Papel crítico 95

 

Iñaki Robles Elong*

Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

En los márgenes

Género: Drama

Dirección: Juan Diego Botto

Nacionalidad: España

Producción: On The Fringe, Panache Productions, RTVE, Morena Films, Amazon Prime Video y Head Gear Films

Duración: 105 mins.

Año: 2022

* Correspondencia a / Correspondence to: Iñaki Robles Elong. Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Departamento de Sociología y Trabajo Social. Barrio Sarriena, s/n (48940 Leioa) – i.robleselong@hotmail.com – http://orcid.org/0000-0003-3552-1618.

ISSN 1695-6494 / © 2023 UPV/EHU

logo%20CC%20atrib%204_0%20int.jpg Esta obra está bajo una licencia
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Las ciencias sociales, la política, la economía, el derecho, el urbanismo y la arquitectura han tenido a la vivienda como una de sus preocupaciones. Se ha generado una cantidad enorme de datos acerca de la misma: se proclama como un derecho inalienable, se promueve a través de políticas públicas, se analiza su calidad para los residentes, preocupa su construcción y emplazamiento en las urbes y ocupa un lugar central en el mercado como inversión y para la movilización de economías crediticias… Son cuentas y cuentos que tratan de contribuir al bienestar habitacional de ese personaje prototípico de las sociedades modernas, el ciudadano de clase media. La vivienda es su refugio, su derecho, su espacio de privacidad y el espacio social que ocupa, representado en las distintas arquitecturas de las ciudades modernas. Todos estos datos nos hablan de su adquisición y su tenencia, de lo que aquí podemos llamar, sin mucho problema, como el lado bonito de la morada.

En las sociedades contemporáneas existe una exigencia de datos acerca de su lado más crudo. Y es que poco se sabe aún acerca de las precariedades que rodean a la vivienda. El siglo xix y sobre todo los principios del xx (Martínez Gutiérrez, 2008) fueron prolijos en la confección de estudios y registros sobre las condiciones de salubridad de las viviendas, que persisten hasta nuestros días. Sin embargo, existen lagunas acerca de los riesgos de pérdida de este refugio por parte del ciudadano. Una de las razones de esa posible pérdida es la deuda: deber dinero de una hipoteca o un alquiler se convierte en una razón por la que muchas personas ven en peligro ese lugar tan característico que es la vivienda y, sobre esto, a las anteriores disciplinas aún les queda recorrido por hacer en sus análisis.

La consecuencia más drástica de ese endeudamiento es el desahucio. Esta acción de carácter violento amparada por el lenguaje jurídico ha conllevado a que muchas personas en España fueran expulsadas de sus viviendas, algo que se agravó a partir de la crisis de 2008. Es algo que deriva de situaciones de precariedad laboral, por las que muchas personas se ven forzadas a dejar de pagar la hipoteca y a las que no se les ofrece una alternativa desde las entidades financieras más que la expulsión.

Sobre ello, los registros son pocos y débiles. Hay indicadores sobre ejecuciones hipotecarias y desahucios (INE, 2023), sobre movilizaciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o STOP Desahucios (Álvarez y Sebastiani, 2019) pero, ¿cómo se cuentan las vidas que lo sufren? ¿Cómo narramos las experiencias subjetivas de quien es desahuciado? ¿Qué ocurre con sus vínculos sociales? Un trabajo que aún está en ciernes y que exige otros modos de contar.

Desde la cinematografía han sabido dar cuenta de esto. Ejemplo de ello es la película En los márgenes estrenada en 2022 y dirigida por Juan Diego Botto. Este director, que bien ha sabido retratar en su filmografía diversas situaciones que tienen como denominador común la precariedad, condensa en este film las particularidades de la inminencia del desahucio.

A través del entrelazamiento de distintas historias, al estilo de filmes como Amores Perros (2000) o Crash (2004), nos sitúa en las frenéticas últimas veinticuatro horas antes de ser consumado ese acto brutal que viven las personas desahuciadas. Son unas horas marcadas por una espera desesperante y desesperada (Robles, 2023), tratando de hacer lo imposible por salvaguardar no solo su refugio sino también aquello que representa y ordena a la ciudadanía en uno de los espacios más representativos de la vida cotidiana, la vivienda.

A través de la descripción de algunos de los personajes, esta reseña trata de las diferentes agencias que operan dentro de esa espera que los acerca hacia un abismo que trastoca sus biografías, como se propone en el guion de esta pieza cinematográfica escrito por el propio Juan Diego Botto y Olga Rodríguez. Concretamente, destacaré las historias de Azucena (Penélope Cruz) y su marido Manuel, papel interpretado por Juan Diego Botto y la historia de Teodora (Adelfa Calvo) y su hijo Germán (Font García). Los personajes interpretados por Luis Tosar y Christian Checa, a pesar de ser centrales en este filme no ocuparán ese mismo lugar en esta reseña crítica.

Una espera políticamente desesperada. Es lo que mejor define la historia de Azucena. Se la presenta como una madre de familia que cuenta con un trabajo precario en un supermercado. En el trabajo tiene que solicitar un día libre para poder afrontar el desahucio. Madre de una hija y mujer de un marido ausente, enfrenta esas últimas horas con una agencia definida por acciones de protesta y marcada por la movilización colectiva. Azucena acude a asambleas de Afectados por la Hipoteca. En ellas, tiene una labor activista donde aprende, a la vez que instruye, las estrategias políticas y jurídicas para conseguir que ese momento de expulsión de la vivienda no llegue o, como mínimo, se retrase.

Se retrata a través del perfil de un personaje políticamente implicado e inmerso en los juegos de dones entre los colectivos de afectados. En las primeras escenas de la película, Azucena acude a protestar y denunciar la situación de otras personas afectadas y, a lo largo de la trama, muchas de las personas a las que ayuda y con las que colabora muestran su solidaridad para estar allí en el momento de su desahucio. Toda esta acción colectiva que acota buena parte del personaje interpretado por Penélope Cruz se sitúa en la tensión con su marido sobre las modalidades de acción para afrontar los envites de una precariedad marcada por la deuda y encarnada por la violencia del próximo desahucio.

Una de las últimas escenas es una discusión entre Azucena y Manuel la noche anterior al desahucio. Mientras Azucena recoge y apila los objetos personales y familiares, ambos muestran sus discrepancias. Ante la envergadura del problema, Azucena reprocha a su marido la ausencia en esas últimas horas. Su marido, con unas palabras marcadas por el abatimiento y la derrota, critica la praxis de su mujer remarcando la vergüenza que le hace pasar y señalando que debían haber abandonado la vivienda para no sumirse en el oprobio y, una vez más, responde con un acto huidizo yéndose de la vivienda que horas más tarde dejará de ser su hogar.

La solidaridad del colectivo en el que participa Azucena suple en buena medida la ausencia de su marido Manuel, que la deja a cargo del problema y de su hija. Contrarresta y canaliza la angustia de Azucena. La transforma en rabia no solo en acciones colectivas, como indicamos más arriba, sino también individuales cuando acude motu proprio a la sucursal bancaria con la que firmaron la hipoteca para exigir una solución. Una escena que termina en un estallido de angustia ante las negativas del empleado bancario por atenderla y sentir el peso de lo que se le viene encima a ella y su familia.

Es con esa agencia con la que Azucena afronta el desahucio. Levanta un muro fabricado con la solidaridad de abogados (como el del papel de Luis Tosar), activistas y otras personas afectadas también por la deuda, las ejecuciones hipotecarias y la emergencia habitacional. Una fuerza colectiva ante los intentos por parte de la policía de hacer efectivo el desahucio y que Manuel observa con asombro desde una de las esquinas de la calle donde se encuentra su vivienda.

Una agotadora espera que se ve marcada por la fuerza de un común y el desgaste por no renunciar a lo poco que a uno le queda cuando lo está perdiendo todo y su biografía se desmorona.

Una espera marcada por el abandono y la vergüenza. Uno de los recursos del director para entrecruzar las historias de los distintos personajes es hacer aparecer en ellas, sin ningún protagonismo, a otros personajes que ocuparán un lugar relevante en el film. En muchas de las escenas donde la protagonista es Azucena, está Teodora. Ella es una mujer mayor que con mucha timidez hace la compra, va a la farmacia, va al banco donde observa un escrache por parte del colectivo en el que participa Azucena. Un personaje que destaca por una tristeza cuya razón se va desvelando poco a poco durante el transcurso de la película.

Teodora paulatinamente va ocupando más escenas. Éstas están marcadas por la casi total ausencia de diálogo; en ellas los escenarios que componen su casa gritan con un silencio ensordecedor la palabra abandono. Teodora está pendiente de su teléfono móvil. Espera con una energía incansable que una persona al otro lado del teléfono le responda, le atienda y, así, poder comunicarle una noticia importante. Desde una enorme preocupación, le deja muchos mensajes escritos y de voz suplicando que puedan hablar. Pero la respuesta en forma de llamada o mensaje nunca llega y Teodora continúa su espera en el abandono.

Al otro lado, suena el teléfono de Germán, su hijo. Para mantener la intriga, no se sabe que las llamadas que recibe son de Teodora como tampoco por qué no lo coge.

Germán trabaja en la obra. En una de esas que se caracteriza por ser un trabajo no regulado, donde a uno sin contrato lo seleccionan diariamente de una cola inmensa de trabajadores sin empleo que están dispuestos a trabajar en las zonas clandestinas de la construcción porque la necesidad y el desamparo del Estado Social allí los empuja. Una biografía que vive al día y que está también fuertemente atravesada por la precariedad laboral.

En un descanso, Germán conoce a uno de sus compañeros de faena, Manuel, el marido de Azucena. Éste motiva e insiste a Germán para que coja el teléfono. A lo largo de ese día, Germán rechaza las llamadas e ignora los mensajes de su madre hasta que decide escuchar uno de los últimos mensajes que Teodora le envía y que le hace salir corriendo estrepitosamente hacia su casa. Un mensaje de despedida que Germán sabe interpretar muy bien porque indica que su madre se va a suicidar ya que van a desahuciarla por su culpa.

En una escena previa, Germán se sincera con Manuel y le explica por qué no quiere coger el teléfono. Germán abandonó a su madre por el sentimiento de culpa que le inundaba y bloqueaba cualquier intento por dirigirla la palabra. Teodora y su difunto marido eran los avalistas de un negocio fallido de su hijo. Ello es la fuente de una vergüenza insoportable por parte de Germán porque siente haber defraudado a sus padres y haberlos metido en problemas. Esto lo empujó a desaparecer pensando que así el golpe de la deuda no afectaría a su madre. Como una avestruz, metió la cabeza en un agujero y, al contrario, no eximieron a Teodora del pago que Germán no pudo afrontar ni económica ni moralmente.

Esta historia se cierra con el intento desesperado de Germán por llegar a la casa de su madre mientras, ahora sí, devuelve insistentemente las llamadas. Pero, en su caso, es demasiado tarde para revertir ese abandono y los guionistas dejan en un final abierto entrever que Teodora muere ingiriendo una alta dosis de pastillas. Esta historia nos deja una sabia lección, esta es, la deuda se extiende entre nuestros vínculos sociales y los condiciona no sólo económicamente sino con efectos morales fuertes que pueden ir desde la culpa hasta el abandono.

La película muestra cómo las dos formas de espera al acontecimiento del desahucio son resultado del endeudamiento. Aunque en la primera se destaque la movilización política y, en la segunda el abandono, las dos están marcadas por las repercusiones morales y subjetivas de quienes padecen, a gritos o en silencio, los procesos de precarización de la existencia asociados a la deuda. En ambas, se sintetiza cómo ésta no solo es un capital económico sino también moral (Wilkis, 2015). No solo es la falta de dinero para pagar una hipoteca sino los sentimientos de vergüenza, culpa y derrota que a ello se asocian y que condicionan las agencias en ese tiempo de espera previo al desahucio.

En los márgenes cuenta con mucha solidez cómo la deuda agota los tiempos de espera de una promesa de pago que juzga moralmente a los deudores, haciéndoles perder sus viviendas, resultado del fracaso de esa debt way of life (Calder, 1999: 21) que ha crecido e impera en la economía financiera neoliberal de las sociedades contemporáneas desde los años setenta del siglo pasado (Lazzarato, 2011 y Graeber, 2013) y que tanto ha condicionado el acceso a una vivienda en propiedad en España. El impago de una hipoteca, como bien se cuenta en la película, se ha convertido en «el infierno del [ciudadano] de clase media» (Calder, 1999: 93) puesto que no solo pierde la condición material del refugio sino también un derecho que, como T.H. Marshall (1997) recoge, es obligación del Estado proteger para la sustentación de la vida en comunidad del ciudadano.

En conclusión, la película es una propuesta audaz desde la narrativa cinematográfica para dar cuenta de algunos aspectos oscuros y precarios en torno a la vivienda. El final abierto del film, nos sitúa ante un interrogante sobre cómo será la vida después de aquellos que sufren el desahucio, en definitiva, ¿cómo serán las biografías de estos nuevos pobres ciudadanos en España?

Referencias

Álvarez, A., y Sebastiani, L. (2019). Una década de luchas contra los desahucios. De la vergüenza y la soledad a los agenciamientos cotidianos. Papeles del CEIC, 2019(1), 1-19.

Calder, L. (1999). Financing the American Dream. A cultural history of Consumer credit. Princeton: University Press.

González Iñarritu, A. (Dir.). (2000). Amores Perros [Film]. Altavista Films y Zeta Films.

Graeber, D. (2013). Dette: 5000 ans d’histoire. Paris: Les liens qui libèrent.

Haggis, P. (Dir.). (2004). Crash [Film]. ApolloProScreen, GmbH & Co., Harris Company, BlackFriar’s Bridge, Bull’s Eye Entertainment, Yari Film Group y DEJ Productions.

Lazzarato, M. (2011). La fabrique de l’homme endetté. Essai sur la condition néolibérale. Paris: Amsterdam.

Marshall, T. H. (1997). Ciudadanía y clase social. REIS: Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 79, 297-346.

Martínez Gutiérrez, E. (Ed.) (2008). Maurice Halbwachs. Estudios de morfología social de la ciudad. Madrid: CIS.

Robles, I. (2023). «Entre el tocho y el desahucio»: Tiempos de espera desesperada hacia la precariedad de vivir «sin domicilio fijo». En G. Gatti, S. Olmo y A. Villar (Eds.), Contar la espera (pp. 59-61). Leioa: Universidad del País Vasco.

Wilkis, A. (2015). Sociología moral del dinero en el mundo popular. Estudios Sociológicos, XXXIII(99), 553-578.