997, p. 74.140 Nash, 1999, p. 82.141 La Libertad, 16-4-1932. 142 Ramos, 2005, pp. 71-72.143 Donato, 1933, p. 15.144 La Libertad, 28-6-1934. 145 La Libertad, 27-6-1934.
«El Sr. Eztenaga cree se debe proceder a buscar los medios para organizar un mitin de propaganda femenina a base de las Sras. Belén Sárraga y Concha Pe, pero dice no ser posible hacerlo por ahora por no contar con fondos para ello»146.
Otra figura sealada del republicanismo federal en estos aos fue precisamente Magda Donato, que pertenecía a una generacin posterior —había nacido en 1898—, aunque reconocía ser federal desde antes de la proclamaci de la Replica. Alguno de sus textos periodísticos encierra gran valor como fuente por brindar un testimonio de primera mano. Y en 1933 aseguraba que el nmero de militantes femeninas era muy reducido: «No llegan a cincuenta las mujeres federales de Madrid, esto es cierto; pero calclese lo que supone este nmero modesto si se tiene en cuenta que hace tres meses eran escasamente una docena… y hace dos as no pasaban de dos o tres». En el momento en que escribe, no obstante, se refiere «al nmero creciente de “altas” femeninas, tanto en Madrid como en provincias, singularmente en Santander y Gij.»147
Una de las prácticas de sociabilidad femenina más características del federalismo madrile que promovieron dichas mujeres fueron las «meriendas federales». El primer ensayo de esta comensalidad política femenina se hizo el 30 de noviembre de 1932 y se anuncien la prensa148. El lugar elegido fue el restaurante Tournié, en la calle Mayor, donde hablel presidente del partido en Madrid, Laudelino Moreno; y como forma de estrenarse, las organizadoras acordaron rendirle una visita al presidente de la Replica149. Inicialmente, se definían como «charlas íntimas» en las que se expondrían temas de «ideología política», pero no se cerraban a la militancia: «pueden concurrir cuantas personas simpaticen o deseen conocer las doctrinas federales»150.
146 AHA-FGC, 1296/K6-7, Acta del Comité Federal de Gij, 24-2-1932.
147 Donato, 1933, p. 15.
148 Heraldo de Madrid, 26-11-1932. La Libertad, 27-11-1932. Luz, 29-11-1932.
149 Heraldo de Madrid, 3-12-1932. La Libertad, 23-5-1934, menciona otra recepci en audiencia de una comisin de mujeres federales presidida por Asuncin Hernández Aguirre.
150 La Libertad, 4-12-1932.
Grupo de afiliadas a las Mujeres Federales de Madrid.
Fuente: Ahora, 2-12-1932
Un disertador habitual en estas meriendas fue Franchy Roca, diputado y presidente del Partido, que «incita las mujeres republicanas a que colabor[as]en con la Replica en su esfera de acci»151. Pero la nina es amplia, porque hablaron igualmente los también diputados Manuel Hi
151 La Voz, 30-12-32. Otras en La Libertad, 2-2-1934, y Sol, 21-2-1934.
lario Ayuso152, Melchor Marial153, Juan Ferret154, Valle Gracia155 y Ram Franco, militar y parlamentario156; los concejales Fabián Talanquer157 yFrancisco Cantos Abad158; el periodista Pedro de Répide159, el abogado Félix Gil Mariscal160, el ingeniero Manuel de la Torre y Eguía161, el presidente del comité madrile Laudelino Moreno162, su secretario Eladio Freire163, el «veterano federal» Francisco Plaza164, el líder de la juventud federal madrile Manuel M. Remís165, o el dirigente del Consejo nacional Félix Gil Mariscal166. Como puede apreciarse, el dominio de los varones entre los oradores era abrumador, pero hubo alguna excepci, como la propia Magda Donato, que expuso el tema «El teatro y la propaganda política»167; la histica Belén Sárraga, que disertsobre las mujeres en Espa168; o Dolores Oca, que hablde la «Actuaci de la mujer en la Replica», reivindicando el derecho de las ciudadanas «a la fiscalizaci y orientaci en el gobierno del Estado», aparte de defender las ventajas del divorcio, por ver en él una «garantía de la perfecci matrimonial» y «una liberaci en muchos casos»169.
152 La Libertad, 15-1-1933. Heraldo de Madrid, 28-3-1933.
153 La Libertad, 17-2-1933, 5-7-1933 y 17-1-1934.
154 Heraldo de Madrid, 6-2-1934.
155 La Libertad, 17-5-1933.
156 Ahora, 31-5-1933; La Voz, 3-6-1933. Otra en Heraldo de Madrid, 16-6-1933.
157 Heraldo de Madrid, 27-2-1933.
158 La Libertad, 11-2-1933.
159 Ahora, 1-2-1933.
160 La Libertad, 7-1-1933.
161 Ahora, 1-3-1933. La Libertad, 10-11-1933.
162 Ahora, 15-3-1933.
163 Ahora, 22-3-1933.
164 La Libertad, 28-4-1933.
165 La Libertad, 21-6-1933.
166 La Libertad, 28-6-1933.
167 Ahora, 8-3-1933. Otra charla en Heraldo de Madrid, 19-1-1934 («La mujer, el marido y el voto»).
168 La Tierra, 20-4-1933. Otras charlas en Heraldo de Madrid, 24-10-1933; La Libertad, 14-2-34.
169 La Voz, 3-6-1933. La Libertad, 9-6-1933.
Asistentes a una intervenci de Magda Donato en las meriendas federales (se distingue a Valle-Inclán).
Fuente: Ahora, 8-3-1933
Otra merienda federal con la ponencia a cargo de Magda Donato Fuente: Ahora, 26-1-1934
Donato, que también participasiduamente en ellas, contaba en un reportaje que la primera fue «en un gabinetito de un restaurante cercano a la Puerta del Sol», organizada por Dolores Oca de Marial y Asunci García Hernández, tía del capitán que se subleven Jaca con Fermín Galán. De acuerdo con su versi, apenas reunia trece comensales, pero el nmero no dejde aumentar. Luego, pasaron a celebrarse semanalmente en el café Recoletos, con más capacidad, todos los miércoles. En un sal del establecimiento, un orador u oradora exponía «algn tema más o menos relacionado con el programa federal». Donato insistía en que, a diferencia de otros actos realizados en locales políticos, a estas meriendas podía asistir quien lo deseara: «son completamente plicas, y, por lo tanto, nada tienen de capillita a la manera de las tertulias literarias». No había más que tomar asiento y consumir: «encarga usted un café con media tostada, a menos que prefiera usted un chocolate con churros, o una caa de cerveza con una racin de patatas fritas». Normalmente la concurrencia empezaba a llegar hacia las seis y media de la tarde, pero el acto principal esperaba hasta pasadas las siete, y se procuraba que fueran disertaciones caracterizadas por «la brevedad y la amenidad». A la cita no solían faltar varios diputados, concejales y escritores (en una fotografía de la época aparece Valle Inclán). En definitiva, representaba un importante elemento movilizador delas simpatizantes y también debide funcionar como banderín de enganche para otras mujeres: «raro es el miércoles en que no asoma alg rostro nuevo entre las mujeres federales y sus “habituados”»170.
Las charlas, que las organizadoras consideraron todo un éxito propagandístico, se interrumpían en el periodo estival para reanudarse en el oto171. Las cancelaciones fueron excepcionales, por ejemplo durante los comicios o por una huelga de camareros172. Pero en el contexto del segundo bienio parece que los obstáculos aumentaron —quizás también el desánimo—, a juzgar por el descenso de actividad y la nota que publicaron para explicarlo:
Las frecuentes declaraciones de estado de alarma nos han obligado a suspender varias veces nuestras meriendas charlas por la dificultad de obtener permisos para celebrarlas en lugares plicos, lo que ponemos en conocimiento de nuestros simpatizantes para justificar nuestro silen
170 Donato, 1933, p. 15. El traslado al café Recoletos, en La Voz, 20-12-1932. 171 La Libertad, 1-7-1933. 172 Sol, 22-11-1933. La Libertad, 9-12-1933.
cio. Al mismo tiempo les recomendamos asistan a las conferencias organizadas por nuestro partido en su domicilio social.173
Estas mujeres federales de Madrid también asistieron al homenaje a los llamados «héroes de Jaca» en 1932174. Y organizaron actividades un poco diferentes en funci de las circunstancias. Así, con motivo del 11 de febrero de 1932, en recuerdo de la proclamaci de la Primera Repblica, prepararon una «merienda-cine» para los nis de las escuelas que sostenían los federales desde hacía as. Fue en el Círculo Federal y la proyecci de películas se completcon la lectura de poesías a cargo de nis y el sorteo de cuatro cartillas de ahorro con 50 pesetas, además de otros premios a diferentes nis y una merienda para todos175. Esa cita, naturalmente, no impidique conmemorasen también el 14 de abril, y en particular animaron al prjimo a festejarlo cuando en 1933 cayen viernes santo. Lo hicieron mediante «unas hojitas» que fueron repartidas por las propias mujeres: «Los sentimientos religiosos deben ser siemprecompatibles con los sentimientos patriticos. […] ¡Espaoles! Celebrar la proclamacin de la Replica. Poned colgaduras el 14 de abril. ¡Viva la Replica!»176. En vísperas de las elecciones de 1933, cerraron filas en pro de una alianza republicana: «se afirmaron en que sobre una base de disciplina y cordialidad encaminarán su labor a abogar por una uni entre los partidos republicanos que haga fuerte a la Repblica en estos momentos»177. Por lo demás, participaron en la comisi organizadora de actos y homenajes de muy diverso tipo, o simplemente figuraron con un protagonismo destacado por la prensa178. Una de las iniciativas más relevantes, decidida en asamblea, fue «abrir un curso» para la ensenza de las materias de Taquigrafía, Mecanografía, Corte y Confecci, Primera y Segunda Ensenza179.
173 Heraldo de Madrid, 21-6-1934.
174 Heraldo de Madrid, 14-12-1932.
175 La Libertad, 14-2-1933.
176 La Tierra, 11-4-1933. Renacer, 23-4-1933.
177 Luz, 31-10-1933.
178 Luz, 5-8-1932 (homenaje al Director General de Minas). Heraldo de Madrid, 4-41934 (en protesta contra el restablecimiento de la pena de muerte); 11-1-1935 (se solidarizaron con los huérfanos de Asturias, adhiriéndose «a la obra social y de humanidad que realiza la Comisi pro-Infancia», donde se nombrrepresentante a la presidenta Asunci Hernández Aguirre»).
179 Heraldo de Madrid, 29-8-34.
Aunque falta mucho por investigar a escala local, todo indica que las Mujeres Federales —con ese u otro nombre— se organizaron políticamente en muchos lugares en los que el partido gozaba de implantaci. En Manresa, por ejemplo, se inauguren 1933 un Centre Republicá Federal Catalá en cuyo sal no faltel retrato de Pi y Margall, y estuvieron presentes varias delegaciones de mujeres, tomando la palabra dirigentes como Genoveva Costa, del grupo federal femenino local, o Carmen Molist, de la secci femenina de Sabadell180. En Santander también consta la existencia de un grupo femenino cuyo comité presidía Virginia Martínez, con Evangelina Sarabia de vicepresidenta, y en enero de 1936 publicun manifiesto dirigido a las «mujeres montaesas» de cara a las elecciones de febrero:
Vas a votar, mujer, y en el momento de emitir tu voto, debes medir el alcance y consecuencias que al ejercitar tus derechos de ciudadanía (que la Replica te ha concedido) puede tener para Espa, para la Replica y para todos los espales; piensa y medita que está en tu mano la readmisi de miles de obreros despedidos de su trabajo en injustasrepresalias por los sucesos de octubre; evita con tu voto el hambre y la miseria de esos hogares; evita las penas de muerte, y si es cierto que por nuestra condicin de mujeres tenemos más agudizada la sensibilidad, demostrémoslo y contribuyamos con nuestro sufragio a abrir las puertas de las cárceles para que respiren el aire de la libertad esos 30.000 presos, que muchos de ellos no cometieron más delito que pensar en una sociedad más justa y más humana. […]
¡En pie, mujeres! El momento decisivo se acerca. Las que sintáis como propios los dolores de vuestros semejantes […] estad preparadas para la lucha por la libertad, igualdad y fraternidad.
Mujeres: votad contra las penas de muerte, la crueldad y el despotismo, al grito de «¡Viva la Replica del 14 de abril!» ¡¡¡Votad a las izquierdas!!! ¡¡¡Votad a las izquierdas!!!181
A finales de ese a, ya en plena guerra civil, seguía al frente de esa agrupacin santanderina Virginia Martínez, que enfatizel papel de las mujeres en la retaguardia. Lo hizo al convocar a las asociadas a una reunin para trasladar una necesidad de varios pimargallianos que estaban
180 El Diluvio, 24-10-1933. 181 El Cantábrico, 14-1-1936.
«cumpliendo con su deber en el frente antifascista», seg les explicaban en una carta que habían dirigido a esta agrupaci femenina:
¡Mujeres federales! ¡Correligionarias! En el Batall 107, cuarta compaa, hay un grupo de soldados federales que, deseando entrar en combate junto con sus comparos de armas, necesitan de vosotras un esfuerzo y un sacrificio en lo que os vamos a pedir.
La referida compaa necesita un banderín para que, como emblema de nuestro ideal antifascista, podamos izarle en lo más alto de los pueblos, villas y ciudades […].
Vosotras, mujeres federales, que al lado de vuestras hermanas habéis siempre demostrado la idea de Libertad, Igualdad y Fraternidad, dad este consuelo a los que bajo un ideal com luchamos contra esa canalla de seritos fascistas, farsantes e hipritas que quieren hundir a nuestra querida Espa […].182
Hay que indicar, no obstante, que en el republicanismo federal constan tentativas de integraci de las mujeres en ganos de direcci mixtos, esto es, que no se limitaron a crear apéndices femeninos segregados. En la Juventud Federal de Gij, por ejemplo, se documentan votaciones para la directiva a las que concurrieron mujeres, y a veces con éxito, como en 1933, cuando resultaron vocales Ana María Carril y Maruja Carril183. Así y todo, no parece haber sido lo com. También el Comité Federal de esa ciudad aceptla integraci no segregada de las militantes, a juzgarpor lo que recoge un acta de 1931: «se acuerda selar la cuota de 0,50 mensual para las mujeres que deseen afiliarse a nuestro Partido»184. Y, en efecto, las hubo interesadas, porque en una asamblea de enero de 1932 se lee una carta de la afiliada Juanita González de Villa «suplicando que en las convocatorias para las Asambleas del partido se interese la asistencia de la mujer», o sea, que «se cite particularmente a las mujeres»; además, se incidien la necesidad de ir «dando forma a la organizaci de la secci femenina»185. En otras reuniones se advirtiel interés por «aumentar el nero» de correligionarias en la organizacin186, o de dise
182 El Cantábrico, 17-12-1936. 183 AHA-FGC, 1234/K6-8, Asamblea Ordinaria de la Juventud Federal de Gij, 2-1
1933. 184 AHA-FGC, 1296/K5-7, Actas del Comité Federal de Gij, 21-10-1931. 185 AHA-FGC, 1296/K6-7, Asamblea Ordinaria del Partido Federal de Gij, 29-I-1932. 186 AHA-FGC, 1296/K6-7, Acta del Comité Federal de Gij, 27-4-1932.
r propaganda específica, redactando un manifiesto «dirigido a la mujer asturiana»187. El Comité Femenino se creal poco y sabemos que lo integraban al menos «69 ciudadanas», estando regido por una directiva formada por una docena de mujeres que presidía la indicada Juana González188. Entrada la Replica, en 1935, ya no fue raro que a las reuniones del Comité Federal acudiera una delegada del femenino, igual que lo hacían los de la Juventud y los subcomités189.
En definitiva, como parte esencial de la modernizaci en la era de la política de masas, la incorporaci de las mujeres en los organigramas y la militancia formal de las organizaciones pimargallianas resultun factor clave. Parece, sin embargo, que se limita determinados círculos sobre los que parece difícil acometer un estudio prosopográfico. Esto significa también que la capacidad movilizadora era bastante restringida, sobre todo en comparaci con otras organizaciones políticas. Así, nada impidiel gradual decaimiento del vetusto Partido Republicano Federal, algo que llega reconocer el diputado Valle Gracia en una conferencia de las meriendas federales190.
El federalismo que llega los aos treinta había sobrevivido a la desintegraci del republicanismo histico. En este trabajo se ha intentado poner de manifiesto no tanto su relevancia en términos relativos, pues evidentemente se trataba de una fuerza política más bien marginal, sino lo llamativo de esa supervivencia orgánica y sobre todo cultural, poniendo el foco en algunos de los factores que pueden ayudan a explicarla. Un feneno comparable mutatis mutandis —y admitiendo que mediaban diferencias de bulto— podría ser la pervivencia del carlismo, en el sentido de que se trataba de culturas políticas surgidas muchas dé
187 AHA-FGC, 1296/K6-7, Acta del Comité Federal de Gij, 24-6-1932.
188 AHA-FGC, 1297/K 4-29, Directiva del Comité Femenino, s. f. Ejercía de vicepresidenta Etelvina González; secretaria, Erundina Antu; contadora, Maruja Manzaneda; tesorera, Dionisia Castro; vocales, Antonia Hevia, Enriqueta Díaz, Consuelo Rodríguez y Delfina Margolles; y jurados, Encarnaci Elvira, Armerinda Vega y MarujaAbad.
189 AHA-FGC, 1296/K5-8, Actas del Comité Federal de Gij, 20-5-1935.
190 Heraldo de Madrid, 23-5-1933.
cadas atrás que se mantienen en el primer tramo del XX con ciertas dosis de romanticismo, importantes notas de continuidad y hasta remembranzas típicamente decimonicas. Sin embargo, el federalismo fue incapaz de mantener el pulso a la modernidad política que se acentuaba en estos aos, perdiendo capacidad de movilizacin más allá de los círculos de adeptos ya convencidos, lo que inexorablemente abocaba a su decaimiento.
El mito de La Federal, las dinámicas de participaci y el entramado organizativo que el republicanismo federal afianzen el ltimo tercio del XIX le reportaron unas bases sociales, una reputaci y una inercia que garantizaron su supervivencia tras la muerte de su glorificado dirigente y teico, Pi y Margall. Sin embargo, en el transcurso del primer tramo del XX emergieron nuevos desafíos y problemas, intensificándose también el trasvase de apoyos populares y obreros hacia las organizaciones de clase y hacia otras fuerzas republicanas. Todo ello dificultla renovaci del universo pimargalliano, algo ya muy evidente a la altura de la Segunda Replica, cuando muchas de sus viejas aspiraciones —que además iban dejando de ser privativas del federalismo— se vieron satisfechas por la nueva legislaci o aumentaron los visos de hacerlo pronto. Su nota idiosincrática por antonomasia, lo relativo a la articulaci territorial, ya no logrel predicamento de anta fuera de determinados territorios o colectivos.
No se puede cuestionar que el federalismo pimargalliano mostrcierta capacidad de movilizaci de sus propias bases que asegursu supervivencia durante todo el primer tercio del novecientos, pero adolecide una incapacidad de crecimiento y adaptacin una vez proclamada la Segunda Replica, de modo que podría hablarse de unas bases menguantes y localizadas. El partido se sostuvo en muchos lugares gracias al entusiasmo voluntarioso de un pudo de activistas, hombres y mujeres, que a menudo entroncaban familiarmente con los militantes o dirigentes de finales del XIX. La movilizacin de las mujeres federales, aparte de sus precedentes decimonicos, se constata en el primer tercio del novecientos en el marco de un asociacionismo estable y reglado sobre el que, no obstante, faltan estudios locales que permitan aquilatar su grado de implantaci en el conjunto de Espa; pero está claro que se hallaban muy lejos de la fuerza numérica que exhibían otras organizaciones políticas femeninas.
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Trabajo realizado en el marco del proyecto «La construccin del imaginario monárquico. Monarquías y replicas en la Europa meridional y América Latina en la época contemporánea (siglos XIX y XX)», del Ministerio de Ciencia e Innovaci (ref. PID2019-109627GB-I00).
Me ha resultado muy il la ayuda del personal del Archivo Histico de Asturias, a quienes agradezco mucho su atenci, y particularmente a Ángel Arglles Crespo. También le doy las gracias a Juan Carlos Pitiot por el amable envío de la carta de su abuelo. Y lo mismo a quienes han evaluado el original, por sus valiosas sugerencias.
Sergio Sánchez Collantes. Profesor Contratado Doctor en la Universidad de Burgos. Se formen la de Oviedo, donde recibilos premios Fin de Carrera y Extraordinario de Doctorado. Investiga sobre distintos aspectos de la historia social, política y cultural, destacando el republicanismo. Aparte de diversos capítulos de libros y artículos, es autor de las monografías Demratas de anta (2007), Sediciosos y románticos (2011) y El Azote de la plebe (2014), así como del estudio preliminar al reeditado Proyecto de Constituci Federal del Estado Asturiano (2009). También ha dirigido Estudios sobre el republicanismo histico en Espa (2017) y coeditado La escarapela tricolor. El republicanismo en la Espa contemporánea (2008), Obra periodística de Leopoldo Alas Arglles, 1883-1937 (2017) y El republicanismo en el espacio ibérico contemporáneo (2021). Actualmente, participa en el proyecto «La construcci del imaginario monárquico. Monarquías y replicas en la Europa meridional y América Latina en la época contemporánea (siglos XIX-XX)» (ref. PID2019-109627GB-I00).