Identidades desplazadas a través de la imagen documental: aproximaciones desde el contexto europeo

Displaced identities through documentary images:
Approaches in the European context

Fernando Bayón*

Universidad de Deusto

María Pilar Rodríguez

Universidad de Deusto

Palabras clave

Migraciones Personas refugiadas Documental
Europa

Resumen: Este texto presenta el número monográfico Migrantes y refugiados. Enfoques sociopolíticos y visuales en el documental contemporáneo. Las diversas experiencias migratorias están configurando nuevas formas de pertenencia y de reconfiguración de la identidad en el contexto internacional. Los artículos de este número se circunscriben al contexto europeo, y tienen como objetivo dar cuenta de la especificidad de este continente desde tres dimensiones principales: la revisión crítica de los tópicos en torno a la migración, el análisis del impacto de los itinerarios de los migrantes y/o refugiados sobre los espacios de acogida, y las nuevas formas de construcción de visibilidad social para las subjetividades desplazadas. Estos ejes son explorados desde diversas películas documentales que invitan a reflexionar sobre los desafíos éticos, sociopolíticos y estéticos de un arte producido como testimonio de personas desplazadas y exiliadas. Los enfoques documentales de la experiencia de migrantes y refugiados pueden contribuir a mejorar la investigación, el discurso teórico y las prácticas del activismo académico. El número cuenta con las contribuciones de Isolina Ballesteros; Mar Binimelis-Adell y Miguel Fernández Labayen; David Coury; Trinidad Vicente-Torrado, Encarnación la Spina y Gorka Urrutia; Concepción Maiztegui, Eztizen Esesumaga e Itziar Gandarias; María Marcos y Pablo Castro de Castro; y Miren Gutiérrez. A esto se suman, en la sección Papeles Críticos, los trabajos de María Pilar Rodríguez, María Marcos y Fernando Bayón.

Keywords

Migrations
Refugees Documentary Europe

Abstract: This text presents the monographic issue Migrants and Refugees. Sociopolitical and visual approaches in contemporary documentary. Diverse migratory experiences are configuring new forms of belonging and of reconfiguration of identities in the international context. The articles in this issue are limited to the European context, and aim to account for the specificity of this continent from three main dimensions: a critical review of the topics surrounding migration, an analysis of the impact of the itineraries of migrants and/or refugees on destination places, and the new forms of construction of social visibility for displaced subjectivities. These axes are explored through the analyses of documentary films that invite reflection on the ethical, sociopolitical and aesthetic challenges of an art produced as a testimony of displaced and exiled people. Documentary approaches to the migrant and refugee experience can contribute to improving research, theoretical discourse, and practices of academic activism. The issue includes contributions by Isolina Ballesteros; Mar Binimelis-Adell and Miguel Fernández Labayen; David Coury; Trinidad Vicente-Torrado, Encarnación la Spina and Gorka Urrutia; Concepción Maiztegui, Eztizen Esesumaga and Itziar Gandarias; Maria Marcos and Pablo Castro de Castro; and Miren Gutierrez. In addition, in the Papeles Críticos section, texts by María Pilar Rodríguez, María Marcos and Fernando Bayón are published.

* Correspondencia a / Correspondence to: Fernando Bayón. Universidad de Deusto. Departamento de Ciencias Sociales y Humanas. Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Avda. Universidades, 24 (48007 Bilbao) – fernandobayon@deusto.es – http://orcid.org/0000-0002-4465-8643.

Cómo citar / How to cite: Bayón, Fernando; Rodríguez, María Pilar (2022). «Identidades desplazadas a través de la imagen documental: aproximaciones desde el contexto europeo». Papeles del CEIC, vol. 2022/2, presentación, 1-11. (http://doi.org/10.1387/pceic.23829).

ISSN 1695-6494 / © 2022 UPV/EHU

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Los estudios académicos sobre las migraciones y las personas refugiadas en el continente europeo han alcanzado un desarrollo extraordinario en las últimas décadas, al igual que lo han hecho las reflexiones teóricas en torno a estos fenómenos, y resulta del todo imposible reseñar siquiera las principales aportaciones.

Con todo, algunos enfoques han ejercido una influencia muy particular en la esfera de los estudios culturales, la filosofía política y las ciencias sociales desde décadas atrás. Aproximaciones en primera persona como las de Hannah Arendt en «Nosotros, los refugiados», fechada en enero de 1943, dos años después de su llegada a EE.UU., ayudaron a dotar al término «refugiado» de un espesor político y una ambigüedad sobre la que ha vuelto la literatura posterior, con distintos tonos. Quizás lo más importante fue el modo como Arendt evitaba describir la condición de los refugiados exclusivamente en términos de «pérdida» —de ocupación, lengua y hogar—, prefiriendo poner el acento en los peligrosos optimismos que, a veces, se adosan a la posibilidad de gobernar un futuro incierto en un territorio nuevo y prometedor. Entre ellos, cabría contar el de un mimetismo un tanto eufórico o un «asimilacionismo» cauterizador de la cultura propia.

Es cierto que ella hablaba desde las comunidades judías de postguerra, pero la necesidad de conservar o recrear la personalidad, una vez se han cortado los lazos sociales más consolidados, era una experiencia extensible al caso de muchos otros seres humanos desplazados o exilados. Así, Judith Butler (2007), en una reseña del volumen de escritos políticos arendtianos en que se incluye «Nosotros, los refugiados», creía que la autora abrazaba en realidad la política «diaspórica», centrada no en una patria judía, sino en los derechos de las personas sin estado. Este carácter unhoused compartido por refugiados, exiliados, expatriados e inmigrantes ha sido tomado en ocasiones como la oportunidad de fundar una solidaridad trans- o postnacional. De hecho, Butler aproxima la posición de Arendt a la de autores más recientes, como Edward Said (2006), quien sugiriera que los judíos y los palestinos podrían encontrarse en su común historia de exilio y desposesión, y que la diáspora podría convertirse en la base de un sistema gubernamental común, plural y antiimperialista, para Oriente Medio.

Pero transformar la condición «diaspórica» en una productiva metáfora política o, todavía más, convertir la desposesión en un rasgo cultural, o de carácter, sobre el cual fundar una liga mundial, tiene también sus peligros. Perspectivas como las de Néstor García Canclini (2015) o Zygmunt Bauman (1999), desde la sociología cultural y los estudios sobre la globalización; Giorgio Agamben (2004) y Roberto Esposito (2005), desde la reflexión sobre los nuevos paradigmas de la acción estatal y la politología más afecta a las deconstrucciones léxicas, por no hablar de las visiones sobre estética geopolítica desarrolladas desde la filosofía y la geografía críticas de Fredric Jameson (1995) o David Harvey (2007), han contribuido notablemente a evitar cualquier «romantización» de las movilidades humanas. La aventura de migrantes y refugiados, entre otras figuras de la movilidad, refleja estructuras de desregulación económica, normalización de la excepcionalidad en la acción estatal, opresión política, conflictividad postcolonial y discriminación social negativa, por citar solo algunos de los escenarios que desbordan el marco en que una persona puede proyectar libre, individual y autónomamente su vida.

Pronto la teoría abundó en estudios que ponían el foco no en las causas remotas de la movilidad, sino en sus efectos sobre las sociedades de acogida —habitualmente, occidentales, democráticas y liberales—. La literatura de mayor tirón académico no hablaba tanto de la construcción de las subjetividades migrantes, sino de los efectos de la presión migratoria sobre sociedades cuya institucionalidad, en el orden jurídico, político y cultural, parecía ahora acosada por problemas inéditos (pluralismo religioso, multiculturalismo, modelos de integración educativa, etc.).

Al tener que vérselas con el otro, las sociedades de destino tuvieron que pensarse a sí mismas de nuevo, lo que llevó a que desplegaran, casi sin excepción, diversos mecanismos inmunitarios (Esposito, 2005; Vaughan-Williams, 2015). Los estudios sobre migraciones exhibieron su potencial para tratar, analizar y discutir los nuevos problemas de la migración, convirtiendo demasiadas veces a la migración en un problema (de «asentamiento»). Sin embargo, en años más recientes, son muchos los autores que vienen optando por introducir el término «postmigración», que es recogido, como se verá, en varios de los trabajos incluidos en este número. Naika Foroutan o Roger Bromley son algunos de los más citados.

Foroutan, por ejemplo, sirve de excelente guía por este nuevo marco teórico. Cuando ella desliza el término «sociedad postmigratoria» (postmigrantische Gesellschaft) no está apuntando a ningún escenario utópico en el que las movilidades humanas hayan dejado de desatar tensiones de toda índole. Al contrario, enmarca el término muy precisamente en el contexto de países sometidos a un agudo estrés identitario, motivado por la angustia de la globalización, la pérdida de centralidad cultural de Europa, la crítica a las élites políticas, el auge de los populismos, la utilización de la islamofobia para justificar medidas securitarias que atentan contra ciertas garantías jurídicas, la reacción pánica ante las nuevas narrativas de género, etc. Foroutan (2019a) no se engaña acerca de que las migraciones desempeñan un rol cada vez más fuerte en el discurso público, volviéndose casi omnipresentes en la arena política siempre que, en determinadas sociedades (ella presta especial atención a la alemana), se buscan responsables de las sucesivas crisis —de vivienda, de seguridad, de trabajo o de «valores»—. Las migraciones son, en cierto modo, la metanarrativa favorita de las sociedades liberales en el trance de contarse a sí mismas sus problemas estructurales dentro del capitalismo avanzado (Vaughan-Williams, 2015). O, dicho de otro modo, y siguiendo la estela de Gabriele Dietze (2020), la que emplean por defecto a la hora de desmontar sus viejas narrativas de la superioridad.

Cuando hablamos sobre cómo las sociedades occidentales se representan la salud, el trabajo, la seguridad, la política, la educación, la sexualidad o la religiosidad, aparece de trasfondo el debate sobre las migraciones. La tesis de la «sociedad postmigratoria» considera que la migración, en vez de quedar secuestrada por este tipo de esquematismos políticos —tan inclinados a racializar al otro y a nominarlo en virtud de su procedencia y orígenes—, ha de ser tomada como una «cifra de pluralidad», en cuyo rechazo viene incluido el rechazo a todo diseño de una vida futura en que las pertenencias puedan ser más fluidas y variables (Foroutan, 2019a: 14). Sería muy ingenuo creer que un problema queda superado por el mero gesto teórico de calzarle un post- delante del nombre. Nadie se preocupó tanto por la modernidad como los más obsesivos posmodernos. Para Foroutan o Bromley (2017), el prefijo no tiene connotaciones temporales, sino epistemológicas: pretende hacer surgir la pregunta de cómo y hasta qué punto alguien deja de ser considerado como «migrante» o reconocido dentro de los márgenes sociales de una supuesta etnicidad.

Si nos circunscribimos a los estudios académicos en el terreno más específico de las representaciones fílmicas de las migraciones en el contexto europeo en forma de libro (ya que existen innumerables artículos y capítulos de libro centrados en este tema), destacan cuatro obras principales (entre otras) que se reseñan muy brevemente a continuación1. Yosefa ­Loshitzky en Screening Strangers: Migration and Diaspora in Contemporary European Cinema (2010) analiza las diversas formas en que las películas elaboran visualmente la identidad europea en un contexto en el que una batería creciente de medidas legales dificulta la migración transnacional hacia la Unión Europea y margina a los sujetos migrantes. Su acercamiento es más próximo a los estudios culturales y no está tan ligado al análisis visual, pero proporciona una adecuada contextualización sociopolítica al entorno europeo, que desmonta la noción utópica de la Unión Europea como una institución política pacífica y transcultural. Por su parte, Daniela Berghahn y Claudia Sternberg en European Cinema in Motion: Migrant Diasporic Film in Contemporary Europe (2010) reúnen a un grupo de expertos internacionales en el cine de la migración y la diáspora en el entorno europeo, que estudian unas ochenta películas de toda la geografía europea, con atención especial a la diáspora y a las dinámicas del mul­ticul­tu­ra­lismo y la transculturalidad. El libro de Isolina Ballesteros, titulado Immigration Cinema in the New Europe (2015), explora películas producidas en el Reino Unido, Francia, España y Alemania, analizando cuestiones tales como la doble pertenencia, el componente transnacional, la multiplicidad de idiomas frente al monolingüismo y reivindica la hibridación frente a la idea de la pureza racial europea. No obstante, la autora denuncia la imposición hacia la asimilación que todavía persiste, especialmente en lo referente a los roles heteronormativos. Más recientemente, Claudia Breger en Making Worlds: Affect and Collectivity in Contemporary European Cinema (2020) defiende la capacidad del cine europeo para afectar a sus audiencias a través de nuevas configuraciones de la colectividad que se oponen a las desigualdades de raza, de clase y a la confrontación política que se han agudizado en Europa en el siglo xxi.

Como decíamos, en Europa las representaciones de las personas refugiadas han dado lugar a un alto número de publicaciones académicas prioritariamente en forma de artículos y capítulos de libro, siendo más complicado dar con el rastro de monografías centradas específicamente en este tema, como la que aquí se propone. Si estrechamos el tema de estudio y nos aproximamos al género documental, baste decir que las personas que han contribuido a este número parten en muchas ocasiones de la teoría clásica expuesta por Bill Nichols en La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental (1997), en el que defiende que el cine documental contribuye a la formación de la memoria colectiva, ya que propone perspectivas sobre cuestiones, procesos y acontecimientos históricos e interpretaciones de los mismos (ibídem: 13). El análisis del documental es particularmente relevante porque, si bien la objetividad absoluta nunca es posible en una obra fílmica independientemente del género elegido, sin embargo, como apunta Nichols: «El estatus del cine documental como prueba del mundo legitima su utilización como fuente de conocimiento. Las pruebas visibles que ofrece apuntalan su valía para la defensa social y la transmisión de noticia» (ibídem: 14). A las preguntas que se plantea el autor buscan dar respuesta los artículos incluidos en este número:

«¿Qué relación entre conocimiento y placer que difiere de la ficción narrativa propone el documental? ¿Cómo se deben utilizar las historias orales o el testimonio de los expertos? ¿Qué criterios deben regir la objetividad, la selección y ordenación de hechos, las voces de autentificación y el procedimiento interpretativo? ¿Cuáles son las responsabilidades del realizador para con su público y sus temas? ¿Cómo debe este justificar su presencia y efecto, no solo detrás de la cámara sino también delante de otra gente, en tanto que alimenta confianzas que posteriormente puede traicionar?» (Ibídem: 15)

Según Bill Nichols, los modelos de clasificación de la representación de la realidad que hace el cine documental son el poético, el expositivo, el observacional, el participativo, el reflexivo y el performativo. Desde entonces, innumerables aportaciones han desarrollado elementos específicos y tendencias recientes en el género documental y obras como la Encyclopedia of the Documentary Film (Aitken, 2006) recoge las principales aportaciones en este terreno. Otros modelos de análisis más recientes son adoptados por algunos de los artículos de este número, como es el caso del denominado documental postcolonial (Ponzanesi, 2017), el documental de postmigraciones (Foroutan, 2019b), o el cine post documental (Català Domenech, 2021). En la obra de Català Domenech se apunta a un elemento importante que constatan casi todos los artículos incluidos en este número, ya que el autor advierte la necesidad que ha mostrado el documental contemporáneo de abrirse a la exploración de campos como los de la subjetividad, las emociones y el pensamiento, que —con algunas salvedades en los límites de las vanguardias— no formaban parte del imaginario típico del documental clásico.

Los estudios académicos centrados en las representaciones de las migraciones y de las personas refugiadas en el continente europeo nuevamente han visto la luz en forma de artículos y de capítulos de libro, al contrario de lo que sucede, por ejemplo, en el continente americano, donde sí existen monografías en torno a estos temas2. La pretensión de este número monográfico ha pasado por cruzar dos entornos del discurso que entendíamos muy productivo aproximar: de un lado, las nuevas formas de representación documental que están marcando la agenda más política del audiovisual contemporáneo de un modo arriesgado y heterodoxo, pero sin incursionar en subgéneros más arty, como el videoensayo; de otro, los debates teóricos en torno al refugio y la migración que se resisten a seguir girando alrededor de conceptos cerrados tales como «etnicidad», «nación» o «migrante», y que ayudan a explorar narrativas de subjetividades complejas, capaces de desestabilizar cualquier idea fija del otro. En dicha hibridación radica, creemos, parte de la originalidad propia de este proyecto.

El presente volumen ofrece, por tanto, un análisis de una selección de documentales contemporáneos en el contexto europeo. Entre las características comunes a todos los artículos incluidos en este número destacan las siguientes: en primer lugar, todos los artículos seleccionan una serie de obras artísticas en las que sustentan su exploración, de modo que, en lugar de ofrecer reflexiones teóricas previas en torno a conceptos ligados a la inmigración y a las personas refugiadas, eligen extraer una serie de conclusiones por medio de la interacción entre bases teóricas clásicas y más recientes y un análisis detallado y atento de los textos analizados.

En segundo lugar, son los propios documentales los que proporcionan las pistas y las pautas para elegir la metodología adecuada, que se trata en la mayoría los casos de un acercamiento cualitativo a través del análisis del contenido fílmico, junto a una exploración detallada del contexto social, político, económico y cultural en el que se inscriben los documentales. Sin embargo, se proponen otros acercamientos metodológicos, tales como el análisis de datos digitales, de las prácticas artísticas colaborativas a través de entrevistas en profundidad, o de los principios de los estudios culturales.

También es un denominador común que los textos que aquí se incluyen se decantan por el análisis de documentales cuyas fórmulas están ligadas a la hibridación de las culturas y de las personas, denunciando opciones binarias y excluyentes de pertenencia. Es más, el replanteamiento de la noción de «pertenencia» es quizás uno de los hilos invisibles del volumen. Más que una noción, estos textos-proyectos demuestran que la «pertenencia» es un conjunto mudable de prácticas —no solo ni principalmente individuales—, capaz de activar operaciones de la memoria, relocalizaciones de los afectos y reinvención de redes humanas, de signos muy distintos y aun contradictorios.

Igualmente comparten el hecho de que las obras estudiadas logran, en mayor o menor medida, acercar a sus audiencias a las historias personales, por medio de enfoques afectivos que favorecen la identificación de la audiencia y refuerzan la experiencia personal de las mujeres y de otros sujetos marginalizados. Este es un punto muy sensible y un tópico muy debatido en la literatura sobre el documentalismo político de realizadores tan referenciales como puedan serlo Leni Riefenstahl, Marcel Ophüls, Peter Watkins, Patricio Guzmán o Thom Andersen, por citar algunos (Ellis y McLane, 2005; Chanan, 2008). El punto de vista, la distancia tomada/construida respecto al sujeto representado, individual o comunitario, parece querer renovarse en aras de una expresividad de fuerte impronta personal, casi rozando metodologías cualitativas propias de las ciencias sociales, como las «historias de vida», que sitúan a los y las protagonistas en el centro focal del relato.

Finalmente, se observa un intento por parte de quienes elaboran los documentales de respetar la voz de las personas migrantes y refugiadas, en lugar de transmitir sus testimonios a través de la mediación de personas europeas o que no han vivido las experiencias narradas. Es un rasgo común de los trabajos el partir de supuestos metodológicos que se protegen adecuadamente frente a la tentación de «prestar la voz» a aquellas personas cuyas vidas se exponen —secuestrando de este modo la existencia de la que se quiere dar fe—. Al contrario, hay una conciencia de que el relato documental, especialmente cuando se acerca a la experiencia de migrantes y refugiados, no puede insistir en formas representacionales vampíricas o meramente «buenistas», que fuerzan la realidad a beneficio del artefacto narrativo, la moralidad hegemónica y el efecto estético.

Teniendo estos marcadores en cuenta, se expone a continuación una organización posible de los artículos que conforman este número monográfico, dejando margen a quien se acerque a este trabajo para proyectar, con su lectura, otras agrupaciones igualmente válidas. Un vistazo al índice permitirá comprobar que no ha sido la intención de los editores sugerir un orden por bloques temáticos cerrados; no obstante, sí consideramos posible advertir cómo los textos destacan por referencia principal a uno de estos tres ejes: lecturas críticas de las categorías y tópicos migratorios; relatos de los itinerarios de la migración y el refugio desde los espacios de destino y/o acogida; construcción social de la visibilidad de los migrantes y sus experiencias.

Al primer eje —lecturas críticas de las categorías y tópicos migratorios— se ajustan, sobre todo, la contribución de Bastelleros Díaz, y la de Binimelis-Adell y Fernández Labayen. Son textos en que se subraya el valor de ciertas piezas audiovisuales para desmontar muchos de los tópicos con que seguimos pensando la migración y el refugio. Así, Ballesteros analiza los documentales Origen de Maribel Sánchez-Maroto y Ana Pastor (2020) y No nacimos refugiados (2020) de Claudio Zulián. La autora afirma que estas dos obras proponen alternativas a las representaciones mediáticas que representan la emigración como amenaza o como un fenómeno que responde a la falta de oportunidades o a la persecución política o sexual en los países emisores. Ambos documentales dan voz y convierten en protagonistas a personas que eligen quedarse en los países de origen, y a otras que tuvieron experiencias dramáticas al intentar llegar a Europa. Ballesteros analiza las alternativas a la posición solidaria de ciertos artistas y cineastas europeos, cuyo riesgo es que la empatía con migrantes y refugiados quede reducida a la compasión, el paternalismo y la autoglorificación. Para ello, los documentales muestran prácticas de trabajo y experiencias vitales en el país de origen, subrayando modos de organización laboral a través de prácticas colaborativas entre mujeres. Importa subrayar la inclusión del concepto de «post migración», sobre el que hemos llamado la atención anteriormente. No alude, como dijimos, a una segunda fase o al cese de la experiencia migratoria ni de las consecuencias que derivan de la misma, sino a la perspectiva que tiene en cuenta las luchas y negociaciones llevadas a cabo para lograr la igualdad y el reconocimiento de los inmigrantes en las sociedades europeas. Se rechaza, por tanto, el tipo de análisis que considera a los inmigrantes exclusivamente como un grupo aislado y delimitado que todavía necesita integrarse (a un grupo fijo, estable y homogéneo) en la sociedad de adopción.

En esta misma línea, pero optando por una intersección de las categorías de «frontera», «cuerpo», «clase» y «género», el artículo de Binimelis-Adell y Miguel Fernández Labayen, analiza las representaciones documentales de las porteadoras, trabajadoras transfronterizas en el límite hispano-marroquí. A partir del modelo teórico del documental postcolonial, analizan tres documentales que se centran en la figura de las porteadoras, mujeres que cruzan la frontera cargando pesados fardos de productos que serán vendidos en un procedimiento comercial alegal, pero lucrativo para los países involucrados. Tras estudiar el contexto histórico de estas prácticas y sus consecuencias a nivel económico, así como las representaciones mediáticas y artísticas que han existido de estas mujeres, desvelan el estereotipo que ha marcado tales producciones, con una tendencia al arquetipo a través de una caracterización negativa, sustentada en imaginarios coloniales y esencialistas. El artículo analiza en detalle los tres documentales a través de conceptos tales como la feminización de la pobreza, el tratamiento del cuerpo o la noción de la distancia, del espacio y del territorio. Esta hibridación conceptual confluye finalmente en la noción de «corporalidad»: los cuerpos de las porteadoras se convierten en representaciones físicas y comerciales, sometidas a unos regímenes de control y al peso materializado en esos fardos que llevan sobre sus espaldas, que simbolizan las desigualdades de género, raza y sociales del tránsito transnacional de mercancías y personas.

El segundo eje tiene que ver con la reconstrucción de los itinerarios de migración y refugio con el foco puesto en la configuración sociopolítica del espacio de acogida. Los trabajos de Coury, y de Vicente-Torrado, La Spina y Urrutia, abordan este ámbito desde dos perspectivas complementarias: las nuevas producciones audiovisuales que están reorientando el debate identitario sobre qué es ser alemán, en el primer caso; y el análisis de la realidad del refugiado sometido al estrés de una mera aceptación «tolerante» o «resignada», que seguirá estando jurídicamente mutilada si no transita hacia una plena integración de derechos. Para ello, David Coury analiza la serie televisiva Germania, que fue creada con la intención de explorar la identidad y la realidad que viven las personas alemanas de origen inmigrante. El enfoque de esta serie no estaba centrado en la polémica sobre la inmigración, sino en el hecho de que Alemania ha sido durante mucho tiempo una tierra de acogida de personas inmigrantes y hoy en día es una sociedad multicultural. La serie se alejaba del formato documental tradicional en favor de los medios digitales y una estética YouTube/TikTok, claramente dirigida a un público más joven y centrada en músicos, artistas y actores populares entre la juventud alemana. Esto permite al autor examinar los debates desarrollados en la esfera pública en torno al concepto de multiculturalismo y, a través de una lectura apoyada en la intertextualidad entre textos literarios y fílmicos clásicos y otros elementos provenientes de la cultura popular, explorar el mensaje que los episodios transmiten. En diálogo con autores ya referidos, como Zygmunt Bauman (1999) y Naika Foroutan (2019), el autor propone una lectura de esta serie que rechaza el binarismo entre culturas y formas de pertenencia y abraza la hibridación como modelo más eficaz para la convivencia en Alemania.

En el caso de Vicente-Torrado, La Spina y Urrutia, el análisis se centra en cuatro documentales producidos en España e Italia —Memorias del refugio, Ongi Etorri, La porta di casa y Rotta balcanica—, que atienden a la acogida y la integración de las personas refugiadas. El examen y la definición del binomio acogida-integración sirve a los autores para definir la integración como un proceso bidireccional y multidimensional, que ha de reconocer la heterogeneidad de nuestras sociedades, respetando las diferencias, pero sin alentar las desigualdades. Se da la voz a personas refugiadas llegadas a estos dos países para profundizar en sus itinerarios, sus realidades y promover la solidaridad, no meramente retórica, de la sociedad de acogida. Asimismo, subrayan la importancia de la participación de la sociedad receptora en el contexto de una ciudadanía inclusiva, con el objetivo de generar un bienestar asociado a la seguridad social y jurídica para todas las personas que, al mismo tiempo, pueda reducir la desconfianza, los discursos xenófobos y los actos discriminatorios hacia ellas.

Por último, el tercer eje se articula en torno al régimen de visibilidad/invisibilidad de los migrantes, entendiendo que este régimen es dependiente de muy diferentes dispositivos y acciones que ayudan a construir nuestra mirada. Los dispositivos pueden ser, por ejemplo, un taller de prácticas artísticas, una película documental entendida como artefacto de producción de una memoria más justa o, incluso, nuevas formas de activismo de datos, generadoras de cartografías digitales para la visibilización de aquellas movilidades que interesa que queden en el limbo de la conciencia política europea.

El artículo que firman Maiztegui-Oñate, Esesumaga Salsidua y Gandarias Goikoetxea es un ejemplo de la primera de estas opciones. Se trata de una aproximación a la experiencia de cuatro mujeres artistas cuya obra audiovisual ha reflejado el encuentro con la inmigración y el refugio. Partiendo de la concepción del «sujeto reconocible» de Judith Butler, se exploran aquí los procesos colaborativos entre estas cuatro mujeres artistas y sujetos desplazados a través de sus interacciones con personas migrantes o refugiadas en procesos de representación de la diversidad en el espacio público. Si bien las prácticas artísticas y las experiencias colaborativas son muy diversas tanto en los temas que abordan como en las formas artísticas desplegadas, se detectan cinco elementos fundamentales en esos procesos colaborativos: la importancia del proceso, la flexibilidad y apertura, el ejercicio de la escucha, la reciprocidad o el impacto mutuo y la ocupación y presencia en el espacio público. El artículo subraya el hecho de que las artistas crean una vinculación afectiva e identitaria con sus proyectos y con las personas con las que colaboraron, capaz de ser trasladado al público que contempla las obras artísticas finales, en una interacción en la que el espacio público constituye un lugar privilegiado para la reapropiación y resignificación de las personas invisibilizadas.

El artículo escrito por Marcos Ramos y Calvo de Castro analiza el documental Parábola del retorno (2016), realizado por el director colombiano Juan Soto, residente en Londres. Los conceptos analizados aluden al desplazamiento de personas y a los sentimientos de pérdida, distancia y desarraigo. El estudio de la memoria en el documental se lleva a cabo por medio de una metodología cercana a los estudios culturales, en la que se combina el estudio del contexto histórico junto con un análisis fílmico de los elementos visuales. A través de un recorrido por estos últimos, con insistencia en las imágenes fotográficas y sonoras, el artículo da valor a la capacidad del filme para arrojar luz sobre los relatos negados, sobre las vidas interrumpidas, con la intención pedagógica de acercar a su audiencia a las experiencias emocionales de su protagonista. El exilio del protagonista se entreteje con la migración forzada por la violencia política o por la búsqueda de mejores oportunidades, generándose una mirada dirigida a crear espacios discursivos y de reflexión sobre las consecuencias del conflicto, tanto en la sociedad del país de origen cuanto entre las audiencias europeas.

Finalmente, Gutiérrez se fija en una de las modulaciones más recientes de este tercer eje: propone que el activismo de datos utiliza nuevas formas para documentar desapariciones y tragedias ligadas a las migraciones irregulares y, para ello, analiza las estrategias de Forensic Architecture, Bellingcat, Syrian Archive y la activista María Salguero. Tales estrategias combinan fuentes y documentos como testimonios y datos digitales públicos, documentos oficiales e informes de derechos humanos; es decir, contenido digital que proviene de plataformas compartidas junto con fuentes tradicionales de información. A partir de un análisis elaborado en torno a las nociones de «invisibilidad», «espacio liminal» o «desaparición», Gutiérrez hace un estudio que, centrándose inicialmente en la fotografía, conecta la imagen visual con los derechos humanos, y muestra la eficacia de la cartografía digital y de las prácticas humanitarias para el rescate de personas en situaciones críticas o catastróficas. Aquí se abre una vía de interés para entender algunas de las consecuencias más actuales del eje en cuestión, pues, si las investigaciones tradicionales de derechos humanos —y las prácticas periodísticas, activistas y humanitarias— se han basado hasta ahora en testigos que declaran lo que perciben y recuerdan de los hechos, las herramientas digitales y los métodos forenses han aumentado la precisión del registro, al punto de que estas investigaciones amplían su impacto y generan pruebas susceptibles de ser empleadas ante los tribunales.

No hace falta decir que ninguno de estos ejes gira en solitario. Cada uno de ellos se mueve o in­tersec­ciona con los otros dos. Este es un número que se abre, por lo tanto, a un número amplio de lectores y especialidades, pues está concebido de un modo interdisciplinar y colectivo. La confluencia de relato audiovisual e imaginarios sociales, a la luz de la complejidad inagotable de las experiencias migratorias y/o de los refugiados, permite que los textos remitan unos a otros de manera muy sugerente. La riqueza de este proyecto reside en el intercambio de perspectivas tanto o más que en la riqueza y oportunidad de los casos elegidos para el análisis. Por eso, se ha buscado que el discurso esté apoyado en análisis de registros documentales que no solo difieran entre sí por el contenido temático que les es específico, sin afán de representatividad, sino también por las opciones metodológicas que les dan consistencia epistemológica y relevancia política.

Solo así los diferentes materiales seleccionados como estudios de caso pueden abonar la hipótesis que recorre este proyecto: no se puede despegar el régimen sociopolítico del régimen audiovisual, pues el modo como imaginamos las contradicciones identitarias, la dialéctica de pertenencia o expulsión, o la construcción de las subjetividades de acuerdo a nuevos patrones espaciales de la afectividad y el recuerdo, necesita de la mediación audiovisual para alcanzar nuevos puntos críticos de conocimiento, compromiso y toma de conciencia.

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1 No existe una obra monográfica o un volumen específicamente centrado en las representaciones fílmicas de las personas refugiadas en el contexto europeo.

2 Por ejemplo, para las formas de autorrepresentación fílmica de las personas migrantes de México y Centro América, véase, entre otras muchas referencias: Schreiber, R. (2018). The Undocumented Everyday: Migrant Lives and the Politics of Visibility. Minnesota: University of Minnesota Press; Loustaunau, E. E., y Shaw, L. E. (2018). Telling Migrant Stories. Latin American Diaspora in Documentary Film. Gainesville: University Press of Florida.