Papel crítico 97

 

Elsa Santamaría*

Universitat Oberta de Catalunya (UOC)

Caras y soportes de la vulnerabilidad

Autores: José Santiago (ed.)

Páginas: 221

Editorial: Catarata, 2021

Ciudad: Madrid

* Correspondencia a / Correspondence to: Elsa Santamaría. Universitat Oberta de Catalunya (UOC) – esantamarial@uoc.edu – http://orcid.org/0000-0001-9000-7879.

ISSN 1695-6494 / © 2023 UPV/EHU

logo%20CC%20atrib%204_0%20int.jpg Esta obra está bajo una licencia
Creative Commons Atribución 4.0 Internacional

 

El abordaje de la vulnerabilidad es una tarea compleja, y más si se pretende hacer desde una mirada sociológica abierta y reflexiva, que no se conforme con describir la problemática, su contexto y sus formas, sino que avance en comprender los procesos que la generan y se preocupe en indagar de qué modo las personas en situaciones de vulnerabilidad hacen frente a esa situación. Estos son precisamente el enfoque y los objetivos del libro coordinado por José Santiago, Caras y soportes de la vulnerabilidad, publicado por Catarata en el año 2021 y que es el fruto de una investigación colectiva sobre nuevas formas de vulnerabilidad.

En esta publicación tan importante es lo que dice, como la forma en que lo dice. Esta forma se debe a la apuesta de la investigación por una metodología cualitativa que se concreta llevando a cabo entrevistas semidirigidas y grupos de discusión con personas en diferentes situaciones de vulnerabilidad. En concreto, se seleccionan tres perfiles de vulnerabilidad: personas desempleadas mayores de 45 años, jóvenes de clases medias y populares, y mujeres que se encargan de los cuidados de la red familiar; todas ellas de tres comunidades autónomas: Andalucía, Madrid y País Vasco. A partir de este trabajo de campo, se extraen elementos discursivos con los que interpretar las experiencias de vulnerabilidad social y existencial (las diversas caras que presenta la vulnerabilidad) y las formas de afrontarla (apuntando los diferentes soportes, materiales y símbolos, que se activan en las situaciones de vulnerabilidad). De ahí que a lo largo de las páginas del libro se pueden encontrar gran cantidad de testimonios y narrativas cargados de historias, anécdotas, sentimientos y emociones en torno a las experiencias de vulnerabilidad y a la forma de enfrentarlas, que resultan muy ilustrativos y reveladores.

Evidentemente no abarcan ni todos los perfiles de vulnerabilidad, ni los más extremos, tampoco era esa la intención, como se justifica en la introducción, pero los seleccionados son perfiles de vulnerabilidad cada vez más presentes en nuestras sociedades (Castel, 2010), inmersas en transiciones de gran calado como la económica, la tecnológica y la demográfica, entre otras, que están transformando profundamente la forma en que vivimos y nos relacionamos entre nosotros y con nuestro entorno. Si a este contexto le sumamos las sucesivas crisis vividas en los últimos años —la Gran Recesión de 2008 y la pandemia del 2020— observamos que están apareciendo nuevos tipos de vulnerabilidad, pero sobre todo, que se han agudizado los procesos de vulnerabilización ya presentes, aumentando la exposición de ciertos grupos de personas a situaciones de vulnerabilidad y no sólo económica sino también existencial, como es el caso de los perfiles aquí estudiados.

El libro se compone de ocho capítulos. Los dos primeros dedicados a la reflexión teórica sobre cómo se ha abordado y como se puede abordar la vulnerabilidad en la actualidad. Y los siguientes capítulos, dedicados a los colectivos analizados: personas desempleadas mayores de 45 años (capítulos 3 y 4), jóvenes (capítulos 5 y 6), y cuidadoras de las redes familiares (capítulos 7 y 8). Aunque cada uno de los capítulos en sí mismo aporta valiosas reflexiones, las limitaciones de espacio de una reseña no permite destacarlas todas, ni siquiera las más relevantes, así que haré un recorrido por algunas de las que considero que implican una apertura para una comprensión mejor de la vulnerabilidad contemporánea. Para profundizar y adentrarse en las experiencias de cada colectivo concreto, hago una invitación desde ahora a la lectura atenta de cada uno de los capítulos.

No es habitual encontrarnos con estudios que desgranan los aspectos de la vulnerabilidad desde un enfoque atento a cómo es vivida por quienes la sufren y que se interrogue por cuáles son los mecanismos que los individuos ponen en marcha para combatirla. Estamos más acostumbrados a una representación de la vulnerabilidad como un problema, ante el que es necesario tomar medidas, muchas de ellas técnicas, pero paradójicamente, cuando estas medidas se aplican o implementan, siempre resultan insuficientes. ¿No será que es necesario otro enfoque sobre la vulnerabilidad? Este es el planteamiento que atraviesa la investigación y donde pone el foco.

En el primer capítulo, Jose Santiago, desgrana con gran detalle las potencialidades de la vulnerabilidad como analizador de nuestro tiempo, sin descuidar las críticas y las limitaciones a las que se enfrenta, tanto a nivel teórico como analítico. Pero, sobre todo, justifica el interés por analizar la vulnerabilidad socioexistencial para dar cuenta de las diversas formas de experimentar las inquietudes existenciales contemporáneas, proponiendo que estas inquietudes existenciales son el resultado de las relaciones sociales que se producen en un momento sociohistórico determinado. Es por ello, que moviliza las categorías de soportes y de cuidados, como dos ejes claves que operan como recursos o capitales para afrontar la vulnerabilidad, como ya analizó Robert Castel en la sociedad salarial, pero también mostrando cómo operan socio-existencialmente, es decir, como condición de posibilidad de los individuos. Los soportes pueden ser materiales o simbólicos (trabajo, familia, instituciones, vecinos, animales, actividades, discursos, etc.) y junto a los cuidados, porque «si no hay individuos sin soportes, tampoco al individuo sin cuidados, tal y como nos han hecho ver las teorías del care» (p. 34), resultan siempre necesarios para sostenernos como individuos.

Danilo Martucelli, en el segundo capítulo, nos invita precisamente a abordar la vulnerabilidad como un proceso social que requiere dejar de ser pensada como un efecto no deseado para llegar a ser comprendida como una «experiencia humana universal», la de «“estar expuesto a” una serie de factores que afectan distintamente a los actores y que son representados de muy diferentes maneras» (p. 44). Aquí nos muestra los mimbres de la vulnerabilidad contemporánea, que es más una experiencia que una condición, y además de común y compartida, esto es, universal, también relacional porque no afecta a todos por igual, y contextual porque su sentido varía en el tiempo y según las sociedades en las que se produce. El autor también nos ofrece un viaje muy revelador por diversos periodos históricos, a partir de tres tipos ideales, para dar cuenta de las diferentes interpretaciones de la vulnerabilidad. Subraya que lo que caracteriza a la vulnerabilidad en el periodo actual, es un entrelazamiento específico entre cuestiones históricas, existenciales y sociales.

Las aportaciones de esta publicación son destacables en un doble recorrido. Uno sería el que conforma el corpus teórico de la investigación, con la gran pregunta a responder sobre si la vulnerabilidad puede ser tratada como uno de los grandes analizadores del mundo contemporáneo. Y otro, es el que aporta el trabajo de campo desde la experiencia de los sujetos en diversas situaciones de vulnerabilidad. Y en ambos recorridos, se destaca la imposibilidad de pensar la vulnerabilidad sin su articulación con la agencia, es decir, no podemos pensar la vulnerabilidad sin atender a lo que los sujetos hacen en sus situaciones de vulnerabilidad: resistirla, revertirla, adaptarse, resignarse, arreglárselas, recom­po­nerse, apañarse, etc. Pese a la variedad de posibilidades, entre las que cabe incluir la reivindicación de su politización (Pié Balaguer, 2019), como se constata en este estudio, los repertorios de acción y de sentido están repartidos de una forma desigual, por clase social, género, edad (las más estudiadas) y también por otras variables como la etnia, la diversidad funcional o la condición migrante y rural.

Incide en esta articulación precisamente el capítulo tercero, escrito por Fernando J. García Selgas, quien propone no desatender los procesos de (re)activación del sentido y las prácticas vitales que se producen en paralelo a los procesos de vulnerabilización. Vulnerabilización y (re)activación se complementan y entrelazan, involucrando así la agencia de las personas vulnerables y su interdependencia con el entorno. En concreto, las personas desempleadas de más de 45 años sufren una vulnerabilidad económica y existencial derivada de su situación de desempleo, pero además de reaccionar o resistir, «incluye otras formas como la reevaluación de posibilidades y prioridades, la recuperación de prácticas, el rechazo a ser categorizado/a como vulnerable, la reanimación del hacerse cargo de sí mismo/a o la resignación y el aguante. (...) los reubica en una situación de recomposición, no solo de lamentación o reivindicación» (p. 83).

En el capítulo cuatro, complementando el anterior, Álvaro Briales y María del Mar Maira Vidal destacan cómo la pérdida del soporte laboral, esto es, la situación de desempleo, repercute en otros soportes, familiares, sociales y subjetivos, muchas veces debilitándolos. Además, para las personas mayores de 45 años, con una socialización laboral marcada por el giro neoliberal de los años 70, los efectos del desempleo también repercuten en otras dimensiones de sus vidas, cuestiones que son analizadas en este capítulo, como son: la crisis de la masculinidad ligada al ideal de autosuficiencia o el malestar subjetivo, entre otras.

Los capítulos cinco y seis analizan la experiencia de la vulnerabilidad socioexistencial entre las personas jóvenes, que se produce en la intersección entre unas condiciones materiales difíciles debido a factores estructurales como el elevado desempleo, el aumento de la precariedad, los bajos salarios, el difícil acceso a la vivienda, etc. y la necesidad de sostenerse como individuos y generar un proyecto biográfico en unas condiciones de inestabilidad permanente y de incertidumbre constante (Pueyo, 2021). Así, en el capítulo quinto, María Concepción Castrillo Bustamante y Ana Vicente Olmo se centran en tres aspectos claves de esta vulnerabilidad socioexistencial de las personas jóvenes: la ruptura del proyecto biográfico, la comparación con las generaciones pasadas, en términos de desclasamiento y la búsqueda de sentido. Las construcciones de sentido sirven no solo para explicarse los malestares que sufren, sino también para hacer una relectura, a veces positiva, de su situación. A modo de soportes subjetivos, en el capítulo se señalan una serie de repertorios de sentido para hacer esa relectura. Por ejemplo, reconocer la propia capacidad para vivir austeramente y sin necesidad de gastos superficiales, que lo encuentran fundamentalmente entre jóvenes de clases populares, o el recurso a la vocación y a la dimensión expresiva del trabajo entre jóvenes universitarios, que les sirve «como elemento simbólico que compensa o amortigua las condiciones laborales y materiales precarias» (p. 132).

En el capítulo seis, escrito por Antonio Álvarez-Benavides y Matthew L. Turnbough, nos descubren otros soportes que hacen servir las personas jóvenes, además, de la pareja, la familia y las amistades, también observan que estar activo, recurrir a la ayuda psicológica, a los tratamientos farmacológicos, evadirse, darse un capricho, proyectar en el azar o la suerte, pueden actuar como soportes. Pero más allá de reconocer o no estos soportes y de caracterizarlos como fuertes o frágiles, es importante señalar, como hacen los autores, la ambivalencia de los mismos. Porque estos soportes están llenos de tensiones y de contradicciones, pero son imprescindibles para sostener a los individuos y comprender su relación con su entorno social, material y simbólico.

Los dos últimos capítulos abordan la situación de mujeres que prestan cuidados en sus entornos familiares y son claros en la denuncia de la invisibilidad que sufre el trabajo de cuidados, pese a la importancia que tienen para el sostenimiento de la vida, como se ha encargado de advertir la economía feminista (Carrasco, Borderias y Torns, 2011; Pérez-Orozco, 2011). En el capítulo 7, Alba Artiaga Leiras, María Teresa Martín Palomo e Inmaculada Zambrano Álvarez se ocupan de mostrar cómo la atención a la vulnerabilidad, el trabajo de cuidados, se produce, muchas veces, a costa de vulnerabilizar a las personas cuidadoras. El contexto mercantilizador de los cuidados, las formas de su organización, individualizada y feminizada, la regulación institucional de los cuidados, principalmente con la Ley de la Atención a la Dependencia, desembocan en situaciones de precariedad para las cuidadoras familiares, «con el consiguiente impacto sobre sus cuerpos y su salud física y emocional. Sacrifican con ello su autocuidado o se mantiene un cuidado mínimo para poder sobrevivir y atender los requerimientos de cuidados del resto» (p.184).

En el capítulo ocho, María Teresa Martín Palomo y José María Muñoz Terrón hacen una propuesta de interrelación entre los tres conceptos centrales del libro: vulnerabilidad, soportes y cuidados. Invitan a pensar los cuidados como una respuesta a la vulnerabilidad ajena, en la que también se producen procesos de vulnerabilización. Como afirman: «Los cuidados (...) están sostenidos por determinados apoyos o soportes que les dan una cierta seguridad o estabilidad, casi siempre precarias, que proporcionan ayuda o sostén moral, emocional, material, a las existencias vulnerables que se encargan del cuidado» (p. 202). Terminan apostatado por la necesidad de una política de cuidados, que sirva para dar respuesta a las situaciones de vulnerabilidad, y al mismo tiempo, lo haga sin vulnerabilizar a quienes se encargan de los cuidados.

Para terminar, incidir en una idea que, en cierta forma, planea por todo el libro, y es si bien todas las personas y sus vidas son constitutivamente vulnerables, también lo son desigualmente vulneradas o vulnerabilizadas. De aquí la importancia de aterrizar las investigaciones en los procesos de vulnerabilización, es decir, atender a aquellos procesos que extienden y amplifican la vulnerabilidad y que debilitan los soportes de la vida, porque sin ellos, la vida no se sostiene.

Referencias

Carrasco, C., Borderías, C., y Torns, T. (Eds.) (2011). El trabajo de cuidados. Historia, teoría y políticas. Madrid: Catarata.

Castel, R. (2010). El ascenso de las incertidumbres: trabajo, protecciones, estatuto del individuo. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 

Pié Balaguer, A. (2019). La insurrección de la vulnerabilidad. Para una pedagogía de los cuidados y la resistencia. Barcelona: Ediciones de la Universidad de Barcelona.

Pueyo, J. (Coord.) (2021). Vidas low cost. Ser jóvenes entre dos crisis. Madrid: Catarata y Fundación 1.º de mayo.

Pérez-Orozco, A. (2011). Crisis multidimensional y sostenibilidad de la vida. Investigaciones Feministas, 2, 29-53.