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Yes, we fuck!
Papeles del CEIC. International Journal on Collective Identity Research, núm. 2, pp. 1-7, 2017
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

Crítica audiovisual

Ficha Técnica

Título: Yes, we fuck!1

Género: Documental

Dirección: Antonio Centeno y Raúl de la Morena

Nacionalidad: Española

Duración: 60 minutos

Año: 2015

(Re)encuentro

Ojos cerrados, teníamos un poco de miedo, en el sexo siempre hay algo de miedo, pero ahora no, respiramos, me toco el vientre, no es el mío, no es mi cuerpo, todas las manos, todos los cuerpos, caricias, roces, susurros, risas...huecos por donde nos escurrimos, no hay prisa...nos dejamos quitar la ropa suavemente, nos reconocemos, nos perdemos en el recorrido de las manos, nos dejamos mimar, nos dejamos amar, nos sentimos, siento, sientes, el milagro de la sintonización, estar disponible, ser yo y tú al mismo tiempo, dejar de ser yo y ser un poco más tú, dejar de ser tú y ser parte de mí. Probamos otras prótesis, cuero, plumas, látigos, pinzas, dedos donde yo no llego, placeres que sola no puedo...Somos más de un cuerpo, respirando, vibrando, más de un cuerpo unido en el placer, dejamos que irrumpa el deseo, deseo la libertad de ser sexual, ser algo más al mismo tiempo, un ensamblaje que no es un todo, quiebres, uniones, desvíos, extensiones, articulaciones, órganos y misterio que se encuentran en ese desvío de lo cotidiano que llamamos deseo, poros sorprendidos que reclaman y beben. Pruebo esto y aquello, gozo, me atrevo, no tengo miedo, hablamos, reímos, callamos, gemimos, el sexo es un asunto serio, el sexo es reír, flotar, disolverse. Dame una fresa, toma una aguja, enrédame, chúpame, juega, juguemos...bailemos esta coreografía de carne, materia, significados y signos, esta coreografía que no es un amasijo de fragmentos, esta coreografía que es un acoplamiento que habla, una masa de cuerpos unidos en el placer...

Mientras la voz en off desliza la narración junto a una música tenue, la cámara se deja ir entre cuerpos que se (re)encuentran consigo y con otros/as. El recorrido es suave, inspira disfrute y sensualidad. Son cuerpos no normativos, personas con diversidad funcional y otros cuerpos imposibles de encasillar en alguno de los estrechos cajones del orden sexo-genérico dominante, el régimen heterosexual (Wittig, 2006). La intimidad de las tomas, enfocando fragmentos, sonrisas, caricias y placeres no da lugar a la distancia y desdibuja la idea normalizada de que las prácticas sexuales se reducen a los genitales, ocurren entre un “hombre” y una “mujer” con todas sus extremidades y capacidades “normales”, blancos, de mediana edad (ni muy jóvenes, ni ancianos), en un lugar a solas, sin prótesis adicionales. La escena narrada aparece casi al comienzo del documental y anticipa los desplazamientos (afectivos, políticos, corporales, genéricos) que se desarrollarán después.

Con la consigna de hablar sobre y desde dónde se vivencia(n) el(los) sexo(s) y la(s) sexualidad(es) entre personas con diversidad funcional, Yes, wefuck! reúne historias que muestran variadas formas de desear y encontrarse, entre ellas las de integrantes del colectivo Post-Op2y sus actividades grupales, la relación entre un joven y una dómina, las experiencias de distintos diversos-funcionales y las de sus padres, el encuentro entre una mujer y su asistente sexual, los talleres de eyaculación femenina donde asisten mujeres diversas, cis y transgénero y el vínculo entre una mujer con diversidad funcional y su pareja3. ¿Qué conecta esta multiplicidad y hace posible que el documental cobre unidad? O ¿qué sentido tiene construir un relato donde dialoguen estos puntos de vista? Cada espectador hará su síntesis; la mía, dicho de manera sencilla, es que genera la inquietud de que mucho nos resta por comprender -y hacer en función de esa comprensión- en lo relativo al sexo, la sexualidad y las corporalidades, pues las que allí aparecen son más que expresiones tildadas de alteridad sexual, son cuerpos relegados al lugar de lo monstruoso (Platero y Rosón, 2012); en otras palabras: la diferencia indecible.

Quien haya comenzado a leer habrá notado el carácter subversivo del filme. La revuelta se olfatea desde un título sin pelos en la lengua: Yes, wefuck! Pareciera que se propusieron decir “basta de rodeos, mostrémonos, enunciémonos, ya no hay tutía para que otros hablen por las personas con diversidad funcional: sí, nosotras cogemos/follamos”. De esta forma alteran el orden, denuncian la invisibilización, censura y discriminación que se ejerce hacia los cuerpos que no entran en la norma, pero lo hacen desde un lugar propositivo y descontracturado, mostrando alianzas y formas de vida. No se quedan en la queja, arrojan luz sobre lo posible. Se interpela el silencio, los temores, la moral y la indiferencia desde el placer y el deseo como herramientas políticas y comunes (que no iguales) a todos los cuerpos. Desde esta perspectiva, Yes, we fuck! es para mí lo que El deseo homosexual de Guy Hocquenghem para Beatriz Preciado: “un arma crítica inventada por una de las escasas revoluciones no cruentas de la historia del siglo XX: el feminismo y los movimientos de lucha por la emancipación de las minorías sexuales” (2013: 28).

Sexo: ¿Qué haces tú en este terreno?

La pregunta de Miriam, una de las protagonistas, resulta más que oportuna. Propone una postura: el sexo como terreno, corporal, discursivo, afectivo, sensorial, relacional, móvil, político. Podríamos decir, retomando la expresión de Foucault (2012), que se problematizan las “verdades” que se han construido sobre el sexo y reposicionan las enunciaciones marginalizadas.

Junto con lo que se hace, la pregunta acerca de qué es el sexo se (nos) presenta a lo largo del filme. Lejos de coincidir las respuestas se expanden, no hay una igual a la otra: “juego, diversión, experimentación, política” (min. 9:51), “diversidad, imaginación, placer-saber” (min. 10:01), “para mí el sexo es un espacio de creación, un espacio en el que me siento libre de poder experimentar (…) aunque tampoco sabría definir donde empieza y donde acaba el sexo” (min. 34:54). El sexo aparece enunciado explícitamente y (d)enunciando el tabú del deseo -y su práctica- entre y hacia personas con diversidad funcional. Es el medio para explorar los cuerpos, sus límites, sentires y posibilidades, recorrido que lleva la discusión al plano de la autonomía y, a la vez, al del (con)tacto con otros, al reconocimiento de sí en tanto seres deseantes pero, sobre todo, cuerpos que pueden ser deseados. La pregunta entonces no sería tanto “¿sé que puedo desear?” sino “¿sé que otros me desean?” y, de ahí, ¿cómo se siente mí cuerpo sabiéndose deseado?

Finalmente, la pluralidad de maneras de concebir el sexo nos hace rever la interrogante: ¿es necesario definirlo? En palabras de Teresa de Lauretis, se trata de construir “otro horizonte discursivo, otra forma de pensar lo sexual” (1991: iv). El ensamblaje de estas diversidades funciona, también, como una fisura que atraviesa el paradigma binario que nos habla de lo sano/enfermo, productivo/discapacitado, hombre/mujer, heterosexual/homosexual, cuerpo penetrable/cuerpo penetrador. Una vez más, Miriam enuncia algunas palabras clave: “la realidad no es así” (min. 14:12).

El documental enfoca su argumento en la dimensión corporal. El cuerpo es la materialidad visible y sintiente, el terreno desde y con el cual nos relacionamos. Desde ese locus se conecta con otros, como la sensibilidad, los sentidos, la movilidad, la palabra, el vínculo, el contacto. Podríamos decir que no son cuerpos “en primera persona”, sino personas “en primer cuerpo” las que estamos conociendo, recordándonos la apuesta por unos conocimientos situados de Donna Haraway (1988). Las “perspectivas parciales” (Ibídem) y corporizadas que se despliegan en el documental (que utilizan sillas de ruedas, bastones, arneses y otras prótesis), conforman una contundente crítica a la pretensión de universales sobre la sexualidad y su todavía persistente yuxtaposición con lo reproductivo.

A lo largo del filme los protagonistas se muestran en sus búsquedas y revelan cómo hacen para ponerlas en práctica. Para algunos Internet es una herramienta de acceso a citas con trabajadoras sexuales y así probar, por ejemplo, una sesión de BDSM4; otras tienen una pareja afectivo-sexual estable o prácticas eróticas en solitario, otras eligen explorar la “asistencia sexual”. El deseo y el placer se construyen en una incesante secuencia de desterritorialización y reterritorialización de los sentidos sobre el propio cuerpo.

No estoy queriendo dibujar un mundo idealizado. En el filme se ha privilegiado la positividad de las interacciones, pero también sabemos, otra vez con Foucault, que deseo y poder no se excluyen, por el contrario, “la relación de poder ya estaría allí donde está el deseo” (Foucault, 2012:79). Sin embargo, mostrarse es un paso importante para desestabilizar “supuestos” que por lo anquilosado se han tornado verdades (como la representación infantilizante y a-sexual de las personas con diversidad funcional). En esta dirección, el modelo de la asistencia sexual es una fuerte pateadura de tablero. Se le puede concebir como una profesión, un trabajo, pero sus implicancias -políticas, éticas, vinculares- hacen que sea más que eso. Se trata de una práctica que produce un vínculo de reconocimiento. Habría que decir, en realidad, que no es una práctica, sino un corpus construido en función de las posibilidades, necesidades y deseos de quien (re)quiere ser asistido. El “empoderamiento” -si es que cabe hablar en estos términos- es al mismo tiempo un desafío, pues requiere del comunicarse. Una vez más se abre un abanico de hondas cuestiones ético-políticas, pues: ¿cómo se trabaja desde las muy heterogéneas expresiones de la diversidad funcional con la asistencia sexual? ¿Cómo deciden sobre su sexualidad las personas con severas afectaciones físicas e intelectuales? Muchos correrán escandalizados, pero no nos subestimemos: desde las condiciones de cada uno/a, pueden surgir comprensivas y creativas formas de saber(nos).

“No sé lo que quiero pedirte” (min. 46:25) comienza diciendo Soledad a su asistente, interrogante que va encontrando respuesta en la experiencia misma de su interacción. Somos partícipes de su goce al descubrir la caricia propia y la textura de su piel, a través de la ayuda de Teo, que toma su mano y la lleva por partes de su cuerpo donde sola no llega. Luego Teo dirá; “¿por qué una persona que necesita apoyo tiene que estar limitada a nivel sexual?” (min. 55:12). Reconocerse a través o junto con otros toma en cada ser matices personales y múltiples, como comenta Oriol: “descubrí la sexualidad a través de parejas, de novias, de amantes, debido a que no me podía masturbar por si solo” (min. 19:35).

Ausencias estratégicas

Un desplazamiento conceptual potencia la propuesta. Se trata de la ausencia de discursos y actores a los que estamos acostumbrados: el discurso médico y el de la política (estatal, transnacional). Su exclusión no es un hecho menor. Muy por el contrario, revela que sí es posible proyectar ese otro horizonte discursivo del que hablaba de Lauretis (1991). En efecto, en Yes, we fuck! no aparecen ciertas figuras “autorizadas” como la del especialista, el médico, el político, con lo que tópicos también comunes como la medicalización, los cuidados y los derechos quedan por fuera. Esto no significa que no interese hablar de derechos, cuidados o acceso a la salud, sino que no son los únicos lugares posibles y que otras enunciaciones de hecho existen.

Me parece importante dimensionar las implicancias de este giro. Por un lado, la discapacidad -opuesta a, o en tensión con la noción de diversidad funcional- ha sido desde siempre un territorio manipulado por el saber médico, cuerpos intervenibles y medicalizables, “minus-válidos”. Para la OMS, por ejemplo, discapacidad es sinónimo de diferencia y diferencia de deficiencia5, construcción que parece disociada de un cuerpo sensible, una condición que anula al ser. El énfasis que ponen los discursos del Estado en la noción de cuidados, tiene como efecto secundario totalizar la percepción de las personas con diversidad funcional como frágiles e (in)capacitadas. Así pues, en Yes, we fuck! el término “cuidado”, con alguna excepción, casi no se enuncia. Tampoco se habla de derechos, otro lugar donde prima una mirada “desde arriba”, antes que “desde abajo” (de Sousa Santos, 2002). Rita Segato (2007) advierte al avance del moderno discurso de derechos como una política de las identidades globalizadas. Para Segato, los Derechos Humanos son un instrumento que apresa a la diferencia, impidiendo lograr una conciencia clara de su profundidad (Ibídem: 18). En esta línea otras formaciones discursivas evitadas, o innecesarias, son las que enfatizan lo identitario, por ejemplo, la “identidad sexual”, rechazando así las posiciones estables, inamovibles, definidas. Lo que se percibe, en cambio, son desplazamientos, límites borrosos, en definitiva: seres humanos relacionándose. En contraposición a estos discursos se propone cambiar el modo de codificar los cuerpos; el acento se desplaza de la fragilidad a la potencia, de la gestión externa al deseo propio, de la visión “desde arriba” a la enunciación “desde adentro”.

Cambiar los términos ayuda a cambiar las representaciones que nos generamos. Pero el cuerpo no solo está apalabrado, también tiene una imagen, una existencia concreta (puedo cambiar lo que pienso y siento de mí cuerpo, pero no puedo cambiar cómo este cuerpo es); y la imagen de estos cuerpos en particular -más allá de su heterogeneidad- está marcada por un estigma. Desandar esa construcción, desde el lenguaje pero sobre todo desde acciones concretas, es lo que puede hacer la diferencia entre concebir los límites corporales como barreras o como puentes que habilitan un “entre” posible. Por eso el estar ahí para ayudar a otros cuerpos se torna fundamental. En esta dirección, ya próximo al final, aparecen padres y madres comentando cómo han abordado la sexualidad de sus hijos diversos-funcionales. Este giro también es significativo, pues trae la voz de quienes la mayor parte de las veces responden por sus necesidades, y sobre quienes la vigilancia moral sobrecae fuertemente. Uno de ellos dice, “en muchas ocasiones no sabemos las respuestas y otras veces parece que no queremos dar las respuestas que demanda nuestro hijo con discapacidad” (min. 42:19). Una madre que habla de la esterilización de su hija desestabiliza las emociones, pues “esterilizar” nos remite rápidamente a violencia. Una vez más ¿cómo se abordan las situaciones reales? ¿Cómo desplazamos los miedos para dar lugar a lo posible? Hablamos de escindir sexualidad de reproducción, pero en la práctica ¿qué medidas somos capaces de defender? ¿Cómo se materializa aquí el derecho a decidir sobre el propio cuerpo? El asunto es espinoso, político y esencializado al mismo tiempo. No parece casualidad que estas tensiones surjan cuando se trata de cuerpos que reproducen. Las respuestas, en última instancia, han de ser las que cada cuerpo, a su manera, pueda dar.

En un mundo que privilegia las capacidades en tanto fuerza productiva, visibilizar los cuerpos cuyas potencias no se condicen con las capacidades normalizadas, es una manifestación contestataria y subversiva. Si esta reseña fuera una carta (o imaginando que puede serlo), me gustaría finalizar diciendo Gracias.

Referencias

Agulló, C., y Arroyo, J. (Eds.). (2011). Cojos y precarias haciendo vidas que importan. Madrid: Traficantes de sueños.

de Lauretis, T. (1991). Queertheory: lesbian and gay sexualities. An introduction. Differences. A Journal of Feminist Cultural Studies,3(2), iii-xviii.

De Sousa Santos, B. (2002). Hacia una concepción multicultural de los derechos humanos. El otro derecho, 28, 59-83.

Foucault, M. (2012). Historia de la sexualidad. Tomo 1. Buenos Aires: Siglo XXI.

Haraway, D. (1988). Situated Knowledges: the science question in feminism and the privilege of partial perspective. Feminist Studies, 14(3), 575-599.

Platero Méndez, R., y Rosón Villena, M. (2012). De 'La parada de los monstruos' a los monstruos de lo cotidiano: la diversidad funcional y la sexualidad no normativa. Feminismo/s,19, 127-142.

Preciado, B. (2013). Terror anal y manifiestos recientes. Buenos Aires: La isla de la luna.

Segato, R. (2007). La nación y sus otros. Raza, etnicidad y diversidad religiosa en tiempos de Políticas de la Identidad. Buenos Aires: Prometeo Libros.

Wittig, M. (2006). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Barcelona: Editorial Egales.

Notas

1 El filme, producido bajo licencia CreativeCommons, cuenta con autodescripción y subtítulos para personas sordas.
2 Grupo activista que trabaja sobre género y post-pornografía. Entre sus actividades realizan talleres con personas con diversidad funcional. Para conocerles: http://postop-postporno.tumblr.com/
3 En Uruguay, desde donde escribo estas líneas, la expresión más común es la de “personas con discapacidad”, si bien todavía persisten otras denominaciones estigmatizantes. En España, donde se produjo el documental, el modelo de la “diversidad funcional” junto a un inquieto movimiento social viene extendiéndose desde mediados de los 2000 (Agulló y Arroyo, 2011). Desde mi punto de vista el término “diversidad funcional” también es discutible, pero aquí lo usaré para respetar la forma de nominarse que los protagonistas eligieron.
4 Término que refiere a prácticas sexuales de bondage (ataduras), dominación, sumisión, masoquismo.
5 Tomado de: http://www.who.int/topics/disabilities/es/


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