Papel crítico 93

 

Ramón Ramos Torre*

Universidad Complutense de Madrid

Historia del futuro. Utopías y distopías después de la pandemia

Autor: Pablo Francescutti

Páginas: 198

Editorial: Comares, 2021

Ciudad: Granada

* Correspondencia a / Correspondence to: Ramón Ramos Torre. UCM, Campus de Somosaguas, Departamento de Sociología Aplicada, Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Ctra. de Húmera, s/n (28224 Pozuelo de Alarcón, Madrid) – rrt@cps.ucm.es – http://orcid.org/0000-0003-4691-6308.

ISSN 1695-6494 / © 2023 UPV/EHU

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En este libro de reciente publicación, Pablo Francescutti culmina una línea apasionante de investigación de más de 20 años centrada monográficamente en las modelaciones y remodelaciones del futuro en los tiempos modernos. En esta ocasión, sus propuestas surgen —y eso se hace notar para provecho del lector— a la luz de ese cataclismo de los horizontes temporales y de todo lo que gira entorno a ellos (incertidumbre, sistemas de seguridad, predicciones, escenarios a corto y largo plazo, etc.) que ha supuesto la pandemia del COVID. En tiempos tan cercanos al auge de los desvaríos posmodernos, que aseguraban la destrucción de los horizontes temporales a favor de un presentismo eterno —que unos rechazaban como tierra del mal y otros celebraban como el gran teatro del entretenimiento—, el viaje global de un virus aparecido, parece ser, en China ha replanteado radicalmente las cosas: no es cierto que el pasado y el futuro no importen y que estemos abocados a un presente sin duración ni horizontes; muy por el contrario, no nos queda más remedio que aprender del pasado y sobre todo intentar imaginar un futuro que nos proporcione algunas seguridades contra acontecimientos que, siendo en realidad imprevisibles, nos pueden destruir. Si al virus pandémico unimos otro proceso de alcance global como el cambio climático, entonces resulta inequívoca la actualidad rabiosa del futuro, la necesidad de atender a las tecnologías que nos permiten vislumbrarlo o de indagar las distintas estrategias sociales para administrar sus incertidumbres.

El futuro está, pues, de vuelta; o aun mejor, el futuro nunca desapareció, aunque parecía algo desvaído. Para mostrarlo, Francescutti realiza un largo rastreo socio-histórico-cultural de la mano de una hipótesis tan simple como esclarecedora: no hay futuro, sino futuros, y estos son, no solo múltiples, sino cambiantes. Que sean múltiples supone que coexisten en una misma coyuntura modos de concebirlo y vivirlo que difieren radicalmente entre sí; unas veces conviven y se combinan de formas incluso sorprendentes (como muestra la anécdota reseñada en p. 165 del presidente Ronald Reagan, el conocido guerrero de la futurista Guerra de las Galaxias, escogiendo por el horóscopo la fecha propicia para firmar el tratado de desarme nuclear de 1987); otras, luchan o se enfrentan por conseguir la hegemonía y constituirse en horizonte compartido por la mayoría. En cualquier caso, parece siempre abocado al fracaso el diagnóstico simplificador que lo reduce todo a la presencia universal de un solo tipo de futuro o a su eventual desaparición a favor de un presente autosuficiente o un pasado mítico o ejemplar. Los futuros son múltiples, como múltiple o heterogénea es la realidad social que los sustenta y hace plausibles. Pero, además, los futuros son cambiantes. El recorrido histórico a que nos invita Francescutti así lo demuestra. Arrancan de Sumeria y la sabiduría de sus astrólogos y adivinos hasta llegar a los distintos especialistas que elaboran los sesudos informes del IPCC sobre la deriva futura del cambio climático. A lo largo de esa dinámica multisecular se muestra que los futuros han sido objeto de transformación y que sería un error creer que no son sino variantes de un mismo imaginario omnipresente. En ese proceso de transformación, tal vez la novedad fundamental fue la que surgió en la Europa Occidental en el siglo xviii. Fue entonces cuando se rompió con las distintas variantes del arte de los adivinos y profetas que venía a decir que lo que fuera a ocurrir en el futuro estaba ya hecho o decidido (destino, Providencia), pero nos resultaba imposible a nosotros, pobres criaturas, saberlo a ciencia cierta y plenamente fiable. Solo entonces, en esa coyuntura tan peculiar como creativa que supuso la afirmación de una modernidad plena, se disociaron el espacio de la experiencia y el horizonte de las expectativas, la historia dejó de ser magistra vitae y se nos arrojó a un escenario en el que lo único que podemos saber es que surgirán novedades que ninguno será capaz de imaginar cabalmente, para las que de poco nos ha de servir la experiencia que hemos ido acumulando y pretendemos proyectar sobre lo que todavía-no-es. Deberíamos, en consecuencia, generar una prudente cultura de la incertidumbre que, al final de libro (p. 167), reclama Francescutti en una de sus escasas incursiones que enfrentan la pregunta fundamental: ¿qué hacer? El futuro del COVID, el futuro del Cambio Climático, el futuro de la Crisis Económica que nunca cesa, el futuro de la convulsa Globalización, todos esos futuros precisan una nueva cultura de la incertidumbre que permita tomar decisiones en un mundo demasiado complejo y dinámico como para reducirlo tecnológica o utópicamente. Nunca podremos saber lo que acabará ocurriendo, pero debemos estar preparados para escenarios muy distintos y rectificar lo que parecía seguro. En una coyuntura de este cariz, de poco nos vale el optimismo prometeico del Progreso asegurado, como tampoco las jeremiadas distópicas que pueblan nuestras pantallas y dominan los best sellers del momento. Francescutti nos invita a un doble escepticismo, a mi entender, liberador: no podemos caer en la ingenuidad de que el mundo es un lugar que se complace con la presencia de los humanos, ni en el desánimo que asegura que esta es la tierra del mal y nosotros criaturas que están de más. La disputa utopía/distopía resulta ya poco entretenida, cansina, y desde luego en nada permite abordar y aclarar el problema que enfrentamos: qué podemos saber, esperar y hacer en las condiciones de riesgo extremo y sustancial ignorancia propias y distintivas del mundo que nos ha tocado vivir.

Pablo Francescutti es un escritor de oficio: claro, ágil, eficaz. El libro que nos brinda atrapa al lector, que sigue con facilidad e interés sus vericuetos socio-histórico-culturales, que nos permiten contemplar un muestrario casi infinito y desde luego variadísimo de imágenes del futuro. No cree necesario entretenerse en elaboraciones teórico-conceptuales explícitas, pero todo el entramado de lo que cuenta las supone. En este sentido, es de destacar su deuda con las propuestas sobre las iteraciones temporales de Luhmann (1976) y sus seguidores. Apuesta así por la conveniencia de distinguir entre los futuros pasados y los futuros presentes. Sobre los primeros hace un rico recorrido evaluativo en el que muestra de qué manera esos modos de pronosticar un futuro que nos iba a salir al encuentro han fracasado una y otra vez. Y no se trata de poner contra las cuerdas las falacias y supercherías de los lectores de manos y confeccionadores de horóscopos, sino de mostrar cómo fueron siempre ingenuos y resultaron desmentidos por los hechos los más sesudos futurólogos que se han sucedido en la modernidad —y proliferaron tras la Segunda Guerra Mundial en universidades, institutos de investigación y empresas punteras—.

Sobre los futuros presentes hace también una aproximación muy luhmaniana, atenta a contrastarlos con los presentes futuros. Apunta así al juego decisivo de las mertonianas predicciones que se cumplen a sí mismas (1992) o se suicidan y de la performatividad; juego crucial, a su entender, en el que resulta que los futuros que se dicen, en realidad hacen (o deshacen) aquello que dicen; no hay pues una realidad-ahí y una representación que acierta o no al retratar su futuro, sino la posibilidad de que la representación se futurice en sentido estricto, es decir, conforme el presente futuro. Este entramado conceptual permite pensar adecuadamente la complejidad del futuro, las dificultades para decidirlo y la dinámica en la que nos vemos arrastrados de sorpresa en sorpresa, que no siempre, aunque sí a veces, resulta grata.

Toda indagación es selectiva; centra su atención en algo y deja de lado el resto. Es normal y positivo que así sea y tanto más si se pretende abordar un asunto con tantos pliegues y tan elusivo como es el tiempo o, más en concreto, el futuro. Francescutti, que había presentado hace ya 20 años una magnífica indagación sobre la configuración del futuro en el cine de ciencia-ficción posterior a la Segunda Guerra Mundial, centra su atención preferentemente en los grandes monumentos culturales que forman parte de la filosofía, la ciencia o las distintas artes (elitistas o populares). A ellos suma lo que los mass media presentan en el espacio público. En este riquísimo material indaga los avatares del futuro. Es indudable que son buenas fuentes de información pues, a poco que se reflexione, son indicadores de las distintas maneras de socializar el futuro y de futurizar la realidad social, objetos de atención de cualquier sociología del tiempo. Y es también indudable que los resultados que se obtiene son ricos y de calidad, una verdadera enciclopedia de las futurizaciones a lo largo de la historia de la humanidad. En cualquier caso, de cara a tiempos venideros, sería deseable que la indagación se reorientara más decididamente a lo que, no solo los especialistas culturales o los comunicadores, sino la gente del común tiene a bien hacer, sentir y decir sobre el tiempo y los futuros; me refiero a los futuros tal como los idean los legos (que no escriben, ni hacen películas, ni son entrevistados por los media) y los hacen presentes en la comunicación social. Para conseguirlo es necesario recurrir a los instrumentos de investigación propios de la sociología (encuestas, entrevistas, grupos enfocados o de discusión, observación directa, etc.). Francescutti presenta algunas evidencias de ese tipo, pero no constituyen el grueso de su indagación. Tal vez, aunque limitadas, sean ya un cierto adelanto de lo que en los próximos años nos va a brindar. Ojalá así sea porque su línea de investigación, que ya acumula resultados notabilísimos, no muestra signos de agotamiento y sería muy de agradecer que tuviera continuidad. Esta Historia del Futuro sería entonces una introducción imprescindible a una sociología del futuro más plena y sistemática que todavía, en España (y no solo en España), está por desarrollar plenamente.

Referencias

Luhmann, N. (1976). The future cannot begin: Temporal Structures in Modern Society. Social Research, 43(1), 130-152.

Merton, R. K. (1992). Teoría y estructura sociales. México: Fondo de Cultura Económica.