Castilla y León, ¿ausencia de identidad o fantasma de la ausencia?

Castilla y León, Abscence of Identity or Ghost of Absence?

Ángel Martín Gómez*

Universidad de Salamanca

Natalia Arcajo Fuentes, Israel Gómez Rodilla, Sara Galindo Pérez

Asociación Profesional de Sociología de Castilla y León

Palabras clave

Identidad, Sentimiento regionalista, Estado de las Autonomías, Castilla y León

Resumen: Castilla y León es un ámbito geográfico propicio para el análisis de las identidades colectivas, como entidad territorial creada tras la construcción del Estado de las Autonomías de 1978. Sin embargo, es una región a la que la literatura académica apenas ha prestado atención, en contraste con el estudio de realidades de otras Comunidades Autónomas. Frente a esto, este trabajo tiene como objetivo dar una respuesta a la pregunta sobre si Castilla y León ha desarrollado una identidad colectiva o si, por el contrario, persisten en la comunidad sentimientos regionalistas previos, tales como el castellano o el leonesista, que conviven con la identidad nacionalista española. A cuatro décadas desde la aprobación del Estatuto de Autonomía en 1983, y a partir de teorías sobre la construcción de la identidad colectiva, de los datos proporcionados por los Barómetros de Opinión Pública de Cas­tilla y León (Barómetro SOCYL) y de los Autonómicos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en diversos años, los resultados muestran que en Castilla y León parece haber una identidad colectiva autonómica asentada entre la ciudadanía, en contraposición a los planteamientos de la literatura académica. El análisis de la información de estas bases de datos muestra que, a pesar de la existencia de este sentimiento regionalista entre la ciudadanía de Castilla y León, y de que la mayor parte de la población se siente orgullosa de pertenecer a la comunidad autónoma, este sentimiento puede verse afectado por variables de orden económico, demográfico, político e institucional.

Keywords

Identity, Regionalist sentiment, State of Autonomies, Castilla y León

Abstract: Castilla y León is a geographical area conducive to the analysis of collective identities, as a territorial entity created after the construction of the State of Autonomies in 1978. However, it is a region to which academic literature has barely paid attention, in contrast with the study of realities of other Autonomous Communities. Faced with this, this work aims to provide an answer to the question of whether Castilla y León has developed a collective identity or if, on the contrary, previous regionalist feelings persist in the community, such as Castilian or Leonese, which coexist with Spanish nationalist identity. After four decades since the approval of the Statute of Autonomy in 1983, and based on construction of collective identity theories, on the data provided by the Public Opinion Barometers of Castilla y León (SOCYL Barometer) and on the Autonomous Barometers of the Center for Sociological Research (CIS) in several years, the results show that there seems to be an autonomous collective identity established among citizens in Castilla y León, in contrast to the approaches of academic literature. The analysis of the information from these databases shows that, despite the existence of this regionalist feeling among the citizens of Castilla y León, and that the majority of the population feels proud of belonging to the autonomous community, this sentiment can be affected by economic, demographic, political and institutional variables.

 

* Correspondencia a / Correspondence to: Ángel Martín Gómez. Campus Miguel de Unamuno, P.º Francisco Tomás y Valiente, s/n (37007 Salamanca) – angelmartin@usal.es – http://orcid.org/0000-0003-1280-4252.

Cómo citar / How to cite: Martín Gómez, Ángel; Arcajo Fuentes, Natalia; Gómez Rodilla, Israel; Galindo Pérez, Sara (2024). «Castilla y León, ¿ausencia de identidad o fantasma de la ausencia?». Papeles del CEIC, vol. 2024/1, papel 294, -19. (http://doi.org/10.1387/pceic.24016).

Fecha de recepción: diciembre, 2022 / Fecha aceptación: noviembre, 2023.

ISSN 1695-6494 / © 2024 UPV/EHU

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Creative Commons Atribución 4.0 Internacional

 

1. Introducción

La identidad cambia de paradigma con la transición a la sociedad postmoderna, deja de estar adscrita al individuo para tornar en una nueva forma adquirida a lo largo de la vida (Bauman, 2001). Así, pierde su característica continuidad y se subsume en un proceso reflexivo producto de la concienciación individual (Martínez, 2006). En este proceso, la identidad colectiva se contextualiza en una pluralidad de esferas de pertenencia y la ausencia de un nomos integrador (Berger, Berger y Kellner, 1979). Así, la identidad surge de un complejo proceso de atribución y difusión de su significación social, caracterizado por la asimetría de poderes entre los implicados, y por la formación de una conciencia de pertenencia compartida en el grupo, producida y mantenida mediante mecanismos sociales (Pérez-Agote, 2016). En consecuencia, Pérez-Agote (2008) entiende que los pilares de la identidad colectiva son la compartición de un referente significativo común y la necesidad de pertenencia y diferenciación.

Weber (2014) ya había anticipado que las características objetivas de un grupo resultan insuficientes para conformar una identidad, y que es el sentimiento de semejanza subjetivo lo que contribuye a su constitución. Además, la identidad trae aparejada una definición social de la realidad colectiva, que es efectiva por el hecho de existir y no tanto por ser verdadera (Pérez-Agote, 2016). Esta definición social es una producción idealizada del nosotros, que genera una autoimagen colectiva definida (Beriain, 2000). Dicha realidad colectiva es priorizada sobre las otras realidades en su proceso de construcción (Castells, 1998), por lo que la elección de la identidad estaría relacionada con el valor otorgado, ya que puede convertirse en un recurso o beneficio de los identificados (Revilla, de Castro y Tovar, 2015).

El contexto social, por tanto, se convierte en fundamental para la preferencia por la identidad. En función de las oportunidades o aspiraciones consideradas podrá ser elegida o no, y con el cambio del contexto social, la jerarquización de las identidades puede variar (Mercado y Hernández, 2010). Así, elementos como el referente significativo, los sentimientos de pertenencia, la diferenciación y una percepción valorativa conformarían la identidad colectiva (Weisz, 2021). Se trata de un proceso de construcción activo por parte del sujeto que, además, consta de una reflexividad por parte de los miembros del grupo para la identificación y toma de conciencia (Habermas, 1987). Ante la pluralidad de entornos de pertenencia, el individuo jerarquiza y compatibiliza diferentes identidades colectivas como son la familia, el partido político, la identidad laboral o nacional. Si trasladamos estos procesos al territorio, se produce en el sujeto una múltiple identificación a diferentes niveles: barrio, pueblo, ciudad, comarca, provincia, comunidad autónoma o país. En función de cómo se configure el hábitat y sus diferentes actores (medios de comunicación, clase política, etc.), así proliferarán y se construirán las distintas identidades en el individuo. Por tanto, la propia articulación política del territorio y las competencias de cada esfera resultarán decisivas en la jerarquía, desarrollo y asentamiento de la identidad.

En España, el denominado «problema español», la subordinación cultural nutrida por el «desastre del 98» y el consiguiente desprestigio tras los intentos nacionalizadores de la dictadura franquista forman una confrontada y ambigua identidad colectiva (Álvarez Junco, 2006). En este panorama, los nacionalismos periféricos emergieron, asumieron protagonismo y en el proceso de construcción de las autonomías, una vez recuperada la democracia a finales de la década los 70 del siglo pasado, generó un escenario donde una nueva división política y administrativa reconocía la nacionalidad de las comunidades históricas. Mientras, en el resto de las regiones comenzó el juego de las identidades como nuevo recurso para influir en la opinión pública y como una estrategia de negociación con el gobierno del Estado (De Juan, 2021). La lectura de Martínez (2006) nos permite comprender que, ante la necesidad de pertenencia y diferenciación humana, cabía esperar la proliferación de identidades colectivas en dimensiones no reconocidas hasta entonces. Así, la España autonómica presentó un escenario donde las regiones asumían relevancia y donde los nacionalismos periféricos fueron reconocidos.

La Constitución española (1978) trató de apaciguar las reivindicaciones y tensiones producto del legado centralista del franquismo, los nacionalismos periféricos y las regiones del territorio que conforman el estado español. A tal efecto, estableció un nuevo mapa político con grandes diferencias respecto a su predecesor. El nuevo modelo territorial encontró sus fuentes de inspiración en la II República e Italia, sistemas que, por encontrarse a medio camino entre el modelo unitario centralizado y el federal, podrían adaptarse mejor a la necesidad de consenso propia de la transición española (Cagiao y Conde, 2017).

Una de las características más importantes del Estado de las Autonomías es que otorga a las Comunidades Autónomas un considerable poder de autogobierno. Por ello, Watts (2010) entiende que, cumplidas varias décadas de práctica constitucional y negociación de acuerdos que han propiciado la descentralización administrativa, España, como otros países de corte federal, debe resolver el reto continuo de integrar más que asimilar las identidades que la conforman, para adaptarse a las circunstancias políticas y económicas cambiantes. Así, se optó por una forma de Estado descentralizada que llama la atención por su carácter abierto y asimétrico (Cagiao y Conde, 2017) que reconoce que España es históricamente «una nación de naciones» (Moreno, 1997: 88). De esta forma, a través del proceso de construcción del estado autonómico y de los consecuentes estatutos de autonomía, la identidad diferenciada de los territorios con nacionalidad histórica es reconocida, así como las denominadas regiones o comunidades históricas.

Elementos territoriales diferenciales como la lengua pueden resultar el motor de la justificación social de la identidad. Pero, para hablar de identidad colectiva es necesario un referente significativo común, un relato colectivo asumido como propio, donde los implicados en la distribución de significantes, medios de comunicación y élites culturales y económicas serán fundamentales. De hecho, en el caso inglés y francés, la propaganda literaria nutrida por los intelectuales preservó y dotó de sentido y atractivo la identidad nacional (De Juan, 2021).

Esta situación puede ser aplicada al Estado español en dos territorios con tradiciones de identidad divergentes: el País Vasco y La Rioja. Por ejemplo, en lo que respecta al País Vasco, Molina Aparicio (2006) estudia la influencia decisiva de los medios de comunicación a finales del siglo xix, de las élites políticas y culturales, y de las políticas simbólicas emprendidas en la articulación de la identidad vasca. Por su parte, La Rioja ha sido una región sin precedentes de identidad; los grupos sociales dominantes en la vida política, económica y cultural quienes, junto con los medios de comunicación, fueron decisivos en la creación de un discurso de lo riojano (Andrés-Cabello, 2007) que dio lugar a la articulación de una identidad común asentada y reconocida en la actualidad.

Sin embargo, en Castilla y León este tema se complejiza (Díaz, 1995). El año 1983[1] es el momento en el que aparecen como tal los «castellanos y leoneses». En el anterior modelo territorial existían dos regiones: Castilla La Vieja, que englobaba a Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid; y el Reino de León, conformado por las provincias de León, Salamanca y Zamora. No obstante, el territorio castellano y leonés tiene un precedente histórico inigualable asentado en el desarrollo de la lengua y de la literatura, como también en los mitos históricos o en el papel del reino de Castilla en la colonización del continente americano (Roiz, 1981).

Autores como Díaz (2010) aluden a una ausencia de consciencia de la identidad castellana o concepto de identidad laxa. Así, aparentemente en Castilla y León pareciera no haber identidad más allá de la nacional, conformada por sus mitos e historia. Lo castellano diluido en lo español es una de las ideas extendidas sobre la ausencia de la identidad castellana. Por contraposición, Hernández (2004) diferencia el meta-relato como constructo político e ideológico de la identidad nacional, de la historia social, demográfica, económica y política de esta comunidad.

En esta región hay una ausencia de un colectivo de intelectuales y personas con influencia en los medios de comunicación que hayan sustentado una identidad que, desde luego, tiene sustrato para asentarse y generar una mayor cohesión territorial y arraigo. Ha sido habitual que personajes de la ascendencia de Delibes hayan ayudado, probablemente no de forma intencionada, a construir una imagen colectiva de este territorio caracterizado por su pobreza, ruralidad y atraso. Como consecuencia, hay un extendido relato, con tintes pesimistas, sobre la ausencia de identidad colectiva; y son los propios políticos de la Comunidad Autónoma quienes transmiten este lamento sobre la carencia de identidad y consciencia (Díaz, 2010). Esto implica que la opinión pública puede carecer de símbolos de identificación, que son fundamentales a la hora de construir identidad y conciencia (Hernández, 2010).

Ante la diversidad que posee el territorio de Castilla y León, y frente a las diferencias en cuanto a sus antecedentes (reino de León y reino de Castilla), a su ideario, diversidad geográfica y cultural, o la influencia de las élites en la construcción de un relato más bien contrario sobre una identificación compartida, la identidad de los castellanos y leoneses se presenta como una incógnita. Sobre todo, al tener en cuenta las diferencias sociodemográficas entre sus hábitats: la heterogeneidad entre los municipios de menor tamaño con respecto a las ciudades pequeñas o a las intermedias. Por tanto, la pregunta pertinente que nos debemos hacer es si Castilla y León posee una identidad colectiva asentada. Como hemos mostrado a través de la revisión de la literatura académica al respecto, pareciera que la respuesta es negativa. En este sentido, Díaz (2010) afirma que nadie duda de la existencia de lo castellano, pero sí de que los castellanos tengan una identidad o consciencia de ella.

Este trabajo, a partir de los datos proporcionados por el Barómetro de Opinión Pública de Castilla y León (Barómetro SOCYL) y del trabajo previo de Martín, Sánchez-Sierra, Gómez y Huete (2021), tiene como propósito dar una respuesta más precisa sobre la existencia o ausen­cia de identidad en esta Comunidad Autónoma. Además, como objetivos secundarios, pretendemos conocer el nivel de orgullo y sentimiento de pertinencia de los castellanos y leoneses en relación a formar parte de este territorio.

 

2. Metodología

El Barómetro SOCYL es el principal instrumento metodológico de este trabajo. Se trata de una encuesta independiente, financiada por la Asociación Profesional de Sociología de Cas­tilla y León (SOCYL). Estos datos se complementan con los Barómetros Autonómicos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) (2005, 2010, 2012).

El Barómetro SOCYL, como instrumento demoscópico, se aplica desde el año 2016 mediante un cuestionario estandarizado, con una base de preguntas repetidas en el tiempo, a través de entrevista telefónica a población mayor de edad residente en Castilla y León. Se han llevado a cabo 6 oleadas de consultas en cada uno de los siguientes años: 2 en el 2016 y, posteriormente, una en los años 2017, 2018, 2019 y 2020. No obstante, en este trabajo solo se utilizarán los datos correspondientes a las primeras consultas de 2016, 2017 y 2018. Cada oleada, como mostramos a continuación, consta de una muestra de 800 unidades, por lo que en total partiremos de un total de 4.800 cuestionarios aplicados.

En cuanto a los diferentes estratos que se tienen en cuenta, el Barómetro SOCYL atiende a cuatro variables de carácter demográfico: las provincias, el tamaño del hábitat de residencia, la edad y el sexo. Veamos con más detalle cada uno de estos aspectos para conocer el diseño muestral. En la tabla 1 presentamos la población residente en Castilla y León: 2.387.370 personas a fecha de 1 de enero de 2020[2], según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2020).

 

Tabla 1

Población de Castilla y León. 2016-2020

 

2016

2017

2018

2019

2020

TOTAL

2.447.519

2.425.801

2.409.164

2.399.548

2.387.370

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (INE, 2020).

 

En la tabla 2 mostramos la distribución del total de habitantes por sexo y grupos de edad en las nueve provincias que conforman la Comunidad Autónoma de Castilla y León. Las provincias más habitadas son Valladolid y León, que superan los 400.000 habitantes; mientras que Soria, por debajo de los 80.000 habitantes, es la menos poblada. En cuanto al sexo, no hay grandes diferencias en los números totales entre hombres y mujeres; aunque los datos muestran que, en todas las provincias, para el grupo de edad de más de 65 años, son más numerosas las mujeres que los hombres.

 

Tabla 2

Población de Castilla y León por provincia, sexo y edad
(año 2020)

TOTAL

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

11.380

15.424

32.831

35.953

41.132

136.720

Burgos

25.333

35.839

79.539

80.439

85.789

306.939

León

29.060

43.741

97.866

108.161

125.108

403.936

Palencia

10.836

16.017

33.661

38.975

41.308

140.797

Salamanca

23.230

32.787

68.568

75.027

88.297

287.909

Segovia

12.085

15.910

33.649

34.478

34.879

131.001

Soria

6.667

8.959

18.502

19.905

22.735

76.768

Valladolid

35.809

50.126

123.251

114.365

121.406

444.957

Zamora

10.704

15.704

33.742

40.117

53.050

153.317

HOMBRES

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

5.903

7.970

16.793

18.662

18.935

68.263

Burgos

13.128

18.458

40.974

41.025

38.924

152.509

León

15.099

22.605

49.038

54.069

54.108

194.919

Palencia

5.575

8.307

17.259

19.872

18.433

69.446

Salamanca

11.813

16.647

34.170

37.237

38.785

138.652

Segovia

6.183

8.344

17.310

17.902

15.727

65.466

Soria

3.478

4.636

9.612

10.547

10.461

38.734

Valladolid

18.162

25.498

61.959

55.629

53.325

214.573

Zamora

5.517

8.158

17.376

20.649

23.785

75.485

MUJERES

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

5.477

7.454

16.038

17.291

22.197

68.457

Burgos

12.205

17.381

38.565

39.414

46.865

154.430

León

13.961

21.136

48.828

54.092

71.000

209.017

Palencia

5.261

7.710

16.402

19.103

22.875

71.351

Salamanca

11.417

16.140

34.398

37.790

49.512

149.257

Segovia

5.902

7.566

16.339

16.576

19.152

65.535

Soria

3.189

4.323

8.890

9.358

12.274

38.034

Valladolid

17.647

24.628

61.292

58.736

68.081

230.384

Zamora

5.187

7.546

16.366

19.468

29.265

77.832

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal. Instituto Nacional de Estadística [INE] (2020).

 

De hecho, si prestamos atención a los datos del gráfico 1, comprobamos que estamos ante una población envejecida pues, en términos porcentuales, el grupo de más de 65 años es el que tiene mayor peso, especialmente en el caso de las mujeres. En el lado opuesto, la población de entre 18 y 35 años no alcanza el 10%, tanto para hombres como para mujeres. Esta dinámica es similar en todas las provincias, y es un motivo de preocupación a medio y largo plazo, tal y como señalan las proyecciones demográficas.

 

2903.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (INE, 2020).

Gráfico 1

Población de Castilla y León por sexo y edad
(año 2020)

 

Esta realidad es similar en todos los territorios, como muestra la tabla 3, donde distribuimos el total de población según sexo y edad por provincias. Así, León y Valladolid agrupan alrededor del 10% de personas mayores de 65 años, pero también son las provincias con más población joven. Ambas cuestiones se explican porque son también las provincias más pobladas.

 

Tabla 3

Población de Castilla y León por provincia y edad para el año 2020 (en porcentajes)

TOTAL

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

0,5%

0,7%

1,6%

1,7%

2,0%

6,6%

Burgos

1,2%

1,7%

3,8%

3,9%

4,1%

14,7%

León

1,4%

2,1%

4,7%

5,2%

6,0%

19,4%

Palencia

0,5%

0,8%

1,6%

1,9%

2,0%

6,8%

Salamanca

1,1%

1,6%

3,3%

3,6%

4,2%

13,8%

Segovia

0,6%

0,8%

1,6%

1,7%

1,7%

6,3%

Soria

0,3%

0,4%

0,9%

1,0%

1,1%

3,7%

Valladolid

1,7%

2,4%

5,9%

5,5%

5,8%

21,4%

Zamora

0,5%

0,8%

1,6%

1,9%

2,5%

7,4%

TOTAL

7,9%

11,3%

25,0%

26,3%

29,5%

100,0%

HOMBRES

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

0,3%

0,4%

0,8%

0,9%

0,9%

3,3%

Burgos

0,6%

0,9%

2,0%

2,0%

1,9%

7,3%

León

0,7%

1,1%

2,4%

2,6%

2,6%

9,4%

Palencia

0,3%

0,4%

0,8%

1,0%

0,9%

3,3%

Salamanca

0,6%

0,8%

1,6%

1,8%

1,9%

6,7%

Segovia

0,3%

0,4%

0,8%

0,9%

0,8%

3,1%

Soria

0,2%

0,2%

0,5%

0,5%

0,5%

1,9%

Valladolid

0,9%

1,2%

3,0%

2,7%

2,6%

10,3%

Zamora

0,3%

0,4%

0,8%

1,0%

1,1%

3,6%

TOTAL

4,1%

5,8%

12,7%

13,2%

13,1%

48,9%

MUJERES

18-25

26-35

36-50

51-65

Más de 65

Total

Ávila

0,3%

0,4%

0,8%

0,8%

1,1%

3,3%

Burgos

0,6%

0,8%

1,9%

1,9%

2,3%

7,4%

León

0,7%

1,0%

2,3%

2,6%

3,4%

10,0%

Palencia

0,3%

0,4%

0,8%

0,9%

1,1%

3,4%

Salamanca

0,5%

0,8%

1,7%

1,8%

2,4%

7,2%

Segovia

0,3%

0,4%

0,8%

0,8%

0,9%

3,1%

Soria

0,2%

0,2%

0,4%

0,4%

0,6%

1,8%

Valladolid

0,8%

1,2%

2,9%

2,8%

3,3%

11,1%

Zamora

0,2%

0,4%

0,8%

0,9%

1,4%

3,7%

TOTAL

3,9%

5,5%

12,3%

13,1%

16,4%

51,1%

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (INE, 2020).

 

Al atender específicamente a la conformación de la población de la comunidad según edades, confirmamos que estamos ante una población envejecida. El gráfico 2 muestra que más del 50% de individuos superan los 50 años (55,8%), mientras que las personas entre 18 y 35 años no llegan a representar al 20% de la población (19,2%).

 

2838.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (INE, 2020).

Gráfico 2

Población de Castilla y León por edad (año 2020)

 

Además de envejecida, estamos ante una Comunidad Autónoma en la que cobra gran importancia el entorno rural que, por su parte, concentra bajas cantidades de población. Del total de municipios que la conforman, 94,1% de ellos tienen un máximo de 2.000 habitantes, y solo el 1,1% tienen más de 10.000 (tabla 4).

 

Tabla 4

Distribución de municipios de Castilla y León según número de habitantes.
2020[3]

Tamaño municipio

Cantidad de municipios

Porcentaje

Hasta 2.000 habitantes

2.008

94,1

2.001 a 10.000 habitantes

103

4,8

Más de 10.000 habitantes

23

1,1

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Padrón Municipal (INE, 2020).

 

Con la información anterior, el diseño muestral para los estudios de opinión debía asegurar, por tanto, la representatividad de la encuesta, cuya muestra tenía que ser fiel reflejo de la población. Para el cálculo de la distribución de la muestra en diferentes categorías, geográficas o biológicas, las encuestas del trabajo de campo se distribuyeron de manera proporcional en función de las cuatro variables demográficas ya reseñadas: provincia, tamaño del hábitat de residencia, edad y sexo. El tipo de muestreo es polietápico por conglomerados, esto es, las diferentes unidades muestrales se seleccionaron de forma aleatoria y proporcional en el caso de los municipios, y de forma aleatoria simple en el caso de los individuos, existiendo cuotas de sexo y de edad.

Para un tamaño muestral de 800 entrevistas, se estableció un error muestral de ±3,45% y un nivel de confianza del 95%. Así, se realizaron encuestas en todas las provincias en el caso de aquellos municipios de hasta 10.000 habitantes. Al aumentar el número de habitantes, en la última categoría, la que representa a los municipios de más de 100.000 habitantes, en las provincias de Ávila, Palencia, Segovia, Soria y Zamora no se administró ningún cuestionario (ver tabla 5).

 

Tabla 5

Distribución de la muestra por tamaño de municipio

 

Hasta 2.000

2.001-10.000

10.001-50.000

50.001-100.000

Más de 100.000

Total

Ávila

18

16

19

53

Burgos

28

10

23

0

57

118

León

36

33

23

22

41

155

Palencia

15

13

0

26

54

Salamanca

33

16

14

47

110

Segovia

19

15

0

17

51

Soria

9

8

13

30

Valladolid

20

32

20

98

170

Zamora

29

4

6

20

59

Total

207

147

99

104

243

800

 

Para el sexo y la edad esto no ocurre, pues ambos sexos y todas las edades están reflejadas en el universo que trabajamos. Como se observa en la tabla 6, las diferencias entre las cuotas muestrales por género son pequeñas, siendo las más notables las de León y Valladolid, con 5 y 4 mujeres más que hombres, respectivamente. Por grupos de edad, los más jóvenes son quienes precisan de menos cuestionarios para quedar proporcionalmente reflejados debido a la estructura por edades de la población ya comentada.

Por su parte, las muestras de los Barómetros Autonómicos del CIS oscilaron entre las 10.300 y 11.200 entrevistas[4] (10.371 en 2005, 10.409 en 2010 y 11.181 en 2012) calculadas a partir de un procedimiento polietápico estratificado por conglomerados, con selección de las unidades primarias de muestreo (municipios) y de las unidades secundarias (secciones) de forma aleatoria proporcional, y de las unidades últimas (individuos) por rutas aleatorias y cuotas de sexo y edad. En el caso de Castilla y León se administraron 609 cuestionarios en 2005, 583 en 2010 y 961 en 2012 (con márgenes de error del ±4%, ±4,1% y ±3,23% respectivamente).

 

Tabla 6

Distribución de la muestra por sexo y edad

 

Sexo

Edad

Varón

Mujer

18-30

31-45

46-64

65 y más

Ávila

27

26

9

13

16

15

Burgos

59

59

20

32

37

29

León

75

80

25

39

48

43

Palencia

27

27

9

13

18

14

Salamanca

54

56

18

28

33

31

Segovia

26

25

9

14

15

13

Soria

15

15

5

8

9

8

Valladolid

83

87

28

51

53

38

Zamora

29

30

9

13

18

19

Total

395

405

132

211

247

210

 

 

3. Resultados

El sentimiento de orgullo sirve como indicador de la identidad colectiva, algo dotado de valor por un individuo y vinculado con el territorio al que pertenece y que comparte con otros semejantes. Como hemos mostrado en la revisión bibliográfica, en Castilla y León las expectativas sobre la identidad se deberían encontrar, a priori, diluidas entre un relato fundido con la identidad nacional y un territorio vacío en el que nunca pasa nada (Andrés-Cabello, 2007; Del Molino, 2016). Sin embargo, las fuentes de información primaria y secundaria analizadas parecen apuntar a un interesante efecto contrario. La población castellana y leonesa tiene un elevado sentimiento de orgullo de pertenencia a su territorio. En el caso de los sondeos del CIS, la mayoría de la población encuestada se siente muy y bastante orgullosa de formar parte de Castilla y León (85,3%, 79,8% y 82,2% en las oleadas de los años 2005, 2010 y 2012 respectivamente; ver gráfico 3). Dicha cifra se mantiene estable, aunque ligeramente superior, en el Barómetro SOCYL del año 2016 (87,3%).

 

2768.png 

Fuente: elaboración propia según Barómetro Autonómico del CIS (2005, 2010 y 2012) y segunda oleada del Barómetro SOCYL (2016).

Gráfico 3

Evolución del sentimiento de formar parte de Castilla y León (años 2005-2016)

 

Al mismo tiempo, cabe resaltar que el análisis demuestra que existe una correlación entre el sentimiento de orgullo de pertenecer a la Comunidad de Castilla y León y el hábitat de residencia: cuanto menor es el tamaño del municipio, mayor es el orgullo de ser castellano y leonés (ver gráfico 4).

 

2759.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la segunda oleada del Barómetro SOCYL (2016).

Gráfico 4

Sentimiento de orgullo de formar parte de Castilla y León según tamaño municipal (año 2016).

 

La aceptación o rechazo de la organización territorial autonómica, resultado de la recuperación de la democracia en 1978, es crucial para poder concebir una identidad castellana y leonesa ya que, en una autonomía sin precedentes de identificación conjunta, se podría argüir una mayor preferencia por una configuración estatal de corte centralista. Sobre esto encontramos una respuesta en el Barómetro Autonómico del CIS del año 2005 (gráfico 5), donde la mayoría de personas encuestadas en la muestra de Castilla y León (68%) dio por válido el actual Estado autonómico, un 15% reclamó una autonomía mayor y un 13% prefirió un Estado sin autonomías.

 

2750.png 

Fuente: elaboración propia a partir del Barómetro Autonómico I. (Centro de Investigaciones Sociológicas [CIS], 2005).

Gráfico 5

Preferencia de organización territorial en Castilla y León. 2005

 

Sin embargo, en el año 2012 (gráfico 6) no encontramos el mismo consenso. Un 38% de la población encuestada apostaba por un estado sin autonomías, mientras que el porcentaje de quienes optaban por el estado autonómico se había reducido al 17%. Por otro lado, un 27% prefería una reducción de las competencias autonómicas, mientras que un 6% reclamaba mayor autonomía. Además, la alternativa de no sabe o no contesta pasó de un 4% en 2005 a un 11% en 2012.

 

2740.png 

Fuente: elaboración propia a partir del Barómetro Autonómico III (CIS, 2012).

Gráfico 6

Preferencia de organización territorial en Castilla y León (año 2012)

 

Entendemos que la crisis económica de 2008, y el tsunami político, económico y social que ésta provocó, puede ser causante de las diferencias en las preferencias del modelo de Estado. Así, en el año 2005[5], el 42% de la población encuestada se mostraba favorable al incremento de las competencias, el 11,2% prefería su mantenimiento y el 11,6% se posicionaba en contra de su ampliación. A su vez, un significativo 31% prefirió señalar la opción de no contestar. Pero, tras la crisis económica, el Barómetro Autonómico del CIS de 2010 (gráfico 7) recogió que el 40,5% de la muestra de Castilla y León deseaba un menor grado de autonomía. Sin embargo, una vez que la tempestad de la gran recesión había remitido, el citado porcentaje bajó al 7,4% según los datos del Barómetro SOCYL de 2016. Por el contrario, la población que apostaba por el mantenimiento de las competencias aumentó con el paso de los años de forma gradual. De hecho, alcanzó el 47,7% en el Barómetro SOCYL de 2016. Por último, quienes prefirieron el incremento de la capacidad autonómica carecen de una evolución definida, y los porcentajes fueron variando sin que podamos ofrecer una explicación plausible sobre dicha tendencia.

 

2730.png 

Fuente: elaboración propia a parir de los datos de los Barómetros Autonómicos II (CIS, 2010) y III (CIS, 2012).

Gráfico 7

Grado de autonomía deseado (años 2010-2016)

 

Por lo que respecta al sentimiento de pertenencia a las tres posibilidades de identidad presentes en Castilla y León (castellana y leonesa, sólo leonesa o sólo castellana), la mayoría de encuestados (43%) afirma sentirse castellano y leonés, según la cuarta oleada del Barómetro SOCYL (2018). Sin embargo, los dos sentimientos regionalistas por separado, castellano o leonés, suman un 38% de respuestas y se dividen entre un 29% de personas que se sienten más castellanas y un 9% más leonesas. Es reseñable también cómo un 19% de quienes respondieron no se sentían identificados con ninguna de las identidades territoriales propuestas.

 

2721.png 

Fuente: elaboración propia según Barómetro SOCYL (2018).

Gráfico 8

Sentimiento de pertenencia a la comunidad autónoma, según posibilidades de identidad (año 2018)

 

 

2711.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Barómetro SOCYL (2018).

Gráfico 9

Sentimiento de pertenencia a la comunidad según el sexo (año 2018)

 

Esta cuestión adquiere una mayor riqueza interpretativa si ponemos el foco en diferentes variables sociodemográficas que pueden ayudarnos a comprender mejor el sentimiento autonómico de identidad. En lo que concierne al sexo (gráfico 9), la mayoría de mujeres se sienten más identificadas con los sentimientos regionalistas, esto es, se experimentan como castellano y leonesa (36,4%). Por su parte, el 33,9% se siente más castellana y el 10,40% más leonesa. Ahora bien, casi la mitad de los hombres se definen como más castellano y leonés (46,7%) que sólo como alguna de las otras posibilidades. En cuanto a la no identificación, comprobamos que es más elevada en ellos que en ellas.

En el caso de la edad (tabla 7), el sentimiento castellano y leonés es el dominante en la mayoría de las distintas categorías hasta los 65 años. Sin embargo, donde más se constata es en el grupo etario que se inicia en los 36 y finaliza en los 50 años, así lo afirman más de la mitad de encuestados (53,85%). Por otro lado, la mayoría de quienes superaran los 65 años se sienten más castellanos, siendo entre este grupo etario donde el sentimiento castellano encuentra su máxima representación (43,48%). Distinta suerte corre el sentimiento leonés, minoritario en todas las franjas etarias, que alcanza su máximo valor en el grupo de 26 a los 35 años. De hecho, es entre la juventud que encontramos una mayor respuesta en la opción «ninguna» como respuesta a nuestra consulta por su sentimiento de pertenencia, cuestión que fue el caso de al menos uno de cada cinco jóvenes entre los 18 y los 35 años que fueron consultados.

 

Tabla 7

Sentimiento de pertenencia a la comunidad según edad
(año 2018)

Sentimiento de pertenencia

18 a 25 años

26 a 35 años

36 a 50 años

51 a 65 años

Más de 65 años

Más castellano/a

25,8%

18,5%

16,2%

34,6%

43,5%

Más leonés/a

9,1%

12,0%

7,3%

10,1%

8,7%

Más castellano y leonés/a

39,4%

41,7%

53,9%

36,5%

32,1%

Ninguna de las anteriores

22,7%

25,9%

19,7%

17,3%

12,0%

Fuente: elaboración propia según datos del Barómetro SOCYL (2018).

 

Si prestamos atención ahora a la cuestión ideológica, vemos que el sentimiento castellano y leonés es predominante entre las tres opciones ofrecidas en los cuestionarios para consultar por el posicionamiento ideológico de la persona entrevistada (izquierda, centro y derecha); seguido del castellano y, en última instancia, del leonés. Aquellas personas que se autoubican en la derecha son las que manifiestan en mayor medida un sentimiento castellano, mientras que el leonés bascula hacia la izquierda en la escala ideológica. Dentro de la identidad autonómica unitaria castellana y leonesa, quienes se posicionan en el centro en términos ideológicos se identifican en mayor grado con esta opción. Es importante mencionar también cómo la respuesta «ninguna» está presente en un porcentaje significativamente más elevado entre las personas autoubicadas en la izquierda que quienes lo hacen a la derecha, permitiéndonos generar la hipótesis de que cuanto más a la izquierda se sitúe la persona encuestada en el espectro ideológico, más probabilidad hay de que no se identifique o no manifieste, al menos, una clara identificación territorial.

 

2689.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos del Barómetro SOCYL (2018).

Gráfico 10

Sentimiento de pertenencia a la comunidad según ideología
(año 2018)

 

Otra cuestión relevante es cómo la ciudadanía castellana y leonesa percibe el trato que cada una de las provincias recibe de la Junta de Castilla y León. A este respecto, como se puede comprobar en el gráfico 11, la mayoría (64,7%) considera que existe un trato desigual hacia algunas provincias.

 

2679.png 

Fuente: elaboración propia según datos del Barómetro SOCYL (2016).

Gráfico 11

Grado de acuerdo con la afirmación
«Algunas provincias no son tratadas de igual manera por la Junta de Castilla y León»
(año 2016)

 

Quienes concuerdan con que el trato dispensado por la Junta es desigual consideran que las provincias más perjudicadas son Soria, Zamora, Ávila y León, en ese orden (ver tabla 8). En la situación contraria, la ciudadanía consultada sitúa a las provincias de Valladolid y Burgos como las más beneficiadas por el trato (considerado desigual) por parte de la Junta. Llama la atención que, entre quienes creen que el trato no es homogéneo, el 99% considera que Vallado­lid es la provincia más favorecida.

 

Tabla 8

Provincias más perjudicadas y más beneficiadas
por el supuesto trato desigual de la Junta de Castilla y León
(año 2016)

Provincias más perjudicadas

%

Soria

61,7%

Zamora

43,2%

Ávila

24,8%

León

24,4%

Provincias más beneficiadas

%

Valladolid

99,0%

Burgos

38,8%

Fuente: elaboración propia según datos del Barómetro SOCYL (2016).

 

Finalmente, se abordó la tensión territorial dentro de Castilla y León en relación con la posibilidad de convocar un referéndum para que la provincia de León salga de la comunidad autónoma (gráfico 12); esto a petición expresa de algunas formaciones políticas y agentes sociales de la provincia leonesa. Al preguntar a quienes participaron en la encuesta por su posición si tal referéndum tuviera lugar, el resultado para el conjunto de la comunidad autónoma es de un 85,4% de rechazo a la posibilidad de fragmentación.

 

2661.png 

Fuente: elaboración propia a partir de datos de la tercera oleada del Barómetro SOCYL (2017).

Gráfico 12

Intención de voto en caso de referéndum sobre la composición de la autonomía (año 2017)

 

 

4. Conclusiones y discusión

Los resultados analizados a partir de la fuente principal (Barómetro SOCYL), y de las fuentes complementarias (los Barómetros Autonómicos del CIS en distintos años) muestran, en contraposición a lo esperado a priori tras la revisión de la literatura académica, que en Castilla y León parece haber una identidad colectiva autonómica asentada en la ciudadanía. Así lo corroboran tanto la presencia de un sentimiento de semejanza subjetivo, como la aceptación e integración de la reciente división territorial autonómica. A partir de los resultados del Barómetro Autonómico del CIS, hemos constatado que la mayoría de la población se siente or­gullosa de formar parte de la comunidad, con proporciones que oscilan entre el 79,8% (2010) y el 82,2% (2012) entre quienes fueron consultados. Promedio que asciende al 87,6% al analizar los resultados del Barómetro SOCYL del año 2016. Del mismo modo, la consulta del año 2016 nos muestra una amplia aceptación de la autonomía, ya que el 47,7% la consideró adecuada y el 44,8% abogó por su ampliación.

A la luz de los resultados obtenidos, también resulta evidente la volatilidad del grado de autonomía deseado y, en consecuencia, la permeabilidad de la identidad colectiva castellana y leonesa en función de los vaivenes económicos. La ausencia de solidez en la adhesión autonómica puede estar motivada en que la percepción valorativa del beneficio es inestable en el individuo y, por tanto, jerarquiza sus opciones en función de las circunstancias acontecidas. A este respecto, Hernández (2010) sostiene la hipótesis de que en las comunidades sin mentalidad regionalista el asentamiento de la conciencia regional, entendida como el conjunto de aspiraciones, percepciones y evaluaciones que comparten y unen a un grupo por medio de sentimientos comunes ligado a un territorio determinado, está asociado al desarrollo económico del territorio y a la reducción de desigualdades entre provincias. Aunque este análisis no corrobora esta hipótesis, sí que confirma una relación entre esos elementos.

Los datos del Barómetro SOCYL añaden más evidencia a la hipótesis de Hernández, y es que la mayoría de la población que participa en la encuesta entiende que desde la Junta de Castilla y León se trata de forma diferenciada a unas provincias respecto a otras. De hecho, el 64,7% de las personas encuestadas en 2016 por el Barómetro SOCYL perciben como desigual el trato que desde la Junta de Castilla y León se dispensa a las diferentes provincias; y entienden que Valladolid es claramente favorecida, mientras que Ávila y Zamora son las más perjudicadas.

Asimismo, resulta de interés el contraste que Hernández (2010) realiza entre conciencia regional e identidad colectiva, siendo mayor la carencia de la primera entre la población castellano y leonesa. En este sentido, Díaz (2010: 57) también menciona el error de «confundir la consciencia regional de una Comunidad Autónoma recientemente creada con la identidad cultural que a los castellanos les sobra». Los datos del Barómetro SOCYL dejan clara la presencia de los dos sentimientos regionalistas de la comunidad: el castellano (correspondiente a las provincias de Ávila, Burgos, Palencia, Valladolid, Segovia y Soria) y el leonés (León, Salamanca y Zamora). Aunque con mayor peso el primero que el segundo, en buena medida porque los datos apuntan a que el leonesismo pareciera haber perdido importancia en las provincias de Zamora y Salamanca (desafortunadamente carecemos de una muestra más grande para realizar una afirmación más contundente). En cualquier caso, el sentimiento de identidad que predomina en la comunidad es el que suma a las dos regiones: un 43% de los encuestados por el Barómetro SOCYL en 2018 afirma sentirse castellano y leonés.

En cuanto a la relación entre identidad y hábitat, Díaz (2010: 54) sentencia que «la idea de que los castellanos se identifican con la invención bastante reciente de las provincias es algo —precisamente— que solo en las ciudades puede aceptarse como plausible». Pero los datos del Barómetro SOCYL apuntan en la dirección contraria ya que, como hemos comprobado, cuanto menor es la localidad mayor el orgullo de ser castellano y leonés. De esta forma, podemos afirmar la existencia de una relación entre el sentimiento de orgullo de pertinencia comunitario y el hábitat de residencia.

El análisis de los datos del Barómetro SOCYL permite corroborar la argumentación de Díaz (2010) en la que entiende que, a pesar de que Castilla y León ha carecido de una élite cultural y clase política dispuesta y movilizada para asentar una identidad colectiva conjunta, el relato castellano y leonés parece estar asentado en la población. Hemos presentado cómo los datos muestran una fundición de las identidades regionales (castellana y leonesa) y española, pero esto no imposibilita que los ciudadanos de la comunidad se sientan orgullosos de ser castellanos y leoneses, a la vez que españoles. En consecuencia, no estamos frente a identidades de corte excluyente a pesar de que la presencia del sentimiento leonesista en el territorio podría suponer otro eje de articulación de identidad.

De hecho, de los datos del Barómetro SOCYL se desprende, tal y como apunta Sánchez (2020), que en la actualidad la provincia de León sufre problemáticas similares no solo respecto al resto de provincias de la antigua región leonesa (Zamora y Salamanca), sino también a las de Soria, Segovia, Ávila, Palencia, Burgos, o al de otras comunidades autónomas limítrofes como Asturias o Galicia. Es decir, el éxodo poblacional, la falta de tejido productivo, la disminución de la actividad industrial y la carencia de oportunidades laborales están relacionados con el modelo económico y productivo. Por tanto, la posibilidad de iniciar un LEXIT (anglicismo similar al BREXIT para referirse al proceso separatista de León) no resolvería a priori la situación socioeconómica y demográfica, aunque sí se verían satisfechas las reivindicaciones de identidad. En definitiva, este ejercicio de análisis de los datos cuantitativos de los instrumentos demoscópicos administrados hasta la fecha muestra que la identidad colectiva de Castilla y León, así como los elementos objetivos e institucionales aparejados al entramado de las Consejerías que conforman la Junta, parecen estar integrados y ser asumidos por la población.

Para finalizar, es necesario tener presente que los últimos sucesos de la historia reciente española como la crisis de la COVID-19, el procés catalán, el ascenso de partidos políticos de corte neo-fascista y lo que se ha denominado «la revuelta de la España vaciada» sin lugar a duda influirán en la percepción de la identidad colectiva de Castilla y León. En consecuencia, será necesario continuar con trabajos como el aquí presentado, que permitan estudiar la dirección de la evolución de los sentimientos de identidad y pertenencia analizados. De igual forma, entendemos pertinente un abordaje de carácter cualitativo al objeto de estudio para posibilitar la emergencia de las explicaciones discursivas que sustentan los datos.

 

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[1] Aprobación del Estatuto de Autonomía de Castilla y León, Ley Orgánica 4/1983, de 25 de febrero.

[2] El motivo de no presentar los datos referentes a 2021 o 2022 se debe a que la última oleada del Barómetro SOCYL realizada es del año 2020.

[3] Estos datos se mantienen prácticamente estables a lo largo del período, siendo las variaciones de entre 1 y 2 municipios de menos de 2.000 habitantes.

[4] El universo en las tres anualidades es la población española de ambos sexos de 18 años y más (excluyendo a Ceuta y Melilla en 2010).

[5] Barómetro Autonómico I, pregunta realizada: Y pensando en una posible reforma del Estatuto de Autonomía en Castilla y León ¿Estaría Ud. muy a favor, bastante a favor, bastante en contra, muy en contra de que el nuevo estatuto abordara cada uno de los siguientes objetivos? Objetivo: Incrementar las competencias del gobierno autonómico.