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«Valió la pena». Inmigración y revolución de la vivienda en el barrio de Roquetes, Barcelona, durante el franquismo «It Was Worth it». Immigration and Housing Revolution in the Roquetes Neighborhood, Barcelona, During Francoism
DOI: 10.1387/hc.24139
Resumen
Sobre la base de un trabajo previo con fuentes municipales y padrones de población, el artículo analiza en detalle a través de veintiuna historias de vida los cambios decisivos experimentados en las condiciones de la vivienda de un barrio obrero e inmigrante barcelonés, a raíz del acceso a una casa en propiedad en el segundo franquismo.
Main Text
«Valió la pena». Inmigración y revolución de la vivienda en el barrio de Roquetes, Barcelona, durante el franquismo
«It Was Worth it». Immigration and Housing Revolution in the Roquetes Neighborhood, Barcelona, During Francoism
Enrique Tudela Vázquez*
Universidad de Granada (UGR), Granada
José Luis Oyón
Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), Barcelona
Joan Roger
Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), Barcelona
Resumen: Sobre la base de un trabajo previo con fuentes municipales y padrones de población, el artículo analiza en detalle a través de veintiuna historias de vida los cambios decisivos experimentados en las condiciones de la vivienda de un barrio obrero e inmigrante barcelonés, a raíz del acceso a una casa en propiedad en el segundo franquismo.
Palabras clave: Inmigración, historia urbana, periferias obreras, vivienda, fuentes orales.
Abstract: Based on previous work with council sources and population census, the article analyzes in detail, through twenty-one life stories, the crucial changes experienced in the housing conditions of a working-class and immigrant neighborhood in Barcelona as a result of access to homeownership in the second Francoism.
Keywords: Immigration, urban history, working-class suburbs, housing, oral sources.
* Correspondencia a / Corresponding author: Enrique Tudela Vázquez. Departamento de Historia Contemporánea de la UGR. Campus de la Cartuja, Calle Profesor Clavera s/n. 18011, Granada — etudelava@ugr.es — https://orcid.org/0000-0001-9689-9636
Cómo citar / How to cite: Tudela Vázquez, Enrique; Oyón, José Luis; Roger, Joan (2025). «“Valió la pena”. Inmigración y revolución de la vivienda en el barrio de Roquetes, Barcelona, durante el franquismo», Historia Contemporánea, 78, 665-697. (https://doi.org/10.1387/hc.24139).
Recibido: 27 diciembre, 2022; aceptado: 10 julio, 2023.
ISSN 1130-2402 — eISSN 2340-0277 / © UPV/EHU Press 2025
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional
Las calles que configuraban tan heterogéneas viviendas ofrecían el mismo atractivo que cualquier camino de carro, cañada o sendero montañoso. La mayoría sin urbanizar, presentaban un trazado tan desigual que fácilmente se verán desviadas o cortadas en direcciones opuestas. A veces por un terreno tapiado o por amplios socavones, pero, sobre todo, producto del desordenamiento de las casas. Porque nadie controlaba y urbanizaba los solares que se edificaban. Porque la actuación de las Administraciones locales iba impregnada de corrupta especulación. O, simplemente, porque en aquellos momentos a la gente sólo le preocupaba dormir bajo techo y comenzar a saborear los incipientes placeres del bienestar económico.[1]
Esta descripción del paisaje a finales de la década de 1950 y comienzos de la siguiente en algunos barrios de la localidad de Santa Coloma de Gramanet, colindante al municipio de Barcelona, tales como Can Franquesa, El Fondo o Singuerlín, es común a muchos otros suburbios que se fueron configurando en la capital catalana y en municipios de su área metropolitana a partir de mediados de la segunda década de posguerra. Lugares como los descritos fueron resultado de las grandes oleadas migratorias que, desde los años cincuenta, transformaron la fisonomía de las localidades y distritos barceloneses donde se asentaron de forma mayoritaria las familias recién llegadas, en su amplia mayoría de condición obrera. En el caso de la ciudad de Barcelona, destaca el desarrollo urbanístico del sector norte del municipio, convertido a lo largo del franquismo en el gran espacio de crecimiento poblacional y lugar más representativo de la periferia residencial obrera y popular barcelonesa. Se trata del territorio vinculado en sus orígenes a Sant Andreu del Palomar y que a partir de 1984 recibiría el nombre de distrito de Nou Barris. Durante la segunda etapa del franquismo, ningún otro conjunto de barrios de Barcelona reunía tantas características comunes con lo que estaba sucediendo en buena parte de sus municipios colindantes, como L’Hospitalet de Llobregat, Cornellà, Badalona o la mencionada Santa Coloma.
Entre los trece barrios que conforman el Nou Barris actual, son los ubicados al norte del distrito, en claro contraste respecto con los del sur, los que reúnen características únicas para poder observar los procesos de asentamiento y evolución de las comunidades migrantes que llegaron a vivir a Barcelona durante las décadas centrales del siglo xx. Entre ellos destaca, tanto por su diversidad de formas y modalidades de vivienda como por los altos porcentajes de población inmigrada, el barrio de Roquetes. A pesar de contar con un sector de bloques de la Obra Sindical del Hogar (OSH) construidas entre 1954 y 1955, la autoconstrucción y la densificación del escaso tejido urbano anterior, desempeñaron un papel relevante en la evolución urbana del barrio. Como ya hemos señalado en otros trabajos, si los polígonos de vivienda edificados sobre antiguos terrenos agrícolas pueden hacer pensar en una cierta tabula rasa respecto a la creación de ciertos barrios, «el peso específico de la densificación y las singularidades de la autoconstrucción obligan a destacar la importancia de las herencias, de los condicionantes topográficos, también de las circunstancias, procesos y tiempos de su construcción».[2]
La relación entre vivienda y migración en el marco de la dictadura franquista, particularmente en el periodo comprendido entre finales de la década de los cincuenta y mediados de los años setenta, ha sido motivo de diversas aproximaciones para el caso de la ciudad de Barcelona[3] y para casos similares en otras ciudades del Estado español[4]. Desde aquellos primeros trabajos publicados entre finales de la década de 1950 y mediados de la siguiente[5], hasta las más recientes investigaciones sobre el distrito de Nou Barris, llevadas a cabo por un equipo de arquitectos e historiadores urbanos de la Universitat Politécnica de Catalunya[6], han sido abundantes las aproximaciones que desde diversos ámbitos se han realizado a la cuestión de la vivienda obrera y la evolución de los barrios periféricos de la capital catalana durante el franquismo.
Sin embargo, no han sido tan frecuentes aquellos trabajos basados en entrevistas en profundidad que nos permitan acceder directamente a la experiencia de las personas que residieron y/o residen en esos barrios, es decir, investigaciones que ayuden a comprender desde las experiencias vitales el modo en el cual se desarrollaron las distintas estrategias familiares obreras en su proceso de inserción espacial y movilidad social.[7] A los estudios pioneros basados en la recogida de testimonios llevados a cabo en la década de 1980 por Jaume Botey[8] en el barrio de Can Serra de L’Hospitalet de Llobregat o de Angelina Puig[9] en el de Torre-Romeu de Sabadell, podemos añadir algunos pasajes de la obra colectiva llevada a cabo décadas más tarde sobre el fenómeno de las barracas en la ciudad de Barcelona a lo largo de todo el siglo xx[10], en las cuales cobra protagonismo la voz de los y las barraquistas. Algo similar sucede en recientes trabajos que han abordado, a través del uso principal de fuentes orales, aspectos de la cuestión de la vivienda para el caso de las migraciones andaluzas instaladas en Barcelona durante el primer franquismo[11]. Por otra parte, la publicación de memorias personales de vecinos de los barrios obreros y populares de Barcelona ha sido también una fuente importante para conocer de primera mano detalles que habían pasado desapercibidos en otro tipo de aproximaciones de carácter más cuantitativo. Sobre el caso concreto de Nou Barris y en particular de Roquetes, contamos con la publicación por parte del Ajuntament de Barcelona de recopilaciones de testimonios, como la obra Gent de Nou Barris: 1897-2007. La transformació a ciutat[12] en la cual se recogen voces de personas residentes de larga duración en el barrio, así como los valiosos testimonios de Jesús Carrasco[13] o el más reciente de Luis Cabrera[14], a través de los cuales sus autores revelan numerosos detalles de la vida cotidiana en ese territorio de la periferia barcelonesa.
El presente artículo retoma nuestro trabajo sobre la revolución de la vivienda en Nou Barris de 2021, para indagar en el caso específico del barrio de Roquetes. Se ha pretendido profundizar dicho trabajo —que utilizaba como fuentes principales los padrones de habitantes y otra documentación de origen esencialmente municipal (licencias de obras, informes municipales varios)— centrándose ahora exclusivamente en entrevistas personales. Estas historias de vida permiten, como se verá, confirmar parte de los hallazgos ya publicados y, sobre todo, dan espesor histórico al conocimiento de las motivaciones y estrategias de movilidad social que, a través de la vivienda y su régimen de tenencia en propiedad, desarrollaron las familias asentadas en el barrio de Roquetes durante el franquismo.
Este trabajo está basado en entrevistas en profundidad semiestructuradas, realizadas mayoritariamente en los domicilios de las personas consultadas y en destacados locales del barrio, como la sede de la Associació de Veïns i Veïnes de Les Roquetes, la biblioteca Les Roquetes-Rafa Juncadella o el Centre Ton i Guida, entre junio de 2021 y junio de 2022. Todas ellas se llevaron a cabo con el apoyo de un cuestionario, lo que permitió ir abordando los diferentes temas que resultaban de interés para esta investigación. El uso del cuestionario, guía de entrevista, permitió además garantizar una cierta coherencia en las respuestas y la obtención de un tipo de información similar en todas las entrevistas. El criterio fundamental de selección de las personas entrevistadas fue que estuvieran residiendo en el barrio de Roquetes desde, como mínimo, la década de 1970. El método de obtención de las entrevistas fue el denominado método de muestreo acumulativo o técnica de muestreo de referencia en cadena, conocido popularmente como «bola de nieve». Este método se impuso frente a otras opciones posibles, como tratar de localizar a las personas a entrevistar a través de los datos del padrón o bien buscar aleatoriamente informantes en el barrio. Como paso previo a la realización de las entrevistas, y siempre que fue posible, se llevó a cabo una pequeña encuesta exploratoria, que permitió reconocer en qué medida se adecuaba el testimonio de esa persona a los objetivos de la investigación. En una siguiente fase se entrevistó a esas personas, que a su vez permitieron establecer contacto con otros informantes que podían ser entrevistados. El desarrollo de estos encuentros tuvo lugar en diferentes fases, a menudo interrumpidas o pospuestas por la desfavorable situación sanitaria creada con motivo de la pasada pandemia de COVID-19, ya que al tratarse de personas de edad avanzada considerada población de riesgo, durante largos periodos no resultó fácil la labor de concertar entrevistas.
A través de los relatos de las personas entrevistadas se han abordado aspectos como la procedencia de la familia, las trayectorias personales y familiares, los motivos de la emigración —en caso de haberla— y del asentamiento en el barrio, el oficio desempeñado, el nivel de estudios, el origen de los ingresos familiares, la composición de la familia y su evolución durante los años de residencia en Nou Barris y Roquetes o, eventualmente, en otro distrito o barrio de Barcelona. Otra parte del cuestionario abordó aspectos relacionados específicamente con la vivienda en sus aspectos más vinculados a la vida cotidiana: localización precisa del domicilio de llegada al barrio y de los posibles cambios residenciales, razones del acceso a esa vivienda, tipo de tenencia y carga que suponía para el presupuesto familiar, posibles cambios residenciales en el barrio durante el periodo y motivos para ello. A continuación, se indagaban aspectos concretos de las viviendas, tales como las dimensiones, la distribución y el uso de las distintas habitaciones, las formas de calentar la casa, de cocinar, de lavar la ropa, la frecuencia de las compras, el estado de los baños o el acceso a los electrodomésticos. En total se llevaron a cabo 21 entrevistas en el barrio de Roquetes, con una duración media de noventa minutos cada una. Objetivo principal del trabajo era el de observar la posible correspondencia con algunos de los datos cuantitativos elaborados en la obra colectiva previa que ha servido de base para este estudio: La revolució de l’habitatge a les perifèries obreres i populars: Nou Barris 1939-1980.[15]
Tras analizar la representatividad de la población entrevistada cotejándola con fuentes como los padrones y las actas matrimoniales, el artículo analiza en detalle las historias de vida en el campo de la vivienda para observar primero las mejoras en la superficie disponible por habitante. A continuación, se estudian las circunstancias y esfuerzos financieros que significó el masivo acceso a la propiedad, especialmente desde 1960. Finalmente, se repasan los cambios que, asociados al nuevo tipo de tenencia, se produjeron en la esfera del equipamiento doméstico. Una auténtica revolución, que como se verá, tuvo tempos y matices diferenciados para las primeras familias instaladas en el barrio en casetas en propiedad en los años de entreguerras, para las que adquirieron una parcela y se autoconstruyeron su casa durante los años cincuenta y sesenta y para las familias —mayoritarias— que accedieron masivamente a la compra de pisos en casas plurifamiliares durante los años sesenta y setenta.
Características de las personas entrevistadas en el contexto de la evolución de Roquetes
Las personas entrevistadas fueron catorce mujeres y siete hombres nacidos entre 1931 y 1965, principalmente en las décadas de 1940 y 1950, y con un tiempo mínimo de residencia en el barrio de cuarenta y cinco años.[16] De ese modo, uno de los sesgos principales que contiene la muestra es el de haber entrevistado, a excepción de un caso, a personas propietarias que siguen en Roquetes y que se han arraigado en el barrio precisamente por haber accedido, ellos o sus padres, a la propiedad de sus viviendas, ya fuera por procesos de autoconstrucción o por compra. Precisamente, el mencionado recurso al método de muestreo acumulativo o técnica de muestreo de referencia en cadena, la «bola de nieve», para obtener testimonios, dio como resultado una mayor proporción de personas propietarias en las entrevistas. Unas nos remitían a otras para ir ampliando la muestra, algo que vino a confirmar la dificultad de encontrar personas, en caso de existir, que llevaran al menos cuatro décadas viviendo en barrio y no hubieran accedido a la propiedad. El análisis se centró por tanto en personas que adquirieron sobre todo propiedades en el barrio en los años del franquismo. Al adentrarnos en el análisis de la población entrevistada, la primera constatación sobre su origen apenas depara sorpresas. Si contemplamos la procedencia de los padres, la población emigrada de sus regiones de origen ascendía a un abrumador 85%. En un 37,5% se trataba de población andaluza, la región mayoritaria con diferencia. Si contemplamos en cambio la generación de los hijos e hijas, sector al que pertenece la mayor parte de las personas entrevistadas, el pequeño porcentaje de población catalana asciende ya a un 50% (un 27,3% de Andalucía). Esta sobrerrepresentación de población autóctona se observa tanto si se compara con las cifras digitalizadas del padrón de 1970 (36,3% de población autóctona y una población inmigrada del 63,7%, con un 38,1% población andaluza), como si llevamos la vista diez años atrás, al padrón de 1960, donde la población inmigrada era todavía más destacada, con un 65,3%, un 39,3% de la cual es andaluza. Se puede hacer una comparación más precisa, cotejando el origen de las personas entrevistadas con el de los consortes residentes en el barrio en 1976 (estudiados en las actas matrimoniales del Registro Civil), nacidos la mayoría en la década de los cincuenta, como es el caso de los entrevistados y entrevistadas. Los nacidos o nacidas fuera de Cataluña ascendían al 61,1%, con un 34,7% de consortes de Andalucía, y los nacidos o nacidas en Cataluña suponían un 38,9%. Según esa comparación, las historias de vida analizadas denotarían una ligera sobrerrepresentación de gente autóctona y una ligera infrarrepresentación de personas inmigradas del orden del 10%.
Respecto a la actividad socio-ocupacional, el conjunto de las personas entrevistadas responde bastante bien al perfil laboral de la cohorte de los casados y casadas en 1976 según las actas matrimoniales: en torno al 45% de la gente entrevistada responde al perfil de trabajadores o trabajadoras cualificados, un porcentaje casi idéntico al de las ocupaciones de las novias y novios de 1976 en las actas matrimoniales. La principal divergencia está en la infrarrepresentación en torno al 10% del grupo de las personas con trabajo de oficina (contables, administrativas, secretarias, dependientas), una infrarrepresentación equivalente al 10% de sobrerrepresentación del grupo del trabajo no cualificado. La causa principal de ese desajuste reside en la predominancia de mujeres entre las personas entrevistadas: dos de cada tres (una proporción inversa a la de novios y novias que declaraban oficio en 1976). Es decir, en las entrevistas hay más mujeres de lo esperable, mujeres que al ser mayoritarias entre los oficios poco cualificados explican la ligera sobrerrepresentación del trabajo no cualificado.
Como se ha señalado, las entrevistas cuentan con el soporte previo de un largo trabajo cuantitativo basado en fuentes primarias, principalmente municipales, y recogido en libros y artículos de reciente aparición[17]. Como todas las segundas periferias barcelonesas, el barrio de Roquetes surgió en los años de entreguerras[18], pero su población apenas rondaba en 1940 los 700 habitantes, ubicados en poco más de un centenar de viviendas. Los cambios en los años cuarenta fueron muy limitados (poco más de mil habitantes en 230 viviendas en 1950)[19]. Las auténticas transformaciones se produjeron en los cincuenta y en los sesenta, donde se pasó a 6.706 habitantes en 1960 y a cerca de 18.000 en 1970 ocupando 4.100 viviendas. En total, la población del barrio se multiplicó por 25 durante el franquismo. Un 72% de los hogares eran en 1970 de familias nucleares, repartidas tanto en la zona de autoconstrucción de Roquetes Altes como en la más poblada de Roquetes Baixes. El crecimiento urbano hasta entonces combinó autoconstrucción en la parte alta del barrio, durante los años cincuenta y sesenta, densificación en casas de pisos en la parte baja y un sector perteneciente a un polígono de la Obra Sindical del Hogar. El parque de viviendas de la parte baja casi cuadruplicaba al de la parte alta. La estructura ocupacional desde 1940 estuvo abrumadoramente dominada por los y las trabajadores/as manuales. En 1970 representaban el 91% de todos los cabezas de familia. Un 54% pertenecían al sector del trabajo cualificado y un 37% al del no cualificado, un fenómeno de profesionalización de muchos oficios y disminución del trabajo a jornal que se observó sobre todo a partir de 1950.
Acorde con esa condición homogéneamente obrera, Roquetes según los datos digitalizados del Padrón de 1970, era uno de los barrios con menor proporción de viviendas con gas natural y agua caliente de la ciudad. Pero esos datos no reflejan ni los avances en la superficie disponible por habitante ni cambios fundamentales en el equipamiento del interior doméstico. Y sobre todo no reflejan que el barrio era ya por entonces uno de los de mayores tasas de propiedad de Barcelona, con más del 58%, una tasa que iría luego incrementándose todavía más durante la década de los setenta y ochenta[20]. Es aquí, por otra parte, donde el sesgo de la serie de entrevistas puede ser mayor porque, como veremos, la práctica totalidad de las personas entrevistadas eran de hecho propietarias hacia 1980 y viven todavía en Roquetes. La propiedad ha fijado al barrio a todas esas familias y la encuesta ha dejado de lado a las numerosas personas que hacia esa fecha eran inquilinas y que a veces acabaron abandonando el barrio. Dicho esto y a pesar de esa limitación, el objetivo del artículo es confirmar o desmentir si los hallazgos sobre la revolución en la vivienda que hemos analizado en el distrito de Nou Barris hasta 1980 se reflejaron también en las historias de vida en estudio y cómo fueron vividos dichos cambios, a veces vertiginosos, en las diferentes personas entrevistadas.
Mapa 1
Barrio de Roquetes, en el distrito de Nou Barris de Barcelona, dividido por la calle Mina de la Ciutat, entre Roquetes Altes, en su parte norte, el área de autoconstrucción con un trazado que sigue las curvas de nivel, y Roquetes Baixes en la parte sur
Fuente: elaboración propia.
Más espacio para menos personas: la revolución en la superficie disponible
La primera de las revoluciones de las que hablaba hace treinta años Colin Ward[21] para caracterizar la vivienda en los años de crecimiento económico y cambio social de la segunda posguerra mundial, tiene que ver con el aumento de la superficie de vivienda disponible por habitante, un aumento que resultó tanto del crecimiento de la dimensión de las nuevas viviendas construidas como de la reducción de miembros de la familia. Más espacio en las nuevas viviendas para unas familias que van a dejar de ser extensas y, sobre todo, numerosas para convertirse en nucleares con dos, o como máximo tres hijos.
Pero es que además las viviendas no solo estaban creciendo de tamaño en los polígonos, como en los barrios de densificación de mediados de los sesenta a mediados de los setenta. En esas nuevas viviendas más grandes vivirá menos gente. Según cifras censales, en Roquetes se pasaría de una media de 4,9 personas por vivienda en 1947 a 3,8 en 1970, en plena fase de expansión y compra de nuevos pisos en el barrio.[22] Evidentemente, se trata de una comparación entre viviendas del mismo barrio. Pero el barrio se hizo esencialmente con gente que previamente habitó otros barrios de Barcelona, por lo que las entrevistas son una fuente mucho mejor para comparar el antes y el después de las condiciones de vivienda. Las personas entrevistadas vivieron al llegar de mestressa,[23] alojados por hermanas, hermanos u otros familiares con los que cohabitan, experimentaron el realquiler, las pequeñas porterías, en condiciones precarias de cohabitación, y siempre o casi siempre en pisos «muy pequeñitos», como dice una de las entrevistadas: entre 40 y 60 m2 de superficie por los datos que hemos podido deducir.[24] En cambio, en la generación de los hijos se tratará casi sin excepción de familias nucleares, que ocuparán mucho más desahogadamente superficies que oscilan entre los 50 y los 102 m2, con una mayoría de viviendas fluctuando entre los 70 y los 90m2. Un cálculo aproximado arrojaría una media de unos 7m2 por habitante en los años cincuenta y sesenta frente a una media de unos 18m2 por persona en los años setenta y primeros ochenta, cuando los hijos de las familias inmigradas se emancipan y compran un piso en Roquetes. Puede decirse pues que la superficie disponible por individuo se duplicó con holgura entre una generación y la siguiente. Dormir con hermanos o hermanas en la misma habitación, en literas o camas turcas, sin espacio posible para aislarse y estudiar o leer, hacer la vida exclusivamente en el pequeño comedor-cocina[25], pasan a ser algo del pasado para todas las familias de la nueva generación de personas interrogadas nacida a finales de los cuarenta o en los cincuenta, jóvenes que al casarse se alojarán en un nuevo piso en el barrio.
La revolución de la casa en propiedad: de la caseta unifamiliar de entreguerras a la autoconstrucción de los años cincuenta y sesenta
Lo más decisivo, sin embargo, fue el cambio en el tipo de tenencia y concretamente el acceso a la propiedad de la vivienda. El paso a la propiedad determinará la gran transformación en la vida cotidiana no sólo en la superficie habitable sino también en el equipamiento doméstico de la casa. Prácticamente todas las personas entrevistadas son de hecho propietarias de las casas en las que viven desde hace varias décadas. En el acceso a la propiedad de la casa se pueden distinguir tres etapas marcadamente diferenciadas. La del período de nacimiento del barrio en los años de entreguerras, la de los años cincuenta donde tomó impulso la autoconstrucción de la parte alta del barrio, y la de los años sesenta y setenta, fundamentalmente caracterizada por la densificación de tejidos urbanos ya existentes. Las dos primeras son cuantitativamente las menos importantes y corresponden a descendientes de las primeras familias instaladas en Roquetes Baixes en pequeñas casetas unifamiliares cuando el barrio estaba surgiendo, en la década de 1920, (representan menos del 7% de las entrevistas analizadas) y la cohorte de familias que se instalaron casi todas ellas en la zona de autoconstrucción y «propiedad imperfecta» de Roquetes Altes, en la década de 1950.[26] Las viviendas en propiedad de los años cincuenta aumentan su presencia dentro del conjunto de familias propietarias hasta representar un 17,2% del total de personas entrevistadas. Son todas ellas propietarias de casas de autoconstrucción en la parte alta del barrio. Las familias que accedieron a la propiedad de un piso durante los años sesenta y, sobre todo, setenta son de lejos las que tienen mejor representación en el conjunto de entrevistas. Las que se convirtieron en propietarias en los años setenta alcanzan un 44,8% del total, la más alta representación de todas las décadas (un 20,7% de familias accedieron a la propiedad en los ochenta). Los hijos e hijas nacidos en los años cincuenta serán los que se convertirán al casarse en propietarios de pisos en esas dos últimas décadas y también los que mejorarán sustancialmente los estándares de habitabilidad en relación con los años en los que convivieron con sus padres.
La propiedad supondrá, por un lado, un giro radical en unas condiciones de vivienda extremadamente duras como gente inmigrada, un auténtico abismo habitacional sobre todo para las personas recién llegadas en los años cincuenta y sesenta caracterizado por la cohabitación, la estrechez de los espacios y la falta en algunos casos de equipamiento doméstico básico. Según los testimonios recogidos, la familia previamente instalada en la ciudad y en algunos casos los paisanos, jugarán un papel importante en los primeros estadios de la trayectoria residencial en la ciudad. Por otro lado, la opción por el piso o la casa en propiedad tendrá que ver, esencialmente, con el hecho de ser en su momento la mejor opción económica dados los sueldos disponibles, tanto si se disponía de los sueldos de padres e hijos, en el caso de los propietarios de la generación de los padres, como, en el caso de la generación de los hijos, si se invertían los sueldos de los recién casados —o en caso de disponer el marido de un buen sueldo— trabajando mucho y haciendo horas extraordinarias. Tras tomar la decisión de acceder a un piso en propiedad, las vicisitudes del pago son prolijas en las personas entrevistadas, quienes narran una trayectoria residencial previa muy dura, que no se torna desahogada hasta el pago definitivo del piso en propiedad.
Vayamos en primer lugar con algunos ejemplos de las personas entrevistadas que comenzaron a labrar la relación con su vivienda a través de la propiedad en los años de entreguerras. Eran las económicamente mejor situadas de partida por tener o haber tenido negocios de padres o abuelos asociados al pequeño comercio. Son también personas nacidas en Barcelona con padres o madres nacidos en la ciudad. A.P vive todavía hoy en día en una casa cuya historia se remonta a esos años de nacimiento de la parte baja de Roquetes. Nacida en Barcelona en 1952, su madre era de Xàtiva y su padre de Barcelona. Ante la perspectiva de cohabitar con familiares optaron al casarse por una pequeña casa con huerto que el abuelo paterno tenía en Roquetes desde antes de la guerra. Estaba en la calle Vidal i Guasch a mediados de los años cuarenta: «Hi havia un hort gran i la casa al fons. La casa deuria tenir unos 40m2; hi havien dos habitacions, una cuina petita i el menjador, tambè petit. Feiem molta vida fora a l´estiu».[27] El retrete estaba fuera en una caseta. Sus padres fueron ampliando la casa, «amb ciment i ferros»[28]. En torno a 1962, en la parte de delante de la parcela, donde tenían gallinas, construyeron una planta baja y un piso. Allí abrieron una de las primeras tiendas de ultramarinos del barrio. Cuando A se casó, fue a vivir a la vivienda de otra calle próxima, pero como se le fue haciendo pequeña, junto con su hermana pidieron permiso a los padres para construir dos pisos más encima de la casa-tienda, aumentando así en unos 160 m2 las dimensiones de la edificación original. El piso de A tiene actualmente 80m2 y todavía vive allí.[29] Ese crecimiento en altura y en número de viviendas por remonta de pisos sobre la edificación original, fue característico de esta parte baja del barrio durante los quince o veinte años posteriores a la guerra[30], aunque en su caso se prolongó en el tiempo hasta los primeros setenta. La historia residencial de A ejemplifica también con claridad el proceso radical de densificación que sufrió Roquetes y el resto de las barriadas de Nou Barris surgidas en los años de entreguerras por otra cuestión. Durante los años sesenta y, en Roquetes durante los setenta, las viviendas bajas unifamiliares eran derribadas y sustituidas por casas de pisos, ofreciéndose a la familia propietaria a través del mecanismo de la permuta uno o más pisos de la nueva edificación en altura[31]. En el caso de la familia de A, la casa de atrás, la original, la alquilaron una temporada, pero «amb el temps, junt amb una altra casa i terreny d´uns veïns que donaven al nostre terreny, la vam donar a permuta que es deia…. Donaves el terreny i construïen i et donaven pisos. Ens vam donar dos pisos».[32] Eran los años sesenta.[33] A la familia de A.S.B., residente en una casa iniciada por sus abuelos en 1922 también le ofrecieron dos pisos en permuta por el huerto.[34]
Detengámonos, en segundo lugar, en las personas entrevistadas que accedieron en la etapa de los años cincuenta a la propiedad en la parte alta de Roquetes, en este caso la «propiedad imperfecta» de una casa autoconstruida en terrenos no urbanizables, casas que fueron progresivamente ampliándose en el tiempo. Al carecer de cobertura legal, las familias propietarias de esas casas en principio unifamiliares no pudieron acceder al alcantarillado de forma autoconstruida hasta 1964, mientras que el agua corriente no llegó hasta 1969. Los padres de A.I.O. vivían en casa de los abuelos en Sant Andreu. Por problemas familiares abandonaron la casa, yendo a parar a una habitación en casa de unos primos de su padre, en el mismo barrio. Y a través de uno de esos primos, uno de los promotores de la venta de terrenos en Roquetes Altes, fue como se embarcaron en la compra de una parcela y la construcción de la casa en el número 9 de la calle Rodrigo Caro. El solar era una auténtica montaña que había que horadar para conseguir espacios mínimamente habitables. Comenzaron por hacer un rebaje, después una barraca que luego fueron ampliando sucesivamente, hasta empezar a construir más convencionalmente, con albañiles. No tenían vínculos previos con Roquetes. A.I.O. nació en el hospital de Vall de Hebrón cuando sus padres ya tenían la casa construida con «cara y ojos». Vivió en esa casa hasta que se casó y mudó a un piso de compra en el número 45 de la misma calle.[35] Tras ser en origen una mera barraca de 25 m² de una sola planta, construyeron después el lavabo con pozo muerto detrás, un comedor-cocina y dos habitaciones. En la construcción de la casa participaron ellos mismos con ayuda de vecinos y amigos: autoconstrucción por ayuda mutua, en términos de John F.C. Turner[36]. A.I.O. vivió en la casa que construyeron sus padres hasta que se casó con 30 años, en 1984. Decidió quedarse en el barrio porque comprar una casa allí era más barato. Encontraron un piso en la misma calle, Rodrigo Caro 45. Luego, al morir su madre, retornaron a la casa del número 9 porque valoraron como calidad de vida el residir en una casa sin vecinos, con una terraza delante, «que se ve toda Barcelona», y patio delante y detrás. Una de las dos hijas vive todavía con ellos. La última reforma de la casa la han realizado en parte porque a su hija le gusta también vivir allí.
El padre de su vecino, J.M.P., también entrevistado, trabajó en la construcción de su casa, del mismo modo que su padre participó en la suya. Se construían las casas los domingos, porque el resto de los días de la semana había que ir a trabajar. Tanto el padre de J.M.P. como el de A.I.O. son de la generación que estuvo construyendo sus casas toda la vida, como otros vecinos de la misma calle que también edificaron sus casas partiendo de la montaña. Las casas de J.M.P. y A.I.O. han tenido jardín en la parte delantera, donde tenían animales para obtener huevos y carne, que consumían en Navidad y algunos domingos. Con posterioridad, su padre, al igual que el de A.I.O., se fue trayendo a sus hermanos para vivir en la casa con ellos. Como había mucho trabajo en esa época y había terrenos para comprar, sus dos tíos se compraron un terreno cerca que partieron por la mitad para construir; una tía suya también, aunque luego se mudó para el centro. Igual que en el caso de A.I.O., comenzaron por pequeñas construcciones-barraca que luego fueron progresivamente ampliando. J.M.P. nació cuando sus padres alquilaban una habitación en el vecino barrio de Verdún. En ese momento, decidieron irse a vivir solos y comprar un solar en la calle Ojeda número 1, en Roquetes Altes. Mientras sus padres iban construyendo la casa, en el año 1959 —J.M.P. contaba con cuatro años— se mudaron definitivamente a la casa donde siguen viviendo. Al llegar, no tenían ni luz, ni agua, ni cloacas. Llegaron al barrio porque buscaban la oportunidad de tener una casa individual propia. Su padre, oriundo de un pueblo de Jaén, estaba acostumbrado a vivir en casas de campo. En el viaje en tren a Barcelona conoció a un hombre con el que hizo amistad y que le pasó contactos de sus familiares y le proporcionó el vínculo con una zona donde pudo encontrar en aquel momento terrenos «superbaratos». Se trataba de solares de diversos propietarios, ya que la montaña estaba parcelada. Antes de irse al servicio militar, sus padres le comentaron que pensaban comprar el solar-casa de al lado, aunque con su compañera J.M.P. había empezado a construir con su dinero un pequeño apartamento encima de la vivienda de sus padres. Su padre le compró el solar-casa «muy bien de precio», en la esquina, y a partir de ahí empezó a construir en Rodrigo Caro, 15. El entrevistado recalca la importancia de tener una casa propia, sin problemas vecinales, más económico porque muchas cosas las construía con su propio trabajo familiar y la ayuda de amigos, durante las vacaciones. En su caso costó un millón de pesetas en concepto de materiales y contratando la ayuda de otros trabajadores. De ese modo dieron un empujón definitivo a la reforma de la casa reforzando los muros y mejorando el aislamiento. A su padre no le gustaba mucho salir, ni ir de bares, como más disfrutaba era estando en casa y construyendo. En el caso de J.M.P. el motivo para quedarse en el barrio ha sido la «comodidad» de tener un «piso» propio, una casa barata, arreglada al máximo y las ventajas económicas que de ello derivan. La otra razón ha sido el tener a sus padres al lado para poder cuidarlos.[37]
Nacida en Cartagena en 1946, F.C.M., llegó con siete años a Barcelona, ya que tenían un hermano de su madre viviendo en Horta. Se alojaron clandestinamente en casa del tío, masover[38] de unos señores muy ricos, pero una paisana de Cartagena, que vivía en la calle Joaquim Valls en una barraca, les acogió y les dijo que vendían terrenos en la parte alta del barrio. Tras hablar con el propietario, el señor Ortiz, les dijo que podía vendérselo. Pagaron algo más de una peseta por m². Era 1954. Hicieron un rebaje del terreno y construyeron una primera habitación, que demolieron posteriormente para poder construir la casa. Una vez allí, empezaron a ahorrar para las escrituras y los permisos. A medida que iban juntando el dinero fueron construyendo una habitación tras otra. Sus padres no hicieron hipotecas para la casa, sino que fueron pagando a plazos los materiales que compraron para ir edificando. Los terrenos eran originariamente de Jaume Pinent, un sacerdote, y de María Valls, propietarios originales de la zona que han dado nombre a varias calles del barrio. Eran terrenos en zona verde y no se podía edificar. Recuerda que llegaba la brigada a tirar casas e iban los niños detrás a ver cuáles tiraban. Tiraron bastantes casas con la gente dentro teniendo que sacar sus cosas. Recuerda en la calle Briquets a una mujer, Ginesa, que le tiraron la casa tres veces. Para subir los materiales de obra que compraban había un hombre con un carro a caballos, el Morica. El agua la tomaban de Jaume Pinent o de Joaquim Valls. Casada a los 22 años, F.C.M. ha seguido viviendo en la misma casa que construyó su familia, el n.º 19 de la calle Llobera.[39]
Su vecina y amiga, A.P.R., oriunda de Bélmez, Jaén, también vive en la misma casa que construyó su familia en el n.º 21 de la misma calle Llobera. Sus padres se dedicaban al campo y se fueron a Barcelona porque en su lugar de origen «no ganaban ni pa comer». No conocían a nadie en Barcelona y llegaron a probar suerte en 1950. Vendieron una casa que tenían en el pueblo y emigraron su padre, su tío, su madre embarazada y ella, que contaba con dos años. Al llegar se instalaron un tiempo en una pensión y posteriormente compraron una cueva con varias habitaciones cerca del actual campo de fútbol de la Muntanyesa. Vivieron poco en la cueva porque sus padres ya habían comprado el terreno de la calle Llobera, pero no tenían el dinero para edificar hasta que llegó su abuela del pueblo. Con el dinero que trajo acabaron comprando un viejo puesto de churros, que acondicionaron como caseta para vivir. Partieron en dos el espacio con una cortina y allí se instalaron todos. El año que se instaló la familia de A.P.R. en la parcela fue 1953. Como en el caso de F.C.M., la casa en la actualidad, recrecida y reformada en el tiempo, es incomparable en cuanto a superficie y confort con el primer refugio-vivienda que les acogió a ella y su familia, la antigua caseta-churrería.[40]
La revolución de la casa en propiedad: el boom del piso en el tardofranquismo
Las familias que accedieron a la propiedad en los años sesenta, a partir de la Ley de la Propiedad Horizontal de 1960 y, sobre todo, en los años setenta y primeros ochenta es de lejos la mejor representada en el grupo de personas entrevistadas. La familia de A.E. alquiló al llegar a Barcelona en 1962 los bajos del mismo edificio donde vivía una de sus tías, en la calle Portallada. Tuvieron que vender tierras en el pueblo para poder pagar la fianza y el primer alquiler. La planta baja era muy pequeña y llegaron a vivir hasta siete personas. Su tía, que había abierto el camino en la ciudad, vivía en el cuarto piso, una vivienda en mejores condiciones. La finca había sido construida con poca calidad a comienzos de los años cincuenta y en un momento dado sufrió desperfectos. Tras cerca de una década viviendo apretados, pero ya con novia, A.E. esperó a que se casaran sus hermanos para hacerlo él con 27 años, en 1973. Los recién casados tomaron un piso en propiedad en la calle de las Torres, 19, 2.º1.ª, una vivienda de 65m2, donde sigue viviendo actualmente y donde se han criado sus dos hijos. Su mujer y él pidieron un crédito al banco y con lo que les dieron pudieron pagar la entrada. El pago mensual de las letras no les dejaba dinero para mucho más, a pesar de que su sueldo de tornero era más o menos bueno y su mujer también trabajó el primer año. Con esos sueldos les daba para pagar el piso y ahorrar un poquito, pero durante los primeros años no pudieron hacer vacaciones, ni cambiar los muebles del recibidor, ni tener comodidades excesivas en casa.[41]
M.C.C.G. era la mayor de las hijas de una familia numerosa granadina de ocho hermanos. Su abuela paterna fue quien les crió y emigró a Barcelona, llevándose con ella a una hermana suya de 10 años en torno al año 1960, y a ella junto con un tío dos años más tarde. La abuela había llegado a Roquetes, a la calle Cantera, con dos de sus hijos a un pequeño piso de alquiler donde vivían cinco personas. En la casa en la que vive actualmente, Artesanía, 121-123, Entresuelo 2.ª, lleva ya cincuenta años. Su marido era impresor y al cerrar la imprenta en la que trabajaba recibió una indemnización, gracias a la cual se lanzaron a comprar el piso sobre planos, tras haber visto el de muestra. Al tener un niño y una niña, buscaban un piso de tres habitaciones, con un cuarto de baño, comedor y cocina. Fue el marido de una vecina el que les habló de que un constructor llamado Modesto estaba edificando por allí. En ese momento se sentía feliz en el barrio —«yo me he criado aquí como aquel que dice»,— y eso los animó a comprar en Roquetes. Era en torno a 1972. El piso les costó «un millón y medio». Con la indemnización pagaron la entrada de 350.000 pesetas y luego les quedaron las letras en 7.000 pts. mensuales, lo que suponía la mitad del sueldo mensual de su marido, de 15.000 pts. Ella no trabajaba cuando llegó al piso, tenía dos hijos, pero se puso «a trabajar de seguida en una empresa de limpieza de escaleras (…), «quieras que no quieras, entraba otro poquito más pa la casa». Aún así, pasaron un año pagando letras solo con el sueldo del marido. No pudieron equipar la casa porque habían dado todo el dinero que tenían para la entrada. Tenían el presupuesto muy reducido, les vendieron unos muebles de segunda mano y cuando ella empezó a trabajar pudo irse arreglando el piso.[42]
A.F.L. vive en las conocidas como «Viviendas de los Sindicatos», el polígono del Verdum de la OSH, justo por encima de la Vía Favencia, en la calle Joaquim Puig i Pidemunt, 9, 1.º 3.ª. Su experiencia residencial es la de aquellas personas que consiguieron un piso en alquiler en el único polígono enclavado en el barrio y accedieron a la propiedad unos veinte años más tarde. A diferencia de las demás personas entrevistadas, el paso a la propiedad no supuso en su caso un aumento de superficie, pues la familia permaneció en el mismo piso asignado. Murcianos de origen, sus padres llegaron ya casados a Barcelona, a Poble Nou. Eran personas con muy pocos recursos en sus localidades de origen. Su padre fue el primero en venir y se fue trayendo a sus ocho hermanos poco a poco. Se hospedaban en su casa en Poble Nou y luego iban marchándose a medida que encontraban trabajo y alojamiento. Al haber estado en la División Azul, su padre consiguió un piso de la OSH a estrenar. El piso que les dieron «era de alquiler y se pagaba en los bloques de enfrente (…) Se pagaba muy poco, no sé si 200 pts». Hacia 1972 les vendieron los pisos por 50.000 pesetas. A.F.L. recuerda que no era fácil pagar el alquiler y vivir. Su abuela materna vivía con ellos y tenían que gestionar muy bien el presupuesto familiar para poder sacar adelante a la familia. Durante un tiempo se fue a casa de unos tíos a l´Hospitalet y al cumplir 12 años se mudó con sus padres de nuevo a una portería en la calle Balmes. Posteriormente se casó con 18 años. Mientras estuvieron fuera del barrio, una hermana de ella se quedó en el piso del polígono para «que no nos lo quitaran, claro». Cuando se casó esa hermana, retornaron al piso. La dimensión era exigua: de 48 o 50 m². La vida la hacían en el comedor y tenían agua corriente y electricidad, aunque no contaba con agua caliente ni ducha.[43]
A.I.M., valenciana de origen y de madre andaluza, llegó a Barcelona con tres años. Sus padres vivieron primero en una pensión y buscando un alquiler barato, llegaron a Roquetes en torno al año 1959 con sus tres hijas. Residieron primero alquilando en la calle Rodrigo Caro 18 y posteriormente, en 1973, se mudaron a un piso de compra en la calle Garigliano 22-24. Cuando se casó, en 1976, se mudó a la calle Cantera, 53-55, a un piso también en propiedad, donde sigue viviendo todavía. El piso de Rodrigo Caro era muy pequeño y aún no estaba terminado. Se encontraba en Roquetes Altes, que en ese momento estaba experimentando un auge de la autoconstrucción. La vivienda carecía de agua, baño y luz y tenía graves problemas de humedad. El propietario era un constructor que edificaba fincas para alquilarlas. Sus padres querían que sus tres hijas estudiaran y dispusieran de más espacio, por lo que era importante para ellos tener una vivienda propia. A.I.M., la mayor, empezó a trabajar con 14 años y a medida que sus hermanas también lo fueron haciendo, las tres daban el dinero a los padres, aumentando así la capacidad adquisitiva de la familia. De ese modo se pudieron cambiar «a una vivienda más digna, más grande, en mejores condiciones (…) ahorrando nos pudimos meter en propiedad». Su madre también trabajaba limpiando. Los salarios de entonces daban para poco, pero, como señala A.I.M., «si sumas el jornal de cinco pues te da para levantar cabeza», por lo que pudieron fácilmente pagar las letras. La vivienda que compraron sobre los planos, sin haberla visto, era un ático de unos 70 m² que contaba con 3 dormitorios, comedor, cocina, cuarto de baño y una amplia terraza. En esa vivienda tuvieron, «ya sí», bastantes comodidades.[44]
Cordobés, de Cabra, R.M.L. llegó solo a Barcelona en el año 1960. Consiguió trabajo y vivió de mestressa en varias casas y al tiempo le animó a su hermano menor a reunirse con él en Barcelona «porque en Cabra los jornales no valían nada». Por entonces vivía en L’Hospitalet y le buscó trabajo a su hermano en una fábrica de muebles cercana. Al estar los dos hermanos juntos pensaron en traerse a sus padres, así que alquilaron a una familia de Jaén un piso en Jaume Pinent, 15, en Roquetes, donde se instalaron los cuatro en torno a 1964. Al año fue al servicio militar y en ese intervalo de tiempo su novia, sirvienta de una familia de médicos de Barcelona, compró el piso donde viven actualmente, en Vidal i Guasch, 5, 1.º3.ª. Un paisano que había venido mucho antes les informó sobre unos constructores, también inmigrantes, que le habían vendido un piso y empezaban otro edificio. Les dijeron que tardarían dos años en acabarlos, coincidiendo con el final de su servicio militar. La primera inversión la hizo su mujer, porque R.M.L. había gastado todos sus ahorros en traer a sus padres. El primer pago para el piso fue de 120.000 pesetas y durante los dos años de servicio militar alquilaron el piso para que se fuera pagando. Mientras tanto, su mujer seguía interna en casa de los médicos. Al volver del servicio militar siguió trabajando y entre los dos fueron pagando las letras. Se casaron en 1970, tras ocho años de noviazgo y se mudaron definitivamente a Vidal i Guasch. En total tardaron unos 10 o 12 años en pagar el piso. El pago de la letra significaba una carga considerable, aunque habían trabajado siempre los dos. Al año de casarse tuvieron su primer hijo. Su mujer dejó de trabajar, pero al año y medio volvió a la casa donde estaba sirviendo y mientras sus padres les ayudaban con el niño. El piso tiene 61 m², dos habitaciones, un comedor, un baño, cocina y un patio interior. Originalmente, vivieron en el ático 1.ª y el piso donde viven ahora, el 1.º3.ª, lo compraron para sus padres cuando dejaron de estar de alquiler en Jaume Pinent tras cerca de 20 años.[45]
Hasta el acceso a una vivienda en propiedad, la trayectoria residencial de F.G.R., estuvo ligada a la de sus hermanas. Llegada en 1970 a Barcelona desde Alcalá del Valle, Cádiz, una hermana mayor había abierto previamente el camino y ella aterrizó en casa de su hermana pequeña. Al cabo de un tiempo alquilaron un piso en la calle Pozo, en el barrio de Prosperitat, cerca de la hermana mayor, que vivía en la calle Formentera. Trabajadora en la empresa textil Burberry, la detuvieron en una asamblea de Comisiones Obreras. Al salir libre, con tan solo tres meses de noviazgo, se casó con F.F. y se fueron a vivir junto a una amiga del trabajo y su pareja a la Verneda. Eran entonces militantes de Bandera Roja. La decisión definitiva de ir a vivir a Nou Barris la tomaron porque F.G.R. ya había vivido en Nou Barris y le gustaba mucho más que la Verneda. También tenía a sus hermanas cerca, en Prosperitat. Aterrizaron definitivamente en Roquetes en 1975 y estuvieron de alquiler tres años en Vidal i Guasch, 48-50, 4.º3.ª, donde nació su primera hija. El alquiler, 5.000 pesetas, les suponía el sueldo semanal de uno de ellos dos, pero la vivienda les resultaba muy pequeña. Vivieron allí de 1975 a 1978, hasta que salió la posibilidad de comprar el piso donde viven, en Mina de la Ciutat, 27-29. Se decidieron por ese piso debido a las vistas y la distribución. Era de los primeros pisos que se construyeron con ascensor en Roquetes. Trabajando los dos, pudieron reunir el pago de la entrada, aunque el padre de F.F. les pudo ayudar un poco. Al mudarse llegaron a pagar 14.000 pesetas. F.G.R. era quien gestionaba la economía doméstica y gracias a que habían ido ahorrando pudieron pagar la entrada quedándoles una letra más pequeña. Al principio iban más estrechos, pero fueron renegociando la hipoteca para ir pagando menos letra a base de ahorrar las pagas extras y aportando ese dinero. En vez de disminuir los años de hipoteca, se iban reduciendo el importa de la mensualidad. Lo hicieron con La Caixa, que tenía una oficina en la calle Pla de Fornells. Pagaron el piso «en unos 8 o 10 años». F.G.R. recuerda haber firmado muchas letras. El piso, donde todavía viven, tiene 84 m², magníficas vistas de toda la ciudad, tres dormitorios y está perfectamente equipado a nivel doméstico.[46]
El duro camino del equipamiento doméstico en las casas autoconstruidas
La tercera de las revoluciones en las condiciones de la vivienda estuvo asociada a la mejora radical del equipamiento doméstico.[47] La expansión de las redes técnicas de agua y electricidad transformaron muchas pautas de las vidas de las mujeres en el hogar. A partir de los años sesenta, el lavabo, el inodoro y la ducha se generalizaron, la cocina de gas butano sustituyó a la cocina económica de leña o carbón, las lavadoras fueron poco a poco apareciendo. En la segunda mitad de los setenta, el frigorífico y la televisión acabarán convirtiéndose en imprescindibles.
Las experiencias residenciales que primero muestran esos grandes cambios son las de las casas unifamiliares con pequeño patio-jardín de la parte baja de Roquetes, edificadas en los años de entreguerras para familias de clase media. El aprovisionamiento y la evacuación de agua estaban mínimamente garantizados: tenían un pozo de agua potable y un pozo negro en un retrete exterior, pero también agua corriente y electricidad al menos desde principios de los cincuenta. Para cocinar disponían de una cocina económica de carbón, pero se cambió a gas butano muy temprano, hacia 1960. El primer electrodoméstico que llegó a las casas fue la lavadora de turbina, con aclarado y centrifugado exterior. Las viviendas contaban con una batería de cocina metálica, con algunas piezas de barro. La televisión llegó también muy pronto, hacia 1963 y la radio por supuesto mucho antes.[48]
En el otro extremo del barrio, en las casas de autoconstrucción de Roquetes Altes, la conexión del equipamiento doméstico a las redes técnicas siguió un recorrido mucho más tardío, lento y precario. Agua corriente, alcantarillado y electricidad se hicieron esperar y solo fueron posibles, en parte, con el esfuerzo directo de los vecinos. Según A.I.O., en torno a 1962-1964 se empezaron a instalar las conexiones a la electricidad en su zona, pero no acabaron hasta casi 1970. Tampoco tuvieron agua corriente hasta 1969. Buena parte del alcantarillado del barrio se realizó por cuenta propia en 1964, porque hasta la fecha tenían solo pozos muertos. «Urbanizar en domingo», la famosa autoconstrucción del alcantarillado, surgió a iniciativa del jesuita Santiago Thió, que consiguió con su grupo de universitarios organizar a los vecinos para construir la red entre todas las familias residentes. La única ayuda municipal que obtuvieron fueron las tuberías de rocalla, que descargaban camiones en Mina de la Ciudad porque no podían subir hasta arriba. En los comienzos, todo el material para las obras se subía con caballo y carro. A.I.O. tenía entonces seis años y recuerda haber ayudado en la obra llevando agua a su padre y a la gente que trabajaba los domingos en el alcantarillado. Las calles se abrieron a pico y pala, mucha gente participó porque algunos se dedicaban a la construcción y sabían hacerlo. Se colocaron las tuberías y se hicieron las conexiones. A partir de ahí se empezaron a buscar ayudas complementarias y el Ayuntamiento puso a su disposición maquinaria para poder excavar en zonas más profundas. La vida en la casa de A.I.O. se hacía en el comedor y en la terraza. Tenían unos barreños de aluminio donde recogían agua de la lluvia y se bañaban en verano. El agua la sacaban de las fuentes municipales, una en la calle Ojeda y otra abajo en la misma calle Rodrigo Caro. Para lavar, su hermano mayor y su padre hicieron una cisterna para recoger el agua de lluvia y también iban con cubos, barreños o bidones grandes y una carretilla a la fuente. Recuerda tirar de la carretilla cargada de agua con sus hermanos. En casa de A.I.O. se calentaban y cocinaban con leña, carbón y petróleo. El uso como calefacción de los braseros de carbón era intensísimo. A partir de los años sesenta se calentaron con estufa de gas butano.[49] Por su parte, J.M.P. evoca que en la calle Viladrosa había un almacén grande donde compraban hielo y petróleo. Cuando más tarde llegó la luz, incorporaron la nevera. Recuerda el momento en el que un vecino compró la primera televisión e «iban todos los chavales a verla». Posteriormente la compraron ellos, de marca Enodine, que se reparaba en la calle de las Torres.[50]
Hasta la llegada del alcantarillado en casa de A.P.R. «faltaba el inodoro, no había nada más y encima del pozo muerto». Cuenta que se calentaban «con carbonilla, de la montaña, que hacia mi padre (…). Los braseros eran latas grandes y la carbonilla la repartía en ellos». Para cocinar empezaron con una hornilla de petróleo y luego tuvieron una cocina económica a carbón. Al recordar la construcción del alcantarillado, menciona que todos los hombres tenían que participar con trabajo y en caso contrario debían pagar. Los que no podían trabajar de día, como fue el caso de su padre, contribuían por la noche cargando el agua o acercando los materiales «para que los que empezaban de mañana hicieran ya lo justo (…), empalmar los tubos». Al no tener agua corriente, iban a la fuente de su calle a buscar agua y también a Jaume Pinent. Había una mina de agua de «donde salía un chorrito de agua y hacían cola». La mina estaba en la Bajada del Pedregal y para lavar la ropa iban a una cueva de Mina de la Ciutat. Para iluminarse usaban quinqués y posteriormente unas lámparas de petróleo llamadas Petroman, fabricadas por un vecino. Las neveras eran de hielo, que compraban en barras en bares próximos y duraba uno o dos días, por lo que tenían que hacer la compra cada día. A.P.R. explica que en casa tenían máquina de coser, comprada por su madre a plazos y que todavía conserva.[51]
La casa autoconstruida de la familia de N.P.P. en la calle Rodrigo Caro, 14-16 la calentaban con leña y con una estufa económica de hierro. Para aprovisionarse de agua iban a la fuente de la calle Llobera, situada más arriba y tiraban una manguera hasta su casa para llenar bidones. Hacían turnos para desconectarla en caso de que llegara más gente a la fuente. Para lavar la ropa en casa utilizaban unas artesas de madera. Antes de las alcantarillas usaban un pozo muerto y se duchaban con una manguera y un cacharro colgado que hacía de ducha, hasta que a partir de 1969 llegó el agua corriente. Al butano se pasaron muy tarde, consideraban que les cobraban bastante y no tenían nevera, sino una fresquera. N.P.P. tenía una máquina de coser de segunda mano, había aprendido a coser en su pueblo, Castillejos de la Sierra, en Cuenca, y, como recuerda, ganó mucho dinero haciendo guantes para la empresa donde trabajaba su marido. Su hija, R.G.P., cuenta que sus padres tardaron en comprar un televisor y que iba a verlo a casa de unos vecinos. Aun así, lo acabaron comprando a mediados de los años setenta.[52]
La gran transformación del equipamiento doméstico del piso en propiedad
El tercer bloque de entrevistas donde observar las grandes transformaciones en el equipamiento doméstico es el de las familias que accedieron a la propiedad en el tardofranquismo, en especial en los años setenta. A diferencia del lento y precario avance de las conexiones a las redes del equipamiento doméstico de la vivienda de autoconstrucción de Roquetes Altes, el cambio se produjo aquí de forma más súbita y coincidiendo casi siempre con la mudanza a un piso de compra llegada la edad del matrimonio.
Los 65m2 del piso que A.E. compró con su esposa cuando se casaron en 1973 les permitieron disponer de tres dormitorios, separar la cocina del comedor e instalar un lavabo. La vida la hacían en el comedor porque no les gustaba comer en la cocina, aun siendo ésta grande. Posteriormente hicieron un segundo lavabo en una de las habitaciones, con una ducha amplia y accesible. Desde el inicio, calentaban la casa con estufa eléctrica y disponían de agua corriente y electricidad. Al principio no tenían lavadora, sino un lavadero con una pica de lavar en una galería que daba al patio de luces, donde tenían espacio para colgar la ropa, aunque actualmente en ese patio de luces han instalado un ascensor. La cocina era de gas butano y tenía armarios abajo y no unas simples cortinas como en el piso de sus primeros años. El principal nuevo electrodoméstico cuando entraron a vivir fue el frigorífico, ya que cuando se casaron pusieron su lista de bodas en una tienda de electrodomésticos del barrio.[53]
Las personas que entraron a vivir en pareja en un piso en propiedad relativamente tarde, ya avanzados los ochenta, disfrutaron de las mejoras en el equipamiento doméstico sobre pisos pequeños, y, al principio, pobremente equipados. Los pisos en los que habitó A.R. con su familia en las Casas del Gobernador tenían un simple wáter sin agua corriente, una ventanita que daba a un patio, un pasillo largo y habitaciones ínfimas. El wáter cubría lo más básico de sus necesidades y no tenía grifo, ni espejo: se bañaban en un barreño. Se lavaban poco, sobre todo en invierno, menos su hermana mayor, que cuidaba más su higiene. Los domingos iban a hacer cola a las duchas de la calle Artesanía y por cinco pesetas les daban su toalla, pastilla de jabón y botecito de champú. La vida en el piso la hacían en el comedor. En la cocina había una pica y un hornillo, primero de petróleo, luego eléctrico y finalmente de butano. Bajo una mesa camilla con faldones se calentaban con un brasero de carbón. Tenían un grifo de agua corriente para toda la casa y una bombilla por cada habitación. La ropa se lavaba a mano en barreños y en la pila de lavar, pero también había unos lavaderos públicos en el barrio donde lavaban las mujeres, que no eran gratuitos y se aprovechaba para lavar allí lo más grande. La ropa se tendía en la calle. La lavadora la tuvieron más tarde. Lo primero que entró en su casa fue la televisión en blanco negro, una Inter a principios de los setenta, y justo después la nevera, como recuerda A.R.: «Tener televisión era un estatus».[54]
Mucho más desahogada de espacio y de equipamiento era la situación a partir de 1970 en el piso en propiedad de R.M.L. y su pareja en la calle Vidal i Guasch, 5. Hacían la vida en el comedor, pero prácticamente no necesitaban calefacción por tratarse de un ático donde daba el sol todo el día en invierno. Tenían agua corriente y electricidad. Al principio tuvieron butano y cuando vino el gas ciudad, algo que tuvieron que pelear, solo lo instaló la cuarta parte de los vecinos de la comunidad. Para él supuso una gran comodidad porque antes no subían las bombonas a las casas y como trabajaban tanto él como su mujer, tenían que encargarle a una vecina el favor de que les recogiera la bombona, que solía durarles medio mes. A nivel de electrodomésticos tenían nevera eléctrica, regalo de los señores donde trabajaba su mujer. De hecho, fueron ellos los que les regalaron todo el ajuar y les amueblaron el piso. Al principio no tuvieron lavadora y funcionaban con un pequeño lavadero que había en la casa, pero era muy cansado y al poco tiempo compraron una lavadora de turbina, que les duró bastantes años. Para secar la ropa, cada piso tenía sus tendederos en las ventanas. Como los baños eran muy precarios y pequeños y no había bañera, antes de mudarse lo modificaron y ampliaron, cogiendo un trozo de comedor y otro de recibidor para conseguir un baño más grande donde cabía el lavabo, wáter, bidet y una media bañera plana. En un principio solo tuvieron radio, cuando luego se fueron desahogando un poco, con los años, compraron un pequeño televisor. También contrataron teléfono cuando mejoró un poco su situación económica.[55]
El piso que M.C.C.G. y su esposo compraron en propiedad en la calle Artesanía 121-123 en 1972 tenía agua caliente y electricidad. En su anterior piso en alquiler de la calle Cantera solo tenían electricidad, pero no agua corriente, por lo que bajaba con una tabla de madera a lavar en el agua del barranco que pasaba por donde ahora está el actual Ateneu Popular 9 Barris. En el piso que compraron en la calle Artesanía empezó a lavar en una pica que tenía en un lavadero junto a la cocina y después se compró la lavadora.[56] Es una experiencia de cambio parecida a la de A.I.M., quien recuerda que en la vivienda de la calle Rodrigo Caro contaban con pocos medios para cocinar: «un infiernillo, una cocinita de esas pequeñas porque no cabía tampoco nada más». Para conseguir el agua iban a la fuente, donde ponían una manguera y llenaban unos recipientes para tener agua todo el día. Como recuerda: «no teníamos agua corriente en el barrio. Nosotros éramos afortunados porque teníamos la fuente justo debajo de casa». Lavaban la ropa a mano en unas pilas que tenía en la calle. Al final, viviendo ya en la calle Garigliano, compraron una lavadora y al poco tiempo disponían de todos los electrodomésticos para los que en su anterior vivienda de la calle Rodrigo Caro no había sitio. Una muestra de la mejora que supuso el cambio fue que en la nueva casa instalaron teléfono.[57]
Conclusiones
Como hemos podido observar, las historias de vida analizadas no dejan lugar a dudas sobre la trascendental transformación experimentada en las condiciones de la vivienda durante los años sesenta y, sobre todo, en la década de los setenta. Todas las entrevistas sin excepción son testimonios vivos de esa transformación, sobrevenida en la mayor parte de los casos a la edad del casamiento y el acceso simultáneo a la vivienda en propiedad. El acceso a la propiedad fue el momento de arranque de una mejora en las condiciones de la vivienda que contrastaban con claridad con los años de llegada a la ciudad, un momento clave en el proceso de movilidad social que se experimentó en el segundo franquismo, o si se quiere, a partir de la aprobación de la Ley de Propiedad Horizontal de 1960.
No todos los nuevos hogares experimentaron ese brusco giro en las condiciones habitacionales. En la zona de autoconstrucción de Roquetes Altes la mejora del espacio útil de vivienda por persona y, sobre todo, el acceso a las redes que revolucionaron el equipamiento doméstico fue mucho más lento y penoso. A pesar de ser los que antes pudieron establecerse en el barrio y más tiempo han logrado permanecer en él, su situación solo llegó a asimilarse totalmente a la de los pisos en propiedad de Roquetes Baixes a partir de 1969 con la llegada del agua corriente. Aunque no tan importante, el sesgo de clase también es observable en la rapidez del acceso a esas mejoras domésticas. La gran asignatura pendiente de la vida cotidiana en muchos casos no serán las redes técnicas que soportaban todo el nuevo equipamiento doméstico, sino la pavimentación de las calles y su iluminación, el espacio exterior más inmediato a la vivienda.
Finalmente, resulta relevante el papel de las solidaridades vecinales en los procesos de autoconstrucción de viviendas y las dinámicas de urbanización, destacando el caso de la construcción colectiva del alcantarillado en 1964 o el apoyo mutuo para la construcción de las casas. En las entrevistas realizadas, sobre todo a aquellas personas que residen en Roquetes Altes, destaca la valoración que realizan de lo que es asumido como un esfuerzo extraordinario por parte de la generación sus padres, quienes añadieron aún más esfuerzo a sus ya de por sí extenuantes jornadas laborales para construir sus viviendas y abastecerse de los mínimos vitales hasta gozar de cierto bienestar. Esta es sin duda la que debemos calificar como «generación sacrificada» en aras de un mayor bienestar de sus hijos. A los numerosos procesos de cambio habidos en el barrio, a la incomodidad asumida por vivir en un territorio marcado por los fuertes desniveles y la falta de infraestructuras, se debe sumar lo reconfortante que a muchas personas les resulta disfrutar de lo que es percibido como calidad de vida dentro de la gran ciudad: vistas, aire de mejor calidad, mayor cercanía con el vecindario. Es precisamente el resultado de todos esos esfuerzos lo que permite afirmar a la mayoría de las personas entrevistadas que valió la pena.
Fuentes
Archivo intermedio - Archivo Municipal Contemporáneo de Barcelona (AMCB)
Padrón Municipal de Habitantes, 1940, Distrito IX, sección 9.8, correspondiente al barrio de Roquetes
Padrón Municipal de Habitantes, 1950, Distrito IX, sección 9.8, correspondiente al barrio de Roquetes
Archivo de Población de Barcelona (APB)
Padrón Municipal de Habitantes, 1960, Distrito IX, sección 9.8, correspondiente al barrio de Roquetes
Padrón Municipal de Habitantes, 1970, Distrito IX, sección 9.8, correspondiente al barrio de Roquetes
Financiación
Investigación desarrollada en el marco del proyecto «Cambio social y transformación urbana en la Barcelona obrera: las grandes transformaciones en el barrio, el urbanismo y la vivienda en el eje del Besós, 1920-1980», Proyecto PID2022-136744NA-C32 financiado por MCIN/AEI /10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa.
Datos de los autores
Enrique Tudela es doctor en Historia por la Universidad de Barcelona (UB). En la actualidad es profesor sustituto en la Universidad de Granada (UGR). Ha realizado numerosas investigaciones relacionadas con las migraciones a Barcelona durante el franquismo y el tejido asociativo y cultural de Nou Barris, entre las que destacan las publicaciones 40 anys fent l’Ateneu Popular 9 Barris. Un altre relat de la cultura a Barcelona (1977-2017), (Barcelona, 2017) y el artículo «Educar des de les perifèries. L’Escola d’Adults Freire (Nou Barris, Barcelona, 1972-1986)», publicado en Educació i Història: revista d’història de l’educació en 2020. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-9689-9636
José Luis Oyón es catedrático emérito de la UPC. Ha dedicado su actividad investigadora a la historia urbana. Es autor de La quiebra de la ciudad popular. Espacio urbano, inmigración y anarquismo en la Barcelona de entreguerras, 1914-1936, Barcelona, 2008. En los últimos años se interesa en la ciudad en el pensamiento anarquista: La ciudad en el joven Reclus, 1830-1871, Barcelona, 2017 y, en colaboración con Golda-Pongratz y Zimmermann, Autoconstrucción. Escritos de John F. C. Turner sobre vivienda, urbanismo, autogestión y holismo, Logroño, 2018. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-7155-257.
Joan Roger Graduado en Historia y Máster en Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona (UB). Realizando el Doctorado en Teoría e Historia de la Arquitectura en la Universitat Politècnica de Catalunya, como parte del proyecto competitivo R+I+D «La revolución del entorno cotidiano obrero y popular: vivienda y espacio urbano en el distrito de Nou Barris de Barcelona, 1950-1975». (HAR2017-82965-R, IP: José Luis Oyón). ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-3376-4088
Resumen
Main Text
Características de las personas entrevistadas en el contexto de la evolución de Roquetes
Más espacio para menos personas: la revolución en la superficie disponible
La revolución de la casa en propiedad: de la caseta unifamiliar de entreguerras a la autoconstrucción de los años cincuenta y sesenta
La revolución de la casa en propiedad: el boom del piso en el tardofranquismo
El duro camino del equipamiento doméstico en las casas autoconstruidas
La gran transformación del equipamiento doméstico del piso en propiedad
Conclusiones
Fuentes
Financiación
Datos de los autores