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in HISTORIA CONTEMPORÁNEA
WILSON, Ben: Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad, Debate, Barcelona, 2022, 525 pp.
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WILSON, Ben: Metrópolis. Una historia de la ciudad, el mayor invento de la humanidad, Debate, Barcelona, 2022, 525 pp.
La construcción y vida en ciudades es quizás la más viva expresión de la capacidad del ser humano para crear sistemas de organización social complejos. De hecho, la urbanización —la cantidad de ciudades por encima de un número de personas en una determinada civilización o región del mundo— se utiliza como indicador del desarrollo social; lo hizo, por ejemplo, Ian Morris en su ambicioso índice expuesto en ¿Por qué manda Occidente… por ahora? (2010). Pero la visión de la ciudad ha sido desde su origen radicalmente contradictoria: lo mismo que ha representado el progreso de la humanidad ha significado también la depravación de esta, ya en términos morales —la eterna Babilonia—, ya en lo que supone de amenaza material y de problema (la población urbana global ha pasado de los mil millones de personas de 1960 a los cuatro mil actuales). Por eso, lo mejor que se puede decir de este libro es que en el mismo se contempla de manera equilibrada la realidad de la ciudad a lo largo de la historia del mundo desde esa doble dimensión: como logro, como demostración del genio humano, como «el mayor invento de la humanidad», y como cúmulo de las contradicciones para el desarrollo (y para la sociedad y el individuo mismo) que ha presentado en las sucesivas civilizaciones en que se estudia aquí.
El segundo elogio que debe hacerse remite a la desbordante erudición del autor, acompañada de un pulso literario brillante. Metrópolis es una ágil y entretenida historia del mundo a través de sus ciudades ejemplares. Desde la Uruk mesopotámica del 4000 antes de la Era Común hasta la actual Lagos hiperpoblada en la dinámica, compleja y peligrosa Nigeria van pasando por sus páginas catorce urbes en representación de otros tantos momentos de la historia de la humanidad. Así, Roma es la expresión como megalópolis de aquel Imperio mediterráneo, igual que Londres lo es del momento culminante de eficacia del triángulo comercial que situó al Atlántico en el centro del mundo y anudó economías de cuatro continentes, Manchester y Chicago lo son de las puertas del infierno o del cielo que a un tiempo supuso la plena industrialización y particularmente la segunda de ellas, el gueto de Varsovia de la calamidad del Holocausto y Los Ángeles del ultracapitalismo de finales del siglo xx, cuando las treguas sociales anteriores encontraron su final y se asistió a una guerra de clases ganada por el capital.
El capítulo correspondiente a cada una de esas ciudades explica cuáles eran los debates, los pulsos, las amenazas y las oportunidades de la civilización en ese instante, y cómo en el escenario urbano todos ellos encontraron su resolución en algún sentido. Por eso, volviendo al primer elogio, una mirada no moral ni teleológica hace de este estudio una posibilidad para entender mejor la ciudad y al propio ser humano en su tracto histórico. La ciudad es desde el Génesis el símbolo de la arrogancia humana, de su voluntad e intención por prescindir o domeñar fuerzas ajenas (la divina la primera). Por eso fueron castigadas todas las Babel, por contener en ellas la corrupción, la confusión y la fragmentación comunitaria. Demasiadas historias de la ciudad se apuntan a esa vieja lectura parcial, demasiado romántica para ser cierta. Pero la de Ben Wilson, sin obviar ninguno de los problemas que representa la urbe, es una mirada que remite a la capacidad de supervivencia del ser humano, porque la ciudad es sobre todo un inteligente y complejo sistema adaptativo. La ciudad, dice en un momento (pp. 446-449), es algo orgánico, metabólico, un sistema resiliente. En esa lógica, un sitio como el Tokio de hoy, décadas después de su reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial, es un lugar situado en «algún punto entre el verdadero caos y un nuevo orden oculto». En resumen, «nuestro sentido del futuro está ligado a nuestras esperanzas y miedos sobre la ciudad» (p. 313).
Metrópolis es una deliciosa narración donde lo mismo se habla de las extraordinarias dificultades para resolver el problema de la alta concentración en megalópolis en nuestro tiempo como de las evoluciones de la fauna urbana que vive con nosotros —y que hemos visto, quizás por primera vez, con motivo del confinamiento pandémico— o de los nuevos comportamientos sociales de generaciones de urbanitas tan recién llegados que todavía no acertamos a reconocer. Aquel aire que hacía libres a los que llegaban desde el campo a la hanseática Lübeck y a todas las ciudades que han sido en la historia de hombres y mujeres es el que recorre medio millar de páginas que, tras haberlas leído plácidamente, uno comprueba que le han hecho un poco más sabio (o un poco menos ignorante). Creo que no se puede decir nada mejor de un libro.
Antonio Rivera
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Antonio Rivera