Reseñas bibliográficas

Francesco Petrarca, Le postille alla Naturalis historia (codice Par. lat. 6802), edizione critica a cura di Giulia Perucchi, Firenze: Casa Editrice Le Lettere [Comitato Nazionale del VII Centenario della nascita di F.P.; Commissione per l’Edizione Nazionale delle Opere di F.P.], 2022, pp. cvi + 694. ISBN 978-88-9366-262-8.

El día 6 de julio de 1350 Petrarca compró en Mantua el imponente códice de la Naturalis historia que hoy se custodia en la Bibliothèque Nationale de France con la signatura Latin 6802: «Emptus Mantue 1350 Iulii 6º» (f. 277v). En los meses posteriores —y, con intensidad variable, durante el resto de su vida— el padre del humanismo leyó el ms. atentamente e intervino sobre el texto con más de 5.000 glosas y marcas de diversa índole. Ya desde la primera edición de la obra fundamental de P. de Nolhac (Pétrarque et l’humanisme, Paris: Honoré Champion, 1907 [1.ª ed. 1892]), el Par. lat. 6802 obtuvo cierto renombre incluso fuera del ámbito de los especialistas, sobre todo por un dibujo —reproducido infinidad de veces— que se encuentra en el f. 143v y representa el retiro campestre de Petrarca en Vaucluse. En las últimas décadas la atribución del dibujo a Petrarca ha sido muy discutida y ha cobrado fuerza la hipótesis de que en realidad se debe a la mano de Boccaccio; en cambio, existe un consenso casi absoluto sobre la paternidad petrarquesca de la inscripción que lo acompaña: «Transalpina solitudo mea iocundissima». Pero la importancia del códice se debe a otras muchas razones, que podrían resumirse diciendo que para Petrarca se fue convirtiendo en el principal punto de referencia para todo lo relativo a las disciplinas científicas y, por tanto, también en una especie de repositorio de noticias y reflexiones al respecto: «complementare all’altro polo della biblioteca, il Virgilio Ambrosiano, il parigino divenne motore d’innesto della riflessione sulle scienze, il luogo deputato alla verifica delle nozioni e la principale forza catalizzatrice nel confronto con le altre fonti naturalistiche» (p. lxvi). Así, de entre los muchos mss. de la biblioteca de Petrarca que han llegado hasta nosotros, el Plinio es sin duda uno de los más interesantes; quizá también uno de los que mayores dificultades ofrece a la hora de estudiar y editar las intervenciones petrarquescas que contiene.

El presente libro de Giulia Perucchi es un volumen no menos imponente de 850 páginas publicado bajo los auspicios del Comitato Nazionale del VII Centenario della nascita di Francesco Petrarca en el marco de la edición de la obra del humanista promovida por la Commissione per l’Edizione Nazionale delle Opere di Francesco Petrarca. En la introducción se abordan sistemática y sintéticamente los aspectos más relevantes implicados en el ms. En un primer capítulo («I testimoni», pp. ix-xxxvi) se nos ofrece, con el detalle necesario, la descripción y la historia del Par. lat. 6802 y de Leiden, Universiteitsbibliotheek, BPL 6, un códice en el que se copió buena parte de las glosas del parisino y que resulta especialmente útil debido a que el autógrafo petrarquesco fue objeto de una encuadernación en la que muchas apostillas resultaron mutiladas. Un segundo capítulo («Il Petrarca lettore di Plinio», pp. xxxvii-xciv), que ocupa la mayor parte del estudio introductorio, contiene un análisis de las glosas realizado desde los distintos puntos de vista requeridos por el caso y distribuido en los oportunos apartados: Filologia sul testo (pp. xl-lvi), donde se abordan las intervenciones de Petrarca que tienen por objeto la literalidad misma del texto pliniano; Modi e tempi della postillatura (pp. lvi-lxiv), en el que la autora se detiene en el análisis de los aspectos formales y funcionales de las glosas (incluidas cuestiones ortográficas, siempre importantes para reconstruir la escritura de Petrarca y su evolución) e intenta precisar los diversos momentos en los que el humanista intervino en el códice; Percorsi della lettura (pp. lxiv-lxxxi) ofrece una exposición detallada sobre la presencia del texto de Plinio en la obra petrarquesca y, al mismo tiempo, un análisis de aquellos aspectos de la Naturalis historia que atrajeron especialmente la atención del humanista (mención de escritos antiguos que no han llegado hasta nosotros, datos geográficos interesantes por su importancia histórica o por ser escenarios de la vida del propio Petrarca, anécdotas que con frecuencia originan una glosa de contenido moral, etc.); y Plinio e gli auctores (pp. lxxxi-xciv), en el que Perucchi hace un repaso de las obras que aparecen citadas en las glosas, una información siempre fundamental para la reconstrucción de la biblioteca y las lecturas de Petrarca. El tercer capítulo («Criteri di edizione», pp. xcv-xcix), de presencia obligada, nos remite a la tradición de la edición de glosas petrarquescas, cuestión en la que conviene detenerse por un momento.

En efecto, la edición de las glosas que presenta Perucchi (pp. 1-633) constituye una contribución de primer orden para el petrarquismo: de un lado, por la importancia del Plinio parisino en la biblioteca de Petrarca; de otro, porque la autora ha llevado a cabo su tarea de manera irreprochable, algo especialmente meritorio si se tiene en cuenta el volumen de trabajo implicado. La filología sobre la obra de Petrarca se ha convertido, gracias a los logros alcanzados desde comienzos del siglo xx hasta nuestros días, en un modelo para otras disciplinas afines; en estos estudios las glosas autógrafas de Petrarca tienen una enorme relevancia y para ellas se ha desarrollado una tradición filológica específica no menos exigente en la que cabría señalar un buen número de aportaciones extraordinarias que sería largo enumerar. El respaldo proporcionado por esta tradición y, ciertamente, el trabajo paciente y concienzudo de la autora han hecho que el presente volumen constituya un nuevo hito en la historia de la filologia dei postillati petrarquescos. A este propósito es pertinente señalar que el origen de esta edición es una tesis doctoral (realizada en la universidad de Messina bajo la dirección de Vincenzo Fera y Michele Feo) defendida en 2011 y posteriormente depurada y completada por su autora desde diversas perspectivas: el libro que nos ocupa, por tanto, es el resultado de un largo proceso de maduración y revisión que se traduce visiblemente en las cualidades ya citadas.

En relación con lo anterior, merece la pena señalar una reciente contribución de Monica Berté sobre la edición de apostillas petrarquescas: «L’edizione di postillati: il caso Petrarca», Ecdotica 18 (2021), 103-119. A la utilísima lista que proporciona en las pp. 105-107 habría que añadir ahora al menos los siguientes ítems: M. Berté, «Un nuovo codice annotato da Francesco Petrarca: l’autografo delle Ystorie imperiales di Giovanni Mansionario», Filologia mediolatina 29 (2022), 225-276; Ead., «Un nuovo Livio annotato da Petrarca: il manoscritto Arch. Cap. S. Pietro C 132 della Biblioteca Apostolica Vaticana», Aevum 97 (2023), 403-449; L. Refe, «Le postille petrarchesche al primo libro del De natura deorum di Cicerone», Atti e memorie dell’Arcadia 12 (2023), 43-111; y, en lo que respecta a la edición de apostillas apógrafas, M. Petoletti, «Nuove considerazioni sulla biblioteca di Petrarca: le Epistulae di Ambrogio e le Res rusticae di Varrone», en Francesco Petrarca e la sua ricezione europea. Atti del convegno Freie Universität Berlin 9-10 novembre 2017, a cura di G. Cascio e B. Huss, Messina: CISU, 2020, 49-79. Un impagable elenco de los códices que contienen apostillas petrarquescas, con la bibliografía pertinente para cada uno de ellos, nos lo proporciona M. Feo, «Codici postillati», en Petrarca nel tempo. Tradizione lettori e immagini delle opere, a cura di Id., Roma-Firenze: Bandecchi & Vivaldi, 2003, 461-495.

La manera de disponer el texto es la que durante las últimas décadas ha ido fijándose en dicha tradición: se proporciona en primer lugar el pasaje glosado según el texto del códice petrarquesco —señalando las variantes que presenta con respecto al de las ediciones modernas—; en segundo lugar se edita la o las apostillas de Petrarca relativas a dicho pasaje, cada una de ellas numerada (y, si tal cosa es posible, con indicación de la palabra o la frase concreta a la que se refiere); y, en fin, cuando se estima conveniente se añade un comentario en el que se aporta la bibliografía existente sobre la glosa en cuestión, se trata sobre su relación con otros lugares de la obra de Petrarca y, en definitiva, se señalan las posibles implicaciones que quepa establecer en cada caso. Como queda dicho más arriba, la minuciosidad de Giulia Perucchi en la edición de los textos concernidos es digna de todo encomio; no lo es menos la erudición desplegada en el apartado final de la edición de cada glosa, que convierte el presente volumen en un instrumento indispensable para numerosos lugares y aspectos de la obra del humanista.

Me permito señalar, como mínima contribución a la ingente cantidad de referencias que proporciona la edición de Perucchi, un pasaje petrarquesco relacionado con un grupo de apostillas del Plinio parisino. En la extensa glosa n.º 1281 (ad Nat. 4, 4-5, 9-17) Petrarca menciona, entre otros lugares, Patras y el mons Maleus; este último interesaba especialmente al humanista, pues vuelve a aparecer en la n.º 1316 («Malleus», ad Nat. 4, 5, 16), la n.º 1489 («Malea», ad Nat. 4, 12, 55), la n.º 1508 (donde corrige la lección corrupta del parisino: «melio» en «Maleo», ad Nat. 4, 12, 59-61) y la n.º 1509 («[Maleus Peloponensi: attende]», también ad Nat. 4, 12, 59-61). En la Vita Terrentii Petrarca se refiere a Patras y a un problemático «sinus Maliacus»: «fertur […] ipse [sc. Terentius] terrestri itinere Patras perrexisse […]; ibi expectate navis audito naufragio, que circa sinum Maliacum periclitata erat, […] discessisse» (Vit. Terr. 25-27). El pasaje tiene cierta relevancia: porque todo apunta a que «sinus Maliacus» es aquí un error de Petrarca precisamente por «Malea», el promontorio citado —entre otros— por Plinio y objeto de las glosas del ms. parisino antes aducidas; y porque, en lugar de «sinum Maliacum», los mss. que derivan de la lectura terenciana de Pietro da Moglio traen «sinum Illiricum», una de las numerosas variantes que caracterizan a esta importante rama de la transmisión y que bien podría estar relacionada con algunos mapas de la época. Parece claro que Petrarca no tuvo en cuenta a Plinio cuando escribió el pasaje de la Vit. Terr. que nos ocupa —cabe pensar que hacia 1345 o en los años inmediatamente posteriores—, pero es muy probable que, de un modo u otro, las insistentes glosas del Par. lat. 6802 guarden alguna relación con aquel. (Para el uso de Plinio por Petrarca antes de 1350 véanse las pp. xxxviii-xl del volumen de Perucchi así como A. Piacentini, «‘Se miscere cum magnis mira arte’. L’Historia augusta, il De remediis e le lettere Senili», Studi petrarcheschi 21, 2008, 1-80, p. 62 n. 75).

En un caso como el de la Naturalis historia, la tipología de los pasajes que suscitan la intervención de Petrarca es muy variada y vemos así sucederse glosas —no pocas veces de extraordinario interés— sobre cuestiones geográficas, históricas, morales, etc. No faltan, como en tantos otros libros de su biblioteca, observaciones de índole más personal. Parece oportuno traer aquí el caso de Nat. 2, 45, 115, donde Plinio se refiere a un fenómeno que tiene lugar en una sima de Dalmacia en la que, cuando se tira una piedra, se origina una especie de tornado; Petrarca apostilla (n.º 429): «simile audi<vi> in montibus <Pi>reneis d<um> ibi essem, rel<atu> fidedign<o; sed> locum non <vidi>». Alude al verano que pasó al pie de los Pirineos en 1330 acompañando a Giacomo Colonna, recién nombrado obispo de Lombez, momento y lugar que recuerda con cariño en varios lugares de su obra: «Tholosam Garumneque alveum et Pireneos colles adii celo sepe turbido sed serenissimo comitatu» (Sen. 10, 2, 87); «in Vasconiam ductus, sub collibus Pireneis estatem prope celestem, multa et domini et comitum iucunditate, transegi» (Post. 20); «Nunquam, puto, letior estas fuit» (Sen. 16, 1, 32).

El Plinio parisino destaca también por las informaciones que le proporcionaba a Petrarca sobre variados aspectos de las artes plásticas; no es casualidad que sea en sus márgenes donde se encuentra una famosa glosa sobre Simone Martini, que ilustró el monumental Virgilio Ambrosiano con una pintura que ocupa todo el f. 1v y que ha sido reproducida numerosas veces. En efecto, en un pasaje en el que Plinio alude a la afabilidad («comitas») de Apeles, Petrarca apostilla (n.º 4904, ad Nat. 35, 10, 85-87): «hec [sc. comitas] fuit et Symoni nostro senensi nuper iocundissima». Si en un estudio anterior la propia Perucchi se ha detenido a examinar la contribución de la obra de Plinio a los conocimientos de Petrarca sobre las artes plásticas de la antigüedad (Petrarca e le arti figurative. «De remediis utriusque Fortune», I 37-42, Firenze: Le Lettere, 2014, pp. 39-54), la presente edición nos permite observar en su conjunto las reacciones de Petrarca a los pasajes pertinentes y las vinculaciones de todas ellas con el resto de su obra.

Fuera de todo lo ya señalado, el códice de Plinio destaca por varias características singulares. Una de ellas es la presencia de los dibujos antes aludidos, sobre los que hay una bibliografía más que notable y para los que la obra de Perucchi constituye ahora un subsidio indispensable. Otra viene dada por el hecho de que el Par. lat. 6802 está particularmente corrupto: si la obra de Plinio resulta de por sí difícil (porque está plagada de topónimos exóticos y palabras raras de los campos léxicos más diversos, por su propio contenido científico, etc.), el deplorable estado en el que se encuentra el texto de nuestro ms. lo convierte en un galimatías que obliga a Petrarca a ejercer la conjetura a cada paso, a veces ope codicum —pues puntualmente tuvo acceso al menos a otro códice de la Naturalis historia— pero otras muchas veces ope ingenii. Recuérdese que un famoso pasaje de Petrarca sobre el deterioro sufrido por los textos antiguos que han llegado hasta nosotros está motivado precisamente por el Plinio parisino: «An si redeat Cicero aut Livius multique alii veterum illustrium, ante omnes Plinius Secundus, sua scripta relegentes, intelligent et non passim hesitantes nunc aliena credent esse nunc barbara?» (Rem. 1, 43, 12).

Uno de los problemas que plantea el Par. lat. 6802 es el de la huella que en él pudo haber dejado Boccaccio. En varias ocasiones se ha propuesto la hipótesis de que el certaldés lo habría utilizado en alguna de sus visitas a Petrarca —con toda probabilidad en la que le hizo en Milán en 1359— y precisamente Perucchi ha escrito al respecto un importante artículo («Boccaccio geografo lettore del Plinio petrarchesco», Italia medioevale e umanistica 54, 2013, 153-212, al que hay que añadir, con una perspectiva más general, «Il Plinio del Petrarca sullo scrittoio del Boccaccio geografo», en Boccaccio autore e copista, a cura di T. de Robertis, C. M. Monti, M. Petoletti, G. Tanturli, S. Zamponi, Firenze: Mandragora, 2013, 368-370). En concreto, tres elementos del códice han sido puestos en relación con Boccaccio: el dibujo de Vaucluse al que se ha hecho referencia más arriba (además de una cabeza barbuda y un castillo romano, también de autoría discutida); cuatro apostillas un tanto enigmáticas que se encuentran en los ff. 15-18; y la famosa glosa sobre las cebollas de Certaldo.

En efecto, una de las glosas que contiene el códice hace referencia a un pasaje de Plinio en el que trata sobre los diversos tipos de cebollas y reza así: «Nondum certaldenses erant» (f. 153v, ad Nat. 19, 6, 105). Es evidente que, de un modo u otro, la apostilla tiene relación con el origen certaldés de Boccaccio y con una de las novelle del Decameron (6, 10) en la que un tal ‘frate Cipolla’ aparece ubicado precisamente en Certaldo y se mencionan sus cebollas «famose per tutta la Toscana». La escritura de la glosa ha sido atribuida a Boccaccio (Nolhac, Hecker, Billanovich, Cassamassima, Fiorilla, Petoletti, Perucchi), aunque Feo ha expresado dudas al respecto sin descartar la posibilidad de que pueda ser del propio Petrarca (M. Feo, Le cipolle di Certaldo e il disegno di Valchiusa, Pontedera: Bandecchi & Vivaldi, 2004, tirada aparte, revisada y corregida, de Petrarca nel tempo, cit., 499-512, adonde remito para la bibliografía aludida).

Las cuatro glosas antes citadas, de ejecución claramente distinta, se encuentran en los ff. 15rb, 16rb, 17ra, 18va y dos de ellas resultan especialmente interesantes (pp. xvi-xviii y 48-49). La primera («poete v<ero tribus> numinibus <po>testatem <fulmi>nandi conce<sserunt>, Iovi scilicet, <Vul>cano et <Miner>ve», f. 15rb ad Nat. 2, 20, 82), en realidad, se limita a recoger una noticia del repertorio mitográfico de Alberico de Londres (3, 10, 6), pero ha suscitado una llamativa apostilla de Petrarca: «videlicet ubi, glosator ineptissime?» (n.º 316). La cuarta («FP ‘quid enim vim carminis equet?’», f. 18va ad Nat. 2, 53, 140) tiene la particularidad de que cita un verso del propio Petrarca («FP»), en concreto BC 10, 128, pero ya con una de las variantes que el humanista le había comunicado a Boccaccio en octubre de 1359 (Fam. 22, 2, 25), aunque posteriormente modificará el texto una vez más. Billanovich sostuvo que estas glosas no habían sido escritas ni por Petrarca ni por Boccaccio; Casamassima se mostró «tentato di riconoscere la mano del Petrarca nella citazione del Bucolicum carmen» y, de otro lado, encontraba «meno lontana dalla grafia del Boccaccio» la glosa de f. 17ra en la que se aduce un pasaje de las Geórgicas; Feo, «a puro titolo di esercizio euristico» y «con un fil di voce», sugirió el nombre de Giovanni Malpaghini, copista que operó en casa de Petrarca entre 1364 y 1368; Petoletti, en fin, se refiere a su autor como «un altro lettore non ancora identificato» (G. Billanovich, «Nuovi autogra­fi del Boccaccio. II. Parigino lat. 6802», en Id., Petrarca e il primo Umanesimo, Padova: Antenore, 1996, 150-157, originalmente publicado en 1952 con otro título; E. Casamassima, «Un Plinio appartenuto al Petrarca e postillato dal B­occaccio», VI Centenario della morte di Giovanni Boccaccio. Mostra di manoscritti, documenti ed edizioni, Certaldo: Comitato Promotore, 1975, I, 138-139, p. 138; Feo, Le cipolle, cit., pp. 27-28; M. Petoletti, «‘Servius altiloqui retegens archana Maronis’: le postille a Servio», en F. Petrarca, Le postille del Virgilio Ambrosiano, a cura di M. Baglio, A. Nebuloni Testa, M. Petoletti, Padova: Antenore, 2006, I, 93-143, p. 118).

En definitiva, el Par. lat. 6802 es un códice que ocupa un lugar destacado en la biblioteca de Petrarca y en el que confluyen circunstancias de la máxima relevancia. El poderoso volumen de Giulia Perucchi proporciona, de un lado, una edición completa e impecable de las más de 5.000 glosas petrarquescas del Plinio parisino y, al mismo tiempo, ofrece una visión de conjunto sobre el uso que el humanista hizo del códice así como sobre la presencia de la Naturalis historia en la totalidad de su obra. Como siempre que se trata de glosas petrarquescas, pero en un grado proporcional al del número de las apostillas y a la importancia del texto glosado, están implicadas cuestiones fundamentales para nuestro conocimiento de Petrarca: autores y obras citados, observaciones personales, manifestaciones de su interés por términos y pasajes plinianos, conjeturas al propio texto, etc. Es un libro del que no podrá prescindir quien quiera trabajar en el campo de los estudios petrarquistas. Last not least, hay que destacar la exquisita ejecución editorial que se advierte a lo largo de todas y cada una de las 850 páginas del volumen, la presencia de unos índices finales exhaustivos y la elegante factura material del libro que convierte su manejo en un verdadero placer; cualidades todas ellas a las que nos tienen acostumbrados el Comitato Nazionale y la Commissione arriba citadas así como la editorial florentina Le Lettere.

Iñigo Ruiz Arzalluz

Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
i.ruiz@ehu.eus
https://orcid.org/0000-0002-1179-5553
DOI: https://doi.org/10.1387/veleia.25835