Reseñas bibliográficas

Giusto Traina & Anne Vial-Logeay (eds.), L’inventaire du monde de Pline l’Ancien. Des colonnes d’Hercules aux confins de l’Afrique et de l’Asie, Bordeaux: Ausonius Éditions, 2022, 200 pp., ISBN 978-2-35613-524-7.

Desde finales del siglo pasado ha surgido un renovado interés por los estudios sobre Plinio el Viejo (23-79 d.C.) y la Naturalis Historia, su gran obra (comúnmente definida como «enciclopedia», aunque no lo es en sentido estricto) dedicada al emperador Tito. No obstante, aunque con algunas notables pero escasas excepciones, el análisis de su geografía ha sido un elemento menor o directamente relegado al olvido, lo que contrasta con el generoso espacio que filólogos e historiadores han dedicado a la investigación sobre el establecimiento del texto y sus implicaciones, los errores factuales del autor o el alcance de su obra. Este nuevo volumen de la colección «Scripta Antiqua», un trabajo colectivo coordinado por Giusto Traina, profesor de Historia Romana en Sorbonne-Université, y Anne Vial-Logeay, profesora de Lengua y Literatura Latina en la Universidad de Rouen, constituye un nuevo esfuerzo por cubrir esta relativa laguna.

L’inventaire du monde de Pline l’Ancien se inicia con una Introducción (pp. 9-21) a cargo de los editores, donde se examina la naturaleza de la geografía de los libros III-VI de la Naturalis Historia. En estos libros —denominados libros «geográficos»—, Plinio ofrece un recorrido a través del espacio del orbis terrarum (u oikouménē, si preferimos el léxico griego) que, en realidad, como bien señalan Traina y Vial-Logeay, se limita en su mayor parte a listas de topónimos e indicaciones de distancias. Salvo en alguna ocasión particular, en los libros llamados geográficos no encontramos —en contra del buen proceder según Polibio— digresiones descriptivas o retratos de ciudades. Sin embargo, muchas de las anotaciones geográficas que hace Plinio son retomadas o desarrolladas a lo largo de los treinta y un libros restantes, constituyendo aquí y allá el entramado más o menos vago de una estructura, cuya base está en los libros IV-VI y que permite comprender el conjunto de la Naturalis Historia.

Por lo tanto, los profesores Traina y Vial-Logeay dejan claro, desde el inicio de este volumen, el valor organizativo que representa la geografía para la obra de Plinio. Esta apreciación se la deben al historiador Claude Nicolet, quien la expresó en un trabajo cuyo título es inspirador de la obra que aquí reseñamos: L’inventaire du monde (Paris, 1988) —si bien, como desvelan los editores, la expresión pertenece al latinista italiano Gian Biagio Conte—. Igualmente, este capítulo introductorio deja patente que para comprender la complejidad de la narración de Plinio, así como el significado de su geografía, es preciso llevar a cabo un análisis minucioso de las distintas tierras y regiones examinadas por el naturalista. Este es precisamente el fin del conjunto de contribuciones que se exponen en las páginas siguientes. El germen de esta recopilación se encuentra en los seminarios impartidos por Giusto Traina en Sorbonne-Université, en los que participan investigadores y especialistas invitados, consiguiendo generar un ambiente de debate estimulante. Como resultado, no es sorprendente que uno de estos encuentros (durante el primer semestre del año universitario 2016/2017) haya sido el punto de partida del presente libro. Hagamos un repaso somero de estas contribuciones.

La primera de ellas corre a cargo de Patrick Le Roux, quien, en línea con la Introducción, ofrece una valoración global del conjunto de la geografía pliniana. Su trabajo, titulado «L’empire romain de Pline l’Ancien» (pp. 23-40), examina y cuestiona algunos de los temas fundamentales de las llamadas quaestiones Plinianae: la propia naturaleza de la obra, su carácter enciclopédico y su evidente, pero no por ello menos compleja, relación con la ideología imperial romana. El objetivo de esta aportación es matizar la visión de Plinio como un autor ideológico, llamando la atención sobre su verdadero interés científico: redactar una historia de la naturaleza. De este modo, y se nos permitirá tomar prestadas las propias palabras de Le Roux para expresar su idea: «ce n’est pas le pouvoir du peuple Romain qui est admirable ici mais ce qu’il a engendré, à savoir une ouverture inédite sur le reste du monde et la nature, l’imperium Romanum restant aussi soumis à la nature» (p. 33).

Las siguientes tres contribuciones exploran la representación del espacio italiano, yendo de lo general a lo más particular y específico. Comienza Marie-Aimée Romieux, con un trabajo titulado «De la mosaïque ethnique à l’unité civique: les enjeux de la description de l’Italie dans l’Histoire naturelle de Pline l’Ancien» (pp. 41-52). La autora escoge como objeto de análisis la descripción de Italia que Plinio ofrece en el libro III, con algunos elementos que son retomados en el li­bro ­XXXVII, demostrando su composición a partir de una original combinación de fuentes helenísticas y romanas. Esta descripción ocupa una extensión considerable y se inicia con unas célebres laudes Italiae, gran canto al país que la autora invita a relacionar con la unificación del territorio: «pour Pline l’Ancien, la grandeur de Rome est d’avoir su amalgamer les peuples et les espaces de la péninsule italienne» (p. 51). Los reinados de Augusto y Vespasiano, iniciadores respectivamente del propio sistema del Principado y de la dinastía Flavia, representan los grandes momentos de esta unificación.

A continuación, Oliver Devillers y Alexandre Grandazzi se ocupan de cuestiones más específicas. En primer lugar, Devillers, con su aportación titulada: «Pline l’Ancien: le Capitole et le Palatin. Quelques réflexions» (pp. 53-65), presenta un análisis de la descripción de la ciudad de Roma, caput mundi, en los libros XXXIII-XXXVII. Más específicamente, el objetivo del autor es poner en relación las menciones al Capitolio y al Palatino con un discurso sobre las distintas ideologías políticas romanas. Tras un examen de los diferentes pasajes, Devillers demuestra que Plinio relaciona el Capitolio con la tradición republicana, mientras que el Palatino es asociado a la época imperial y al rol fundador de Augusto.

Por otro lado, Grandazzi participa con un trabajo titulado: «Insaniam e ligno (Nat., 36.114): Pline et le double théâtre de Curion ou les sous-entendus d’une description» (pp. 67-73). En él, habla sobre el doble teatro (amphitheatrum) de madera que construyó C. Escribonio Curión y que Plinio describe en el libro XXXVI. Paradójicamente, esta construcción de madera se describe en un libro dedicado íntegramente a la naturaleza de las rocas (naturae lapidum).

La quinta contribución lleva por nombre «La Grèce de Rome. Considérations sur Histoire naturelle, 4.1-49» (pp. 75-95); la autoría pertenece de nuevo a Anne Vial-Logeay. Su interés se centra en la actitud romana hacia Grecia y los griegos. La autora plantea una lectura política de la geografía de Grecia en la Naturalis Historia: en opinión de Vial-Logeay, Plinio lleva a cabo, con su descripción del solar heleno, un esfuerzo por suavizar su importancia histórico-cultural y mostrar este territorio como un espacio sujeto al poder de Roma. Este discurso cobra sentido cuando se sitúa y se relaciona con un contexto histórico muy concreto, a saber, una reacción de la dinastía Flavia contra las políticas filohelenas desarrolladas anteriormente por Nerón, el último de los julio-claudios (véase, por ejemplo, las generosas donaciones hechas a los helanodónicas o al santuario de Delfos). Quisiéramos hacer notar, por último, que Vial-Logeay llega a hablar de una guerra cultural, escogiendo un término que es a la vez actual y polémico.

A partir de aquí, los restantes estudios prestan atención a las regiones limítrofes, alejándose del centro político del mundo romano. Cruzando el Helesponto, Francesca Gazzano busca reflexionar sobre el uso de autores latinos en lo que concierne a la historia de la Grecia arcaica, tomando como ejemplo el caso de Lidia: «La Lydie de Pline l’Ancien» (pp. 97-129). Nuestro enciclopedista muestra un escaso interés por esta región, presentando las informaciones de forma dispersa y ausentes de un hilo conductor. Cuando aparecen, estas hacen referencia a tópicos (el lujo, las riquezas) o a elementos de la tradición mito-histórica regional tomados de fuentes como Janto de Lidia (siglo v a.C.), autor de una Lydiaká. Además, la autora no deja de señalar la relevancia del punto de vista romanocentrista en la elección y exposición de los pasajes.

En las páginas siguientes, encontramos la contribución a cargo de Nicolas J. Preud’homme: «Au carrefour des peuples: le Caucase de Pline l’Ancien» (pp. 121-135). Si bien está demostrado que la información disponible sobre el Cáucaso en el mundo grecorromano fue actualizada en el primer siglo de nuestra era, un análisis de las fuentes llevado a cabo por el autor de este trabajo demuestra que lo esencial del saber expuesto por Plinio proviene de la geografía helenística de Asia, que se desarrolló con las conquistas orientales de Alejandro. A pesar de esto, y con unas conclusiones similares a las del estudio anterior, se pone de relieve que la escritura de Plinio expresa ante todo el punto de vista de una burguesía romana militar y erudita.

Continuando con otra contribución, vemos que las visiones de Plinio sobre el imperio parto —véase persa— aparecen impregnadas por la clásica contraposición entre Oriente y Occidente. Así lo demuestra Omar Coloru en su trabajo: «Pline l’ancien et le monde iranien» (pp. 137-150). Coloru contextualiza la redacción del texto en una época caracterizada, a nivel de la política exterior romana, por una agresiva política oriental. De este modo, se hace hincapié en los elementos que tienen como resultado una exposición en la que el mundo iranio aparece como una entidad vaga y atemporal. Esta descripción se construye a base de estereotipos, en su mayoría relativos a costumbres corruptas y ajenas a la moral romana.

Una vez abordadas las geografías asiáticas, el trabajo de Michèle Coltelloni-Trannoy se centra en la descripción de África en el seno de la Naturalis Historia: «L’Africa de Pline l’Ancien» (pp. 151-168). El objetivo es analizar una descripción compuesta por diversos modelos geográficos y técnicas narrativas, metodología impuesta por la dificultad de describir un territorio que, en realidad, continuaba siendo un gran desconocido en el primer siglo de nuestra era. Se analiza primeramente qué lugar atribuye Plinio al continente en el conjunto de su geografía. El naturalista empleó recursos típicos: su situación en los esquemas continentales, la omnipresencia del Océano y una descripción basada en el modelo del periplo. Para completar esta descripción, Plinio realizó anotaciones procedentes de fuentes variadas (de registros administrativos a relatos legendarios) y, por supuesto, recurrió a la elaboración de listas (un método característico de la geografía pliniana, como han enfatizado Traina y Vial-Logeay en la «Introducción»), enumerando ríos, montañas, etnias y ciudades.

En último lugar, Daniele Salvoldi cierra el conjunto de aportaciones con una propuesta llamativa: «En explorant la Nubie au xixsiècle avec Pline» (pp. 169-187). Tanto James Bruce (1730-1794), «descubridor» del Nilo, como tantos otros exploradores que en la primera mitad del siglo xix viajaron al sur de la primera catarata, utilizaron (o criticaron) los escritos de Plinio durante sus travesías. De esta curiosa y simpática relación entre geografía antigua y exploraciones modernas versa el último de los trabajos.

Llegados al final de este sucinto repaso, observamos que esta serie de contribuciones, si bien no pretende ser un análisis exhaustivo, ofrece al lector una aproximación desde un punto de vista diferente del modo más tradicional de trabajar la geografía de la Historia Naturalis —es decir, diferente de la «simple» ubicación de topónimos antiguos—. Esto ya es una novedad (relativa) interesante, pero las perspectivas que se abren como consecuencia van mucho más allá.

La oportunidad de explorar diferentes enfoques sobre las diversas geografías nos permite notar, además, que el texto pliniano ofrece una serie de aproximaciones que no se ajustan a un método único. Sin embargo, todas ellas se dirigen hacia un mismo objetivo, encontrando así su unidad. Los trabajos aquí reunidos muestran bien cómo saberes de diferente origen (griegos, principalmente, pero también otras «sabidurías bárbaras») se unen a los genuinamente romanos y se conjugan de diversos modos para ofrecer en una gran obra el conocimiento recopilado por el Imperium romanum. Es cierto que, en esta recopilación, hemos echado de menos una contribución dedicada a la geografía hispana y a cómo esta contribuye en ese mismo sentido; máxime teniendo en cuenta el peso que la descripción de Hispania en la Naturalis Historia ha tenido en la historiografía española. En todo caso, el valor organizativo y estructural que se confiere a la geografía, como bien indicaban los editores, representa un cambio de perspectiva en la exposición y en la transmisión de saberes. Traina y Vial-Logeay reconocen que se trata de una originalidad que conviene explorar, y con la coordinación de este volumen dan los primeros pasos hacia esa dirección.

Antonio Terol Pacheco

Universidad de Málaga
aterol@uma.es
https://orcid.org/0009-0005-0344-6598
DOI: https://doi.org/10.1387/veleia.25122