in HISTORIA CONTEMPORÁNEA
YANES MESA, Julio Antonio, La desventura de la juventud canaria a finales de la I Guerra Mundial y en la posguerra, 1918-1922. Un caso ilustrativo del demoledor impacto de las crisis del «centro» en «las periferias», Editorial Densura, Santa Cruz de Tenerife, 2022, 371 pp.
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YANES MESA, Julio Antonio, La desventura de la juventud canaria a finales de la I Guerra Mundial y en la posguerra, 1918-1922. Un caso ilustrativo del demoledor impacto de las crisis del «centro» en «las periferias», Editorial Densura, Santa Cruz de Tenerife, 2022, 371 pp.
Julio Yanes nos ofrece en este libro una pormenorizada descripción de la terrible situación vivida en las Islas Canarias en la recta final de la Primera Guerra Mundial y en la inmediata posguerra. Su confesada intención era preguntarse si los terribles sucesos de los últimos años vividos por la juventud actual, la llamada generación perdida, eran semejantes a los sufridos por la juventud de hace una centuria. Adelantamos ya que llega a la conclusión de que quebranto sufrido por la juventud de entonces «fue infinitamente superior» (p. 352). Es una de las principales conclusiones del libro y explica su título. Yanes se centra en la zona que conoce como pocos, las Islas Canarias, en especial Santa Cruz de Tenerife, en un estudio de Historia local excepcional. En un trabajo detallado, con una abrumadora cantidad de datos, Yanes ofrece un desolador panorama de las desdichas que se acumularon en esos cuatro años. Aunque se centra en la juventud, el trabajo nos muestra los problemas de toda la sociedad insular. Y aunque, bien es cierto que algunas de las consecuencias negativas de la guerra y la Gripe española fueron vividas por otras regiones, Yanes explica con precisión por qué la insularidad y la periferia canaria empeoraron hasta el extremo las consecuencias.
En el caso canario, además de los problemas anteriores, se dieron problemas meteorológicos graves (dos etapas largas de sequía concluidas con fenómenos de lluvias torrenciales y temporales extremos) y problemas indirectos por el desplome del azúcar cubano, país al que emigraban tradicionalmente los jóvenes isleños.
La primera parte del libro se destina a conocer la situación de la meteorología, siendo la principal fuente la prensa. Si los periódicos dieron los datos de la pluviometría oficial, también ofrecieron estampas de los episodios más relevantes. Impacta conocer la situación desesperada de la población por la prolongada sequía de 20 meses seguido sin lluvia, en especial de las islas más secas a las que se tuvo que enviar agua en barco. La terrible sequía terminó con episodios de lluvias torrenciales, lo cual agravó aún más la situación del ya delicado agro canario. Confesamos que nos ha parecido la parte más original del libro y nos ha impresionado la cantidad de datos que consigue ofrecer.
El segundo bloque se destina a detallar la situación de la clase obrera insular. Aunque la inflación y el desplome del trabajo afectaron a los obreros en todo el Estado, en el caso de Canarias la insularidad también supuso diferencias. La caída del comercio internacional (como el de plátanos y tomate) significó la crisis total de la economía canaria. Pero, si la situación económica ya de por si fue grave para la mayor parte de la clase obrera (no solo el campesinado que lidiaba con la sequía y con la falta de compradores) en especial los obreros portuarios, esta se hizo dramática cuando el poco tráfico comercial con la península también se rompió en 1917 por el bloqueo de los submarinos alemanes. No solo se trataba de cortar todo el posible trabajo de los puertos canarios y de la salida de la producción insular, es que tampoco llegaban materias primas de primera necesidad (como el carbón, que llevó a que se aprovechase el que había caído en el fondo del puerto de Santa Cruz, primero clandestinamente y después con el visto bueno de la comandancia de Marina). Por tanto, si la inflación era terrible en el caso de la España peninsular, en la insular adquiría categoría dramática por la falta de productos de primera necesidad (como el trigo, que hubo de ser enviado por el gobierno nacional). La prensa ofrece muchos ejemplos de esa desesperación al detallar cómo parte de la buena sociedad y de la Iglesia costeó la apertura de cocinas económicas donde se podía comer a precios de coste y cómo estas se desbordaron. Pero aún es más terrible leer la novedad de la aparición de grandes bolsas de mendigos en las ciudades en la posguerra, etapa en la que la falta de reactivación del comercio y la terrible sequía, empeoraron la situación de la población campesina. La existencia de ancianos mendigos y niños abandonados se convirtió en un grave problema (claramente de proporciones descocidas hasta entonces) como recogió la prensa de la época (p. 205) Llama también la atención el aumento de suicidios (en todo el estado español) y sobrecoge la lista del centenar largo de suicidas que Yanes aporta con datos de los periódicos tinerfeños (pp. 252-256). Yanes señala que hubo un repunte claro en el verano de 1919: «cuando la pandemia de la “gripe española” agravaba el aislamiento del archipiélago, la prolongada sequía dejaba sus peores secuelas en el agro insular y la economía aún no había dado visos de comenzar a remontar el vuelo» (p. 257).
La tercera parte de libro está dedicada a la casi única alternativa que muchos canarios encontraron: la emigración a Cuba. La tradicional emigración a la «Perla de las Antillas», como la propaganda la denominó entones, se vio aún más alentada por el espectacular auge del sector azucarero como consecuencia de la caída de la producción remolachera en Europa por la guerra. La emigración, generalmente de hombres jóvenes, comportó varios problemas añadidos entre los que destaca el problema de emigrar sin haber realizado el servicio militar. El endurecimiento de las leyes de recluta (y las necesidades de la Guerra de Marruecos) obligó a muchos canarios e emigrar antes de cumplir 21 años para evitar ser reclutados. El crack azucarero en 1921 motivó la necesidad de volver después de haber sido declarados prófugos lo que hizo que muchos se acogieran a indultos concedidos por el gobierno. La prensa de nuevo ofrece interesantes datos de cómo se detenía a prófugos, también sobre los «enganchadores» y su publicidad para conseguir enviar mano de obra a Cuba, y sobre cómo llegó la gripe española a las islas y cortó la emigración.
El número de ejemplos que nos ofrece Yanes es abrumador. Aunque el historiador ha buceado en los archivos de las islas (no solo en el de Santa Cruz de Tenerife donde ha centrado la investigación), reconoce que lo incompleto de los mismo le ha llevado a apoyarse en la prensa como fuente principal, evidenciando la cantidad de datos que la prensa ofrece para reconstruir la Historia. El libro demuestra que la prensa es la gran fuente de la historia contemporánea. No es que sea la fuente más importante, pero, desde luego, es una fuente-comodín que la hace la más completa de todas. Sirve para estudiar la meteorología1, la sociedad, la emigración, la economía, etc. Sirve para completar los datos que los archivos clásicos han perdido (como es el caso aquí señalado). Y en algunos casos recoge testimonios que de otro modo (como el reportaje sobre la emigración irregular a Cuba que publicó La prensa, 24-10-1910) nunca hubiesen llegado a nosotros.
Concha Langa Nuño
1 El uso de la prensa como fuente para la meteorología ya ha sido puesto de manifiesto, aunque el trabajo de Yanes resulte de especial interés. Ya tuvimos ocasión de defender su uso en el trabajo: LEÓN-GONZÁLEZ MAZÓN, P., GARCIA MARTINEZ, B., LANGA NUÑO, C.: «El estudio de las inundaciones históricas en Sevilla a través de fuentes periodísticas (siglo xx)». En: Estudios sobre el Mensaje Periodístico. 2020. Vol. 26. Núm. 1. Pp. 177-188. (https://doi.org/10.5209/esmp.67297).
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Concha Langa Nuño