Esta investigación se desprende de la tesis doctoral «El arte como reivindicación cultural para la producción sostenible: Propuestas artísticas frente a las consecuencias del sistema de producción industrial en Casabermeja, Antequera y Orce» (2022) realizada por el primer autor de esta aportación y dirigida por la segunda autora en la Universidad de Granada. La misma concluyó que la agricultura y ganadería industriales no solo tienen nefastas consecuencias ambientales como la erosión o la contaminación de acuíferos, sino culturales, como la pérdida de conocimientos y germoplasmas ancestrales, o el éxodo rural y la ruina arquitectónica agraria que conlleva.

En esta aportación se muestra la investigación relativa al trabajo realizado en el huerto familiar por el primer autor de esta contribución y su abuelo, donde se trabajó con cultivos estacionales mediante diferentes tipos de manejos para contrastar, en la medida de lo posible, si los conocimientos preindustriales pueden tener vigencia en la perseguida producción sostenible. Al mismo tiempo, el cuidado de los cultivos se complementó con la atención del gallinero familiar, una práctica ligada íntimamente a la primera. Todo este proceso se recogió en un cuaderno de bocetos, o diario del huerto, iniciado en agosto de 2010 y finalizado en agosto de 2021. Este diario recoge la síntesis de los resultados del trabajo en el huerto, y también será el origen de varias colecciones artísticas.

La investigación en su conjunto tiene un carácter experimental, donde la ciencia y el arte constituyen un binomio inseparable, del mismo modo en que los botánicos viajaban al Nuevo Mundo acompañados de sus dibujantes. Pero en este caso el artista es el que realiza todo el proceso, desde la planificación de la siembra de los cultivos y la atención en todo su desarrollo, hasta el registro textual y gráfico del proceso y sus resultados artísticos.

El objetivo fundamental de esta propuesta es estudiar el huerto como espacio creativo, como fuente de inspiración artística a través de la cual canalizar una crítica constructiva a los diferentes modelos de producción de alimentos. De aquí se derivan varios objetivos específicos: primero, obtener la mayor cantidad de alimento posible del huerto y del gallinero, quedando esto marcado por la estacionalidad de los cultivos y el recetario tradicional andaluz; y segundo, realizar una serie de ilustraciones que acerquen al público en general el patrimonio cultural vivo en vías de extinción, es decir, las variedades de cultivos autóctonas.

Por tanto, el huerto se postula como un espacio de evolución de la vida y la cultura, y cuya manifestación más inmediata es el desarrollo de diferentes cultivos autóctonos. Y de aquí se desprende un tercer objetivo que pretende poner en valor la biodiversidad, entendida a nivel global, donde los métodos y prácticas locales son extrapolables al resto del mundo. En este sentido, en el verano de 2022 se realizó una colección de trece ilustraciones científicas de cultivos autóctonos en la región de Perugia y del Lago Trasimeno (Italia).

La metodología seguida ha sido heterogénea para poder responder a la distinta naturaleza de las cuestiones abordadas. En un primer momento se ha realizado un estudio bibliográfico respecto a las diferentes formas de producir alimentos en los huertos familiares y desde la historia del arte, en este caso sobre la simbología atribuida al huerto y productos hortícolas a lo largo del tiempo. En segundo lugar, destaca la metodología etnográfica con la manutención del huerto recopilada en el diario del huerto comentado antes. Finalmente, la obra artística se basa en la metodología propia de esta disciplina, donde la experimentación, creación y estética inundan el proceso investigativo a través de una metodología de investigación basada en artes (Barone & Eisner 1997).

Biodiversidad, cultura y arte en el huerto

A lo largo de la historia, diferentes pueblos han tenido huertos asociados, siendo famosos los remotos jardines colgantes de Babilonia o los huertos mesopotámicos estudiados por Bowe (2015); pero también otros, como los huertos y regadíos egipcios, analizados por Eyre (1994); el hortus romano, por Rodríguez López (2008); o los huertos medievales, por Marzolla Bonet (2014). Destacan de estos los tacuinum sanitatis, códices ilustrados entre los siglos XIV y XV que mostraban los cultivos como fuentes de alimento y medicina (Barbón García & Álvarez Suárez 2003) (fig. 1); y la obra del agrónomo español Gomis (1900), que trataba el cuidado de diferentes plantas y animales domésticos a principios del siglo XX.

De cualquier modo, esta aportación no se centra en el huerto como espacio productivo meramente, sino como algo que lo trasciende, definiendo el huerto como: un espacio familiar de tamaño variable, delimitado física o imaginariamente, en el que se cuida el desarrollo de unas formas de vida sobre otras, y que funciona como escenario de la evolución inducida y del enriquecimiento de biodiversidad y cultura.

Aunque Calvet-Mir, Garnatje, Parada, Vallès & Reyes-García (2014) lo limitasen al Pirineo catalán, los huertos han sido espacios protegidos para la biodiversidad agrocultural porque en ellos han sobrevivido cultivos autóctonos y sus conocimientos asociados, puestos en jaque por la producción industrial de alimentos. Los huertos pueden asegurar la producción alimentaria internacional, además de ser muestras de identidad cultural, que varían con cada pueblo. En el huerto familiar que se presenta aquí se han cultivado algunas variedades autóctonas (fig. 2A) como las habas cortas de Alozaina, los melones invernizos y las lechugas de San Marcos de Casabermeja, en lo relativo a los cultivos estacionales, y las gallinas y pavos andaluces en lo que respecta a las razas autóctonas (fig. 2B).

La identidad cultural se vive en el huerto a diario con multitud de tareas estacionales marcadas por fiestas y eventos con sus manifestaciones en el refranero popular. Un ejemplo ilustrativo puede ser el refrán «Por san Blas empieza la viña a podar», que en el huerto se refleja en las parras que dan sombra al gallinero. Otros refranes nos hablan de algunas hierbas, como el de «Verdolaga, verdolaga, no te extiendas tanto y recógete un poquito, que ni la huerta es tan grande ni el hortelano tan rico». A tenor de este último, se considera que la eliminación de plantas adventicias, fue el origen de la agricultura, ya que los sapiens del Paleolítico eliminarían plantas que no les interesaran para potenciar el desarrollo de las que sí (Castro Martínez et al. 2003). No obstante, sería mayor la biodiversidad florística que los sapiens de la prehistoria consumiesen, ya que muchas de las consideradas malas hierbas de hoy son comestibles (como la verdolaga), medicinales e incluso ornamentales (Cirujeda, Zaragoza, Albar & León 2010). Según Pareta (2020), el concepto de ‘mala hierba’ es una consecuencia directa de la agricultura industrial y sus herbicidas.

Todo ello hace del huerto un espacio en el que trasciende el espacio y el tiempo, uniendo a las familias con el origen de las sociedades neolíticas, siendo precisamente la conexión con el pasado lo que arroja una mirada crítica a la sociedad de hoy y su relación con la naturaleza, rociada de herbicidas. No obstante, gracias a expertos en etnobotánica, se han acercado estas plantas y sus conocimientos asociados a la sociedad en general. Cerrajas, vinagreras y collejas formaban parte de la alimentación humana hasta hace poco (fig. 3). Autores como Rojo Úbeda (2011) o Escobero Rodríguez (2016) ponen de manifiesto esta realidad, que en ocasiones atañe a plantas no comestibles, pero de gran calado histórico cultural, como el caso de la retama estudiado por Morales (1995).

Además de estudios de biología, etnografía o agronomía, el campo y sus huertos han atraído a artistas de diversa índole, que no solo realizaban representaciones realistas, sino que plasmaban simbologías acordes a la época en que vivían. ‘El todo`’ hortícola y su vinculación al elemento terrenal destaca en «Tierra», de la colección de «Los cuatro elementos» de Joachim Beuckelaer (1569) (fig. 4A). Lo extraterrenal también impregna los huertos en el arte, y es que el Edén a veces era concebido como una huerta de coexistencia y orden divinos, como el tapiz anónimo «El jardín del Edén», del siglo XVI (fig. 4B). También los artistas aprecian la pertenencia del Homo sapiens a la naturaleza, estableciendo paralelismos entre el microcosmos interior y el macrocosmos exterior, a la manera en que hacían los protoindoeuropeos (Fielder-White 2021), y que ejemplifican sobradamente los retratos de Arcimboldo (fig. 4C). Empero, los bodegones que se desencadenan de la producción hortelana pueden retratar no solo los placeres y el exceso, sino la fugacidad de la vida y el acechamiento de la muerte (Migdol 2021). Bodegones como los de Juan Sánchez Cotán (fig. 4D) o los de Cézanne (fig. 4E), ponen de manifiesto que la vida y la muerte coexisten en un plano artístico y trófico.

Etnografía: Huerto entre abuelo y nieto, contrastando saberes para la sostenibilidad productiva

En los años de manutención del huerto (actividad que persiste hoy día), se han desarrollado una serie de cuestiones y conocimientos favorecidos por la etnografía. En primer lugar, en el huerto se han contrastado modelos de producción preindustriales (figs. 5A y 5B) con nuevos modelos de producción sostenible. En lo que respecta a los primeros, ha destacado la relación entre abuelo y nieto, pues el primero, nacido en la década de 1930, es conocedor de las tareas agrícolas que se realizaban en la vega de Antequera, concretamente en la casería de San Felipe, donde junto a sus tíos y otros campesinos cuidaban tierras de regadío. En cuanto a los modelos de producción sostenible, ha sido constante la consulta de manuales de agricultura orgánica (Fukuoka 1978; Mollison & Holmgren 1978), y muchas otras fuentes fueron estudiadas para conocer prácticas agrícolas que experimentar en el huerto. Entre ellas destacan el acolchado del suelo, la no eliminación de plantas adventicias, la supresión del arado, o el riego por goteo (figs. 5C y 5D).

Sin embargo, la balanza productiva se iría inclinando más en favor del conocimiento hortelano del abuelo que del nieto. De hecho, se observó que al regar por inundación había mayor cantidad de biodiversidad en el huerto (fig. 6A). La técnica del arado, por su parte, permitió un mejor desarrollo en los cultivos e incluso en las plantas adventicias, mientras que cuando no se utilizó esta técnica, el suelo se agrietó y expuso las raíces de cultivos leñosos al sol, lo que derivó en la seca de árboles frutales. Sin embargo, en favor de las técnicas de nuevos modelos de producción conviene hablar de la tecnificación de conocimientos que suponen, pues con ellos se pudo administrar el gallinero, las composteras y el riego de forma más eficiente. Por ejemplo, en el gallinero se aplicó el uso de la cama profunda para balancear el estiércol de las gallinas, fuerte en nitrógeno; en las composteras se procedió al removido de la materia orgánica para incentivar el compostaje (fig. 6B); y en el riego se procedió a acolchar con podas trituradas y riego por goteo, que supuso un mejor aprovechamiento del agua y una menor tasa de enfermedades ligadas a la alta humedad que supone el riego por inundación, especialmente la aparición de hongos a los que cultivos como el tomate son altamente sensibles (fig. 6C).

Por otro lado, la estacionalidad de los cultivos y el cuidado del ganado doméstico, que daba lugar al consumo de verduras y animales en guisos tradicionales, supuso la apreciación que ya tuvieron los reseñados artistas anteriores, aquella donde la muerte es parte indispensable para un correcto desarrollo de la vida. Hay que destacar a este respecto, que es diferente una muerte por motivos tróficos que una producida por fitosanitarios. La primera de ellas enriquece el círculo de la vida, mientras que la segunda lo empobrece.

Por último, el continuo cuidado del huerto permitió no sólo enriquecer la relación entre abuelo y nieto, sino ser testigo de la cultura inmaterial que las personas mayores tienen hoy día, recopilando una serie de cancioncillas que se suelen recitar a menudo en el huerto. Estas coplillas hacían referencia a la fugacidad de la vida, la exaltación de los elementos, la estacionalidad o la etología de animales y plantas. Como ejemplo se destacan tres relativas al tiempo, la primera sobre el granizo, la segunda sobre el exceso de calor en invierno, y la tercera sobre el exceso de lluvias en primavera:

Febrerillo loco, que sacó a su madre al sol y luego la apedreó
Pascuas enmarzás, hambres y mortandad
La lluvia en abril quita trigo, aceite y vid

Resultados obtenidos

Los principales resultados obtenidos respecto a la creación artística comienzan con el diario del huerto. En él se describen las actividades realizadas en la huerta familiar durante los años de investigación y, si bien no se escribía diariamente, sí hubo un seguimiento de los eventos más trascendentales en cuanto a la absorción de ideas ligadas a la producción. Un ejemplo puede ser el del desarrollo de maíz antiguo castellano bajo dos manejos (fig. 7). En un primer momento se trató de adaptar el cultivo a la sequía provocándole estrés hídrico, dando como resultado cosechas mínimas e incluso la muerte de muchas plantas. En un segundo momento, se procedió a cultivarlo bajo manejo tradicional, con suelo arado y riego a manta. En esta ocasión los resultados fueron muy positivos, con plantas que alcanzaron más de dos metros de altura y una buena cosecha. A medio camino entre ambos, se encontró como idóneo (por la sequía que se vive en el sur de España desde hace años) sembrar el maíz en zona arada, acolchada y regada por goteo. En definitiva, en el diario del huerto se iban mostrando las ideas y enseñanzas que se adquirían conforme la investigación avanzaba. Esta primera obra de naturaleza etnográfica originó, de alguna manera, el trabajo propiamente artístico.

En un primer momento, en el diario del huerto se volcaron multitud de apuntes gráficos y bocetos para absorber las ideas y conocimientos que se generaban (fig. 8), pero pronto se decidió culminar la cuestión artística a través de una colección de ilustraciones botánicas.

Se trata de 13 ilustraciones científicas realizadas con técnicas tradicionales, como el gouache, la acuarela, los lápices de color y la tinta, en Perugia, Italia, de las cuales aquí se muestran algunas de ellas, pero el resto pueden verse online (www.fernandoluquecuesta.com). Estas ilustraciones se realizaron en colaboración con el Programa Europeo Cooperativo por los Recursos Genéticos de las Plantas, ECPGR por sus siglas en inglés, a través del Dipartimento di Scienze Agrarie, Alimentari e Ambientali (DSA3), de la Universitá Degli Studi di Perugia.

Las variedades ilustradas fueron: Aglione, una variedad de ajo gigante; Albicocce, una variedad de albaricoque autóctono de Perugia; Fico gigante delle zoccolanti, una variedad de higuera empleada en la elaboración de zuecos de madera realizada por monjes (fig. 9A); Insalate delle sete lune, una variedad de lechuga autóctona que presenta tanto hojas lisas como rizadas; Mela agostina, una variedad de manzana verde; Pomodoro costoluto, una variedad de tomate para consumir en fresco; Pomodoro Cristina Rosa, una variedad de tomate de invierno que lleva el nombre de la única persona que lo conservó; Pomodoro lago Trasimeno, una variedad de invierno del lago que le da nombre; Pomodoro mercatello, una variedad de tomate para consumir en fresco (fig. 9B); Pomodoro perugino, variedad de tomate autóctona de la propia Perugia similar el cherri; Pomodoro vecchietti, variedad de tomate empleada en elaboración de conservas; por último, Susina panicone, una variedad de ciruela alargada de pequeño tamaño (fig. 9C).

El objetivo de estas ilustraciones no es sólo acercar el germoplasma vivo que poco a poco desaparece de los campos de cualquier país por la industrialización agrícola, sino consolidar el arte como una metodología que legitime la búsqueda de la verdad, en una sociedad donde la diferencia entre una imagen verdadera y otra falsa (o editada), es cada vez más difícil de apreciar. De este modo, la intencionalidad del artista de mostrar lo que es o deja de ser por su extinción, lo vincula a los procesos de búsqueda de conocimiento que, a la postre, se pretende compartir con el resto de la sociedad, en una suerte de analogía con el viaje del héroe de Joseph Campbell (1949), donde el protagonista vuelve a su lugar de origen para compartir lo aprendido con los suyos.

Conclusiones

El huerto se consolida como un espacio de especial relevancia emocional e investigadora, ya que no sólo muestra a través de su diario la posible y necesaria integración de los conocimientos preindustriales en los nuevos modelos de producción, sino la capacidad familiar de resiliencia ante el gran entramado agroalimentario internacional. El trabajo en el huerto refuerza las relaciones intergeneracionales para afianzar la trasmisión de conocimientos y culturas ligadas a la producción, una producción sostenible ampliamente consolidada durante milenios antes de la industrialización agrícola. Además, en el huerto se desarrolla la vida más doméstica, enriqueciendo la biodiversidad y cuyo resultado más inmediato se puede ver en las ilustraciones mostradas anteriormente, junto a la fauna y la flora silvestres, que encuentran un lugar donde prosperar.

Los años en el huerto, además de fortalecer las relaciones familiares, proporcionaron una visión rica y contrastada acerca de los ciclos de la vida y la muerte, y una recuperación de la memoria y la cultura que encierran las personas mayores, que no sólo van ligadas a la producción, sino a otras formas inmateriales de la cultura popular, como los refranes y las cancioncillas.

El arte se legitima a través de la representación de la naturaleza, pues no solo pone de manifiesto esas formas de vida en vías de extinción, sino las que ya se han extinguido lamentablemente en gran parte del mundo más desarrollado, como consecuencia del abandono de sus tradiciones hortícolas y su consiguiente detrimento en las relaciones personales intergeneracionales. Finalmente, las prácticas agrícolas y artísticas llevadas a cabo se integran y afianzan como un método científico-artístico que puede ser aplicado a otros casos y regiones, como se evidencia en el trabajo desarrollado en Italia y que se plasma en las láminas botánicas que se presentan en esta aportación. Esto convierte la cuestión hortelana en universal, incluso partiendo de un caso de estudio que se desarrolló en un pequeño huerto familiar del sur de España (fig. 10).

Agradecimientos

Parte de los resultados artísticos mostrados en esta contribución se deben a la ayuda económica del ECPGR, el European Cooperative Programme for Plant Genetic Resources, que ofreció un contrato de prácticas para la realización de diferentes ilustraciones botánicas en Perugia (Italia) en verano de 2022.

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Glosario

Acolchado de suelo: El acolchado es una técnica que consiste en cubrir el suelo alrededor de las plantas con un material orgánico o inorgánico, como paja, hojas secas, restos de cultivos o incluso piedras

Cama profunda: En este tipo de sistemas, el suelo de las instalaciones se recubre con una capa de entre 50 y 60 cm de profundidad que puede estar constituida por heno, cascarilla de arroz, hojas de maíz, bagazo de caña de azúcar, paja de trigo o de soja o una mezcla de estos materiales

Compostera: Es el lugar donde ocurrirá la transformación de los residuos orgánicos en compost

Germoplasma: Es la variabilidad genética intraespecífica o los materiales genéticos que pueden perpetuar en una especie o en una población de organismos

Manejo: El manejo de cultivos es el conjunto de prácticas agrícolas que se lleva a cabo para mejorar el crecimiento, desarrollo y rendimiento de los cultivos

Riego a manta: El riego por inundación o también llamado “riego a manta” es una técnica de riego tradicional que consiste en el avance del agua sobre una parcela llana y sin vía de desagüe

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