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Ovejero Bernal, Anastasio. Autogestión para tiempos de crisis. Utilidad de las colectividades libertarias; prólogo de Frank Mintz. Madrid: Biblioteca Nueva, 2017, 272 pp.
Papeles del CEIC. International Journal on Collective Identity Research, núm. 2, pp. 1-6, 2017
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

Revisión Crítica

No es hoy en día usual la concepción cartesiana de las organizaciones que hace bien poco las contemplaba como sujetos racionales movidos por intereses, guiados por su autoconocimiento, diestros en la proyección estratégica de sus planes y en el cálculo de la razón entre medios y fines. No hace mucho que las organizaciones fueron mutando o, por lo menos, lo fue el discurso hegemónico acerca de las mismas, hacia la fragmentación interna primero, la exteriorización después, y progresivamente hacia una mayor atomización de las relaciones laborales y organizacionales hasta convertirlas en relaciones de servicios o en meras relaciones comerciales. Las organizaciones fueron, pues, cambiando como una reacción fractal a la disposición del mercado, del entorno, hacia el desmembramiento corporativo de manera que donde antes teníamos un cuerpo colectivo producto de la organización de personas, recursos y normas, ahora tenemos una constelación de relaciones débilmente articuladas por marcas o por alianzas entre alianzas y/o redes de proyectos empresariales. La organización no es un cuerpo, es un proceso.

No es que sea así en todos los casos, pero sí lo es en el discurso organizacional: si el capital y la capitalización es flujo, las dinámicas de producción de valor no pueden tomar la forma de la empresa cuerpo, deben ser empresa movimiento. Las empresas corporativas constituían un marco identitario basado en relaciones y una cultura propia desarrollada de manera informal dentro del marco institucional. Sin embargo, las empresas que aspiran a ser incorpóreas promueven identificaciones ad hoc con símbolos y otros recursos de representación del branding y la identidad corporativa y sustituyen la cultura corporativa originada a través de la sedimentación de relaciones sociales por culturas de diseño gerencial.

Un discurso fuertemente anti-burocrático ha acompañado estos cambios en nombre de valores que, como advirtieron Luc Boltansky y Ève Chiapello (2002), se asemejan a algunos de los valores del 68: creatividad, imaginación, libertad, horizontalidad, libre conectividad… La retórica optimista ha querido vender las organizaciones flexibles, fluidas, procesuales, como una respuesta positiva a las corporaciones centralizadas y burocratizadas o a las visiones racionalistas y funcionalistas excesivamente individualistas y cognitivistas. La psicologización "humanista" de la organización había preparado el camino para recibir con los brazos abiertos a la organización entendida como un proceso de relación entre subjetividades plurales, de comunicación y apertura mutua, de atención a las singularidades... Sólo que los términos no venían a significar lo mismo, más bien se usaron, se usan, para indicar qué es lo próximo que puede convertirse en recurso, en valor, en capital (el aprendizaje colectivo, la relaciones interpersonales, la confianza mutua, las capacidades y competencias personales...). Los expertos organizacionales han venido a ser expertos extractores de valor tanto de las interacciones sociales, como de los dispositivos y marcos de acción y de las propias disposiciones psicosociales. Todo, en definitiva, porque en el capitalismo de la financiarización y la deuda la organización, sea cual sea su forma y su concepción, debe ser valor en crecimiento, debe ser capital.

No es que el viraje anti- o post- corporativo sea del todo negativo. Los modelos de organización pueden ser trasladados de un ámbito de la vida a otro, de una actividad a otra, es más, es algo que está ocurriendo en la era de la red con la red y que afecta a todas las organizaciones. La organización entendida como ʽacción continua de organizaciónʼ (productiva) puede desarrollarse de muchas maneras. No hay un solo modelo de proceso organizacional. Puede tener una base cooperativista o colectivista y pretender ser un proceso de producción de saberes comunes de gestión o de producción, de relaciones y relatos colectivos, de capacitación psicosocial, etc. O puede tener una base individualista y neoliberal y ser un campo de competencia que somete a los actores (humanos y no humanos, es decir, a las disposiciones y a los dispositivos a una constante tensión de valorización, mediante todo tipo de valoraciones, evaluaciones y controles de (plus)valor.

La búsqueda de modelos de vida alternativos implica por supuesto la búsqueda de modelos institucionales y organizacionales alternativos. Esa es la apuesta que Anastasio Ovejero hace con su libro Autogestión para tiempos de crisis. Utilidad de las colectividades libertarias (2017) publicado por Biblioteca Nueva en su colección Manuales y Obras de Referencia (aunque esta de lejos de ser un manual o libro de texto sobre la autogestión, no se puede decir que sea una mala decisión, dado el carácter didáctico del mismo).

Anastasio Ovejero (Palencia, 1952), catedrático de Psicología Social de la Universidad de Valladolid, es un autor verdaderamente prolífico, entre sus obras encontraremos algunas cercanas a la temática del libro que reseñamos, y otras sobre áreas y temas de la Psicología Social. Siempre con un carácter crítico y práctico: Los perdedores del nuevo capitalismo: devastación del mundo del trabajo (2014); Fundamentos de psicología jurídica e investigación criminal (2010); Psicología social: algunas claves para entender la conducta humana (2015); Psicología del trabajo en un mundo globalizado: cómo hacer frente al "mobbing" y al estrés laboral (2006); Globalización, sociedad y escuela: cómo hacer frente a los principales problemas actuales desde la psicología social crítica (2004); La cara oculta de los test de inteligencia: un análisis crítico (2003); La nueva psicología social y la actual postmodernidad (1999); El individuo en la masa: psicología del comportamiento colectivo (1997); El aprendizaje cooperativo, una alternativa eficaz a la enseñanza tradicional (1990); etc.

Con un título que bien pudiera ser el de un libro de consulta e incluso de autoayuda, Anastasio Ovejero nos presenta una fogosa reivindicación de las ʽColectividades Libertariasʼ. Una experiencia colectiva de primer orden que tuvo lugar durante los años de la guerra civil española y que ha sido objeto de olvido, un olvido intencionado e impulsado por diversos actores. Ovejero nos ofrece un relato breve pero intenso de esa experiencia, precisamente con la intención declarada de hacer frente a ese olvido.

Dos son los ejes del libro: por un lado, Ovejero ha tratado de situar la experiencia de las colectividades libertarias en contraste con el neoliberalismo actual, y como alternativa al mismo, y por otro, se ha propuesto dar cuenta desde la Psicología Social del éxito de las colectividades libertarias. Como explica el propio autor, son tres los objetivos que persigue: 1) contribuir a la memoria colectiva, es decir, a la recuperación de la memoria de aquella experiencia, 2) dar valor a la misma de modo vivo y experiencial como alternativa posible en el contexto de la hegemonía neoliberal (por ello insiste en la utilidad de las colectividades libertarias), y por último, 3) dar a la Psicología Social algo de la relevancia social y del espíritu crítico que el cientifismo positivista le ha ido arrebatando hasta el punto de convertirla en una especie de disciplina auxiliar de la gestión experta del comportamiento en contexto sociales.

En consonancia con dichos objetivos el libro se estructura en tres partes bien diferenciadas. En los dos primeros capítulos Ovejero traza un cuadro general del neoliberalismo y de la expropiación de lo que es de todos así como de las alternativas o intentos de recuperación colectiva de lo común. Los siguientes capítulos, dese el tercero hasta el séptimo, constituyen el núcleo temático del libro: el caso histórico de las colectividades libertarias. En estos cinco capítulos Ovejero va desgranando y exponiendo qué fueron las colectividades libertarias, cuáles fueron sus características, cómo funcionaron y cuáles fueron las dificultades que tuvieron que afrontar. Tras esa pormenorizada exposición Ovejero realiza un balance general y una reflexión acerca de los factores del éxito de las colectividades; como el propio autor reconoce, este es el capítulo más personal del libro.

El libro se ofrece, pues, como un instrumento de crítica de modelos organizacionales y de lógicas de dominación que atraviesan no solo las propias organizaciones actuales, sino también las disciplinas que se dedican a su estudio. El trasfondo es la crítica al sujeto neoliberal, a la subjetividad definida por las lógicas neoliberales; una subjetividad altamente individualizada, atomizada y competitiva, sometida a la dictadura de la financiarización y a la miseria de la deuda, a las exigencias de capitalización constante de sí mismo, al estrés de la actividad competitiva, etc. Y frente a esa forma de subjetivación de las personas y de objetivación de las relaciones, Ovejero propone un sujeto libertario que no es una figura (solamente) utópica, dado que ha tenido lugar en numerosas ocasiones (el segundo capítulo presenta alguna de ellas). Una, por supuesto, la de las colectividades libertarias.

Las colectividades libertarias fueron agrupaciones que colectivizaron los medios de producción. Impulsadas generalmente por anarquistas de la CNT y en algunos casos por socialistas de la UGT, surgieron sin un plan general y sin una dirección centralizada, en las muy especiales circunstancias provocadas por el levantamiento franquista contra la República y allí donde se había ido elaborando y acumulando la cultura e ideología libertaria colectivista desde finales del siglo XIX. Se han calculado entre 1.600 y 1.800 colectividades campesinas, industriales y de servicios que agruparían a más de un millón y medio de colectivistas, con especial fuerza en Aragón, Valencia y Cataluña. El alcance del fenómeno fue tal que bien se puede tomar por una revolución social general. Todo lo cual hace aún más sorprendente el interesado olvido del movimiento colectivista; olvido que también explica Ovejero y al que este libro quiere hacer frente.

Pero las colectividades libertarias no fueron solo un modelo de autogestión productiva. Las colectividades fueron una experiencia, un experimento, social integral: en ellas se comenzó a crear a escala una nueva forma de vida basada en la cooperación, en el apoyo mutuo, en la interdependencia común, en el valor de lo colectivo. Todo ello más allá de las formas burocráticas estatales o corporativas, más allá del dilema estado o mercado, por medio de la autoorganización y autogestión.

Como dice Ovejero, el sujeto, la subjetividad y la agencia, siempre está por construir. La autogestión no es, pues, la gestión de un sujeto que se sabe, se conoce, que sabe cuál es su deseo y su objetivo, y que además calcula estratégica y tácticamente la forma de lograrlos. El prefijo auto- indica más bien que el sujeto producido se identifica con el proceso de producción y que es una agencia y una subjetividad distribuida y participada por las personas en ellas implicadas. Ellas, las personas, también se hacen parcialmente agentes en esa producción. No hay un yo, ni un nosotros, externo a la actividad y es la actividad la que en última instancia dice al sujeto: autogestión es el proceso de organización de lo social productivo, pero también del cuidado y reproducción de la vida social, realizado por sus actores. Ovejero nos sitúa ante el dilema de organizar la producción y la vida al modo neoliberal o, al contrario, al modo libertario, es decir, autogestionado y colectivo. Pero además lo hace desde el análisis organizacional, dando así a este nivel medio de lo social (entre los niveles macro sociológicos de los sistemas y los micro sociológicos de las relaciones e interacciones) la importancia que tiene como espacio de la realidad psicosocial, allí donde las personas interactúan y se realizan en marcos formales, donde dan cuerpo a dispositivos organizacionales e institucionales regidos por lógicas normativas.

Ovejero apuesta claramente por modelos organizacionales cuya razón de ser sea la producción de vida, entendida como recursos pero también como personas. Modelos cercanos a la praxis política en la que los implicados en la producción se crean a sí mismos de forma cooperativa y solidaria. El modelo de autogestión tiene esa característica tan cercana al artesano que describe Sennett (2009), al de aquel artesano que crea obras al tiempo que sea crea a sí mismo, al tiempo que crea su saber hacer y su identidad social. La autogestión es siempre una escuela de pares en interdependencia solidaria, una experiencia de artesanía del ser humano. Por ello mismo no es una utopía paradisíaca, sino una dura experiencia de transformación que no asegura ninguna salvación mundana, menos aún, por supuesto, en un entorno hostil como el de hoy en día, pero que sí da oportunidades para unas relaciones más justas y unas subjetividades más cooperativas y más solidarias.

Referencias

Boltanski, L. y Chiapello, È. (2002). El nuevo espíritu del capitalismo. Barcelona: Akal.

Sennett, R. (2009). El artesano. Barcelona: Anagrama.



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