La pesadilla de Clitemnestra en Esquilo y Sófocles

Clytemnestra’s nightmare
in Aeschylus and Sophocles

Guzmán Rodríguez Fernández*
IES Julio Caro Baroja BHI

Resumen: La experiencia onírica de Clitemnestra cobra una notable relevancia en las versiones trágicas del mito como elemento que propicia las libaciones ante la tumba de Agamenón, marco en el que se desarrolla el reconocimiento de sus descendientes antes de la venganza de Orestes. Sin embargo, Esquilo y Sófocles nos presentan un contenido onírico radicalmente distinto para plasmar la congoja de la soñadora asesina de su marido y anunciar la vuelta de su hijo vengador. A pesar de las diferencias entre las imágenes oníricas de Coéforas y de Electra, en ambos casos se aprecia una funcionalidad similar del elemento onírico dentro del argumento de las obras. La imbricación del sueño en el mito es patente desde Estesícoro, cuyo texto (fr. 219 PMG) parece haber condicionado en gran medida la reelaboración del relato mítico por parte de los autores trágicos.

Palabras clave: sueño, Clitemnestra, Estesícoro, tragedia.

Abstract: The oneiric experience of Clytemnestra has a remarkable relevance in the tragic versions of the myth as an element that propitiates the libations at the tomb of Agamemnon, a framework in which the recognition of his descendants takes place before the revenge of Orestes. However, Aeschylus and Sophocles present us with a radically different oneiric content to capture the grief of the dreamer murderer of her husband and announce the return of her avenging son. Despite the differences between the dream images of Coephoroi and Electra, in both cases a similar functionality of the dream element within the plot of the plays can be appreciated. The imbrication of the dream in the myth is evident since Stesichorus, whose text (fr. 219 PMG) seems to have conditioned to a great extent the reworking of the mythical story by the tragic authors.

Keywords: dream, Clytemnestra, Stesichorus, tragedy.

 

 

* Correspondencia a / Correspondence to: Guzmán Rodríguez Fernández, IES Julio Caro Baroja BHI – guzoniro@yahoo.es – http://orcid.org/0009-0007-0458-0224.

Cómo citar / How to cite: Rodríguez Fernández, Guzmán (2024), «La pesadilla de Clitemnestra en Esquilo y Sófocles», Veleia, 41, -43. (La pesadilla de Clitemnestra en Esquilo y Sófocles).

Recibido: 20 junio 2023; aceptado: 23 septiembre 2023.

ISSN 0213-2095 - eISSN 2444-3565 / © 2024 UPV/EHU

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La estirpe de los Atridas constituye una de las familias míticas más importantes para la producción literaria de la Grecia clásica. La familia de Agamenón está marcada por el odio, la violencia, la infidelidad y la venganza. Ya desde las insidias de Atreo y Tiestes[1], se desencadenan una serie de actos criminales que perfilan el carácter de los personajes. Dentro del entramado familiar, recordamos aquí que Agamenón[2], responsable del sacrificio de su hija antes del viaje a Troya, al regresar tras diez años de guerra, es asesinado por su infiel esposa Clitemnestra y por el amante de esta, Egisto[3]. Orestes, hijo de los reyes, posteriormente retorna a su ciudad natal para vengar la muerte de su padre. En este punto, se cuenta que Clitemnestra tuvo un sueño por el cual envía ofrendas a la tumba de su marido, marco en el que se produce el reconocimiento de Orestes y su hermana Electra.

En los poemas homéricos se refiere en tres ocasiones el funesto destino de Agamenón al regresar a su patria[4]. La venganza de Orestes por el asesinato de su padre también se refleja en los Nóstoi (arg. 5 GEF) y en el Catálogo de las mujeres hesiódico (fr. 23a.13-30 M-W); en esta obra, al igual que en los Cipria (arg. 8 GEF), se aborda el sacrificio de Ifigenia, recogido igualmente por Píndaro (P. 11.17-37). Entre los líricos, sabemos que el mito fue tratado por Janto[5] y han llegado hasta nuestros días varios versos de la Orestea de Estesícoro[6]. Este poema abarcaba desde el mencionado sacrificio de Ifigenia hasta la confrontación entre Orestes y las Erinias tras el matricidio, e incluía el sueño de Clitemnestra. En el género trágico, destacan la Orestíada de Esquilo, trilogía compuesta por Agamenón, Coéforas y Euménides, y las Electra de Sófocles y de Eurípides, sin olvidar Ifigenia en Áulide, Orestes e Ifigenia en Táuride.

Centraremos nuestro estudio en Coéforas de Esquilo 524-539 y en Electra 418-424 de Sófocles, así como en un fragmento de Estesícoro (219 PMG), por ser los textos que nos transmiten el contenido de la pesadilla de Clitemnestra.

La experiencia onírica se inserta en el argumento de Coéforas de Esquilo y de Electra de Sófocles como elemento que propicia el encuentro de los descendientes de Agamenón y constituye una proyección mántica que aporta intensidad y emoción a los momentos previos a la venganza.

Resulta imposible hacer aquí un análisis pormenorizado de todos los aspectos que nos ofrecen estos relatos oníricos, por lo que nos detendremos en los rasgos que definen en mayor grado cada experiencia onírica[7].

En el presente trabajo abordaremos los sueños de la reina asesina transmitidos por Estesícoro y por los dos trágicos, para observar la transformación de los elementos oníricos primarios y su evolución en estos autores. Nos apoyaremos en otros sueños de la literatura griega para potenciar una perspectiva comparativa que esperamos pueda ayudar a esclarecer ciertos aspectos de las visiones objeto de nuestro estudio.

Como veremos, en Coéforas de Esquilo el contenido onírico tiene como elemento central una serpiente que Clitemnestra pare y amamanta[8], mientras que en Electra de Sófocles aparece el propio Agamenón plantando su cetro, que florece de forma espontánea y desmesurada[9].

Pero antes de los relatos oníricos en Esquilo y Sófocles, el motivo del sueño de Clitemnestra se refleja en Estesícoro, poeta lírico de ámbito dorio que se sitúa entre la épica homérica y el género trágico[10]. A este poeta se le considera un innovador de su época, pues supuso una notable evolución en el género lírico, e introdujo numerosas innovaciones en el relato mítico que nos ocupa, entre ellas, la pesadilla de la reina[11].

Conservamos el pasaje de Estesícoro gracias a una cita de Plutarco. El contexto de la referencia, que versa sobre el cambio del ánimo con posterioridad al acto criminal, es muy importante, ya que no tenemos más información del contenido del sueño que la trasmitida en estas líneas de Plutarco (De sera num. 555A)[12]:

«Pues aquella agresividad y dureza del mal es fuerte y adecuada hasta realizar el crimen. Después, cuando la pasión se retira como un soplo, se hace débil y sometida a temores y supersticiones. De este modo, Estesícoro plasmó con datos reales y verdaderos el ensueño (ἐνύπνιον) de Clitemnestra, diciendo así:

Ella creyó ver acercarse una serpiente (δράκων) de ensangrentada cabeza, y de ésta surgió un rey (βασιλεὺς) Plisténida.

Y en efecto, visiones de ensueño y apariciones diurnas, oráculos, signos celestes y cuanto puede manifestarse por causas divinas produce turbaciones y temores a quienes tienen tal disposición».

Los versos de Estesícoro se evocan en un ambiente emocional intermedio entre los remordimientos y el miedo al castigo, se mencionan al hilo de la culpabilidad y la sensación de inseguridad que provoca en el sujeto. De esta manera, en la Orestea de Estesícoro, la soñadora aludida podía ser presentada como temerosa, más que de un eventual regreso de su hijo Orestes, de una posible represalia divina, ya que se ha visto totalmente imbuida en la cadena de crímenes que acecha a la familia de los atridas. Esta saga se afilia a Plístenes mediante el adjetivo «Plisténida», porque el poeta sigue la vertiente doria del mito que ubica el palacio de Agamenón en Esparta[13].

La serpiente que se acerca a la soñadora es fácilmente identificable con el rey difunto[14], por su carácter ctónico y, además, por la mención de la sangre en la parte superior de la cabeza, que remite directamente a la herida mortal infligida a Agamenón. Sin embargo, entre los estudiosos hay controversia acerca de la identidad del Plisténida que surge del reptil, ya que podría tratarse de Agamenón o de su descendiente Orestes[15]. De la misma forma que la serpiente podría transformarse en Agamenón representando el crimen cometido y el ansia de venganza, también podría ser Orestes quien surgiera del reptil anunciando así su acto de justicia matricida. Pero, aparte de que la esfera de los difuntos está próxima a la del universo onírico, ya que pueden aparecerse en sueños[16], o de otros argumentos como el de que Orestes no habría ejercido de rey (βασιλεύς), hay dos factores que nos inclinan por la opción de que sea el marido asesinado de Clitemnestra y no su hijo, quien se muestre de la serpiente.

Por una parte, y considerando fundamentalmente el contexto de la obra plutarquea de culpa y resentimiento, parece más adecuado que sea el personaje asesinado el elemento que infunde temor e inseguridad desde el más allá, un ser que se cuela en el medio onírico para trasladar un reproche al soñador[17]. Así actúan varias figuras en las experiencias oníricas de los poemas homéricos, que comienzan dirigiéndose al soñador con un «¿estás durmiendo?» (εὕδεις) para después recordarle sus obligaciones[18]. Cabe señalar que la intervención de difuntos en los sueños no resulta extraña en la épica homérica y en el género trágico[19]. Darío aparece en la visión relatada por Atosa en Persas lamentando el infortunio de su hijo Jerjes (A. Pers. 176-199)[20], y el fantasma de Clitemnestra participa en el prólogo de Euménides instando a las Erinias durmientes a despertar y vengar su muerte (A. Eu. 94-139). Estas figuras transmiten, al igual que el espectro de Patroclo en la Ilíada, una actitud de reproche y lamento que concuerda con la hipótesis de que Agamenón fuera el plisténida que tanto acongoja a la reina en el texto de Estesícoro.

Por otra parte, nos apoyaremos en el único antecedente que conservamos de una escena onírica protagonizada por un animal. Nos referimos al sueño de Penélope en el que un águila acaba con las veinte ocas con las que ella se regocijaba[21]. La rapaz adquiere voz humana y explica a la soñadora, como protagonista onírico, el simbolismo de su visión, rasgo que sería compatible con una aparición del difunto rey en el caso de Clitemnestra[22]. No conocemos detalles de la experiencia narrada por Estesícoro, si concluía en la transformación de la serpiente o si esta llevaba a cabo alguna otra acción o discurso en el sueño, ni tampoco la repercusión exacta del elemento onírico en la obra. Sin embargo, considerando la influencia de los poemas homéricos en la literatura posterior y el carácter novedoso de la visión de Penélope, más complejo que la tradicional visita onírica, la cercanía entre las experiencias de las dos reinas nos lleva a pensar en la identificación del animal con el personaje que representa.

Bien es cierto que, formulando otro paralelismo con la experiencia homérica, Orestes podría surgir de la serpiente para anunciar su próxima venganza, como hace Odiseo en el sueño de su esposa estando vivo y próximo a la soñadora. Pero en este caso la experiencia onírica procede del ámbito divino y la interpretación ofrece un consuelo, ya que el águila-Odiseo anuncia a Penélope la venganza sobre las ocas-pretendientes que tanto le alegraban. En cambio, atendiendo al contexto de la cita en Plutarco, en la visión de Clitemnestra, más vinculada al mundo de los difuntos, prima el remordimiento sobre sus actos, por lo que la proyección mántica de la figura de Orestes no encaja al nivel que lo haría el impacto de un rey asesinado.

Clitemnestra de alguna manera fue consciente de la gravedad de su crimen y de su vulnerabilidad ante las represalias divinas o ultraterrenas. De hecho, tras el asesinato de Agamenón, intentó purgar su culpa derramando sangre de la víctima sobre el propio cadáver y, con intención de anular las posibilidades de venganza de su espíritu, llevó a cabo el maschalismós sobre el cuerpo del difunto[23]. Esta práctica consistía en amputar las manos y atarlas bajo las axilas del asesinado para evitar que pudiera actuar vindicativamente como fuerza sobrenatural, pero, al final, la hybris humana siempre es castigada por los dioses (a veces mediante los humanos) y a menudo se anuncia a través de los sueños[24].

Veamos a continuación la experiencia de la reina tal y como aparece en la obra de Esquilo[25]. Antes de abordar su contenido, debemos considerar la primera alusión a la experiencia que encontramos en la entrada del coro (Ch. 32-41):

«Con voz estridente que eriza el cabello, el genio maléfico de esta morada, profeta onírico (ὀνειρόμαντις), salió a deshora del sueño y exhaló ira en plena noche. Y, de pavor, lanzó un grito que se elevó desde lo hondo del Palacio y fue cayendo con terror en las estancias de las mujeres. <Y> los intérpretes de estos sueños (ὀνειράτων), de parte de la deidad y comprometiendo su palabra, han gritado que quien habita bajo la tierra reprocha con ardor, lleno de ira a quienes lo ma­taron.»

En este pasaje, un tanto críptico[26], queda patente el terror de forma explícita, y se refleja en la soñadora a través del grito que profiere. Es un contexto que encaja con el que Plutarco expresa al citar los versos de Estesícoro. La sensación de remordimiento por haber cometido un acto criminal se suma al temor religioso ante la posibilidad de una venganza ultraterrena. Este factor sumerge a la culpable soñadora en un estado anímico lejano al ímpetu del momento de cometer el crimen.

Los espectadores familiarizados con la obra de Estesícoro verían en este pasaje una clara referencia al sueño de la reina formulado por este poeta; y, para los menos iniciados, supondría un golpe de efecto que, en ambos casos, mantendría la expectación hasta ser concretado su contenido un poco más adelante, como apunta Swift[27].

En Coéforas de Esquilo, Clitemnestra envía ofrendas a la tumba de su marido a partir de su experiencia onírica, las libaciones que motivan el título de la obra. Este acto propicia el encuentro de la oprimida Electra con su añorado hermano Orestes y nos revela el contenido del sueño. Al inquirir el héroe por el origen de los sacrificios ante el túmulo de su padre, el corifeo explica el desarrollo de la visión, interrumpido por el interés de Orestes (Ch. 524-539):

«Corifeo: Asustada por pesadillas (ὀνειράτων) y por terrores (δειμάτων) que le impedían el reposo nocturno, envió estas libaciones una mujer impía.
Orestes: ¿Estás informada de la pesadilla (τοὔναρ) hasta poder decírmela con exactitud?
Co.: Según dice ella misma, creyó haber parido una serpiente (δράκοντ’).
Or.: ¿Y dónde termina y acaba el relato?
Co.: La envolvió en mantillas, como a un hijo.
Or.: ¿Qué alimento necesitaba ese monstruo recién nacido?
Co.: Ella misma le acercó el pecho en pleno sueño (ἐν τὠνείρατι).
Or.: ¿Y cómo no fue herida la teta por ese ser odioso?
Co.: Sí que lo fue, hasta el punto que, con la leche, sacó un coágulo de sangre.
Or.: No puede ser vana esta visión.
Co.: Víctima del espanto, profirió un grito al despertarse, y muchas antorchas, que habían sido apagadas en las tinieblas, se fueron encendiendo en el palacio por culpa de la dueña. A continuación envío estas fúnebres libaciones. Concibió la esperanza de que ello sería un remedio para cortar sus padecimientos.»

 

La reelaboración del trágico ateniense mantiene el elemento onírico de la serpiente (δράκων)[28], si bien orienta su significado hacia la línea sucesoria del marido, concretamente a la venganza de su hijo[29]. Antes de morir, Clitemnestra muestra su pecho en su último intento por evitar el acto matricida de Orestes[30], evocando el sueño que la ha aterrado antes de recibir su castigo definitivo (Ch. 929): «¡Qué certero adivino el terror de mis sueños!».

El hecho de que Clitemnestra asocie el momento de su muerte con su pesadilla (teniendo en cuenta, además, las libaciones que envía con ánimo apotropaico), indica la preocupación por su visión onírica y, por ende, su sentimiento de culpabilidad y vulnerabilidad ante su proyección mántica. El marco en el que se mueve la reina asesina en la obra de Esquilo es exactamente el mismo que nos transmite Plutarco al citar la versión del sueño en Estesícoro. Sin embargo, el contenido sufre una importante variación, volcando el simbolismo de la escena en la descendencia común con la víctima. En la citada alusión introductoria al sueño, el acento de la experiencia onírica se ponía sobre Agamenón y el reproche ultraterreno, dando pie a que el público contemplara en esos versos una referencia clara a los de Estesícoro. No obstante, en el simbolismo del relato posterior cobra más importancia la connotación de la maternidad y la injuria filial[31], dando preeminencia al anuncio de la venganza de Orestes.

La serpiente constituye un elemento muy complejo en Coéforas, ya que los tres personajes que encadenan la sucesión de crímenes se asocian de una u otra manera con dicho animal[32]. Por una parte, desde la perspectiva griega, la serpiente es un ente ctónico estrechamente relacionado con la esfera de los difuntos; de hecho, ese parece ser el motivo de que los intérpretes relacionen la experiencia con la ira de «quien habita bajo tierra». El espíritu vengador de Agamenón, su erinia[33], se encarna en forma de serpiente que hiere a la reina en el sueño. Por otra parte, la actitud maternal de Clitemnestra y la violencia del reptil reflejan la figura de su hijo Orestes, por el cual será asesinada. De hecho, el propio Orestes se identifica con el animal al interpretar el contenido onírico cuando afirma en el verso 549 «yo, convertido en serpiente (ἐκδρακοντωθεὶς), la mato; eso quiere decir este sueño (τοὔνειρον)». También la propia Clitemnestra, en sus últimas palabras, evocando el contenido del sueño se refiere a su hijo como serpiente (Ch. 928): «¡Ay de mí, que parí y crié una serpiente (ὄφιν)!».

Por otra parte, la reina se relaciona con la víbora (ἐχίδνη) en varios pasajes de la obra[34]. En la Antigüedad griega, autores como Heródoto (3.109) o Aristóteles (NA 558a 25) atribuían a esta especie un sistema reproductivo peculiar, en el que la hembra acababa con la vida del macho en el momento de la cópula, y era posteriormente muerta en el parto de sus crías[35]. Esta proyección del imaginario de la víbora se ajusta a la perfección a la imagen de la reina asesina y asesinada, verdugo y víctima en la línea sucesoria de la familia.

El tejido de asociaciones entre los personajes y la serpiente se manifiesta de formas muy distintas en cada caso: frente a la tradicional identificación de los reptiles con los difuntos (reflejada en la figura de Agamenón), en el relato onírico el animal adquiere los rasgos de Orestes y, como contrapunto, en una forma de maternidad anómala, se transfiere a la reina el carácter viperino tan ajeno a la forma habitual (y podríamos decir «civilizada») de reproducción natural[36].

A continuación, abordaremos la pesadilla de Clitemnestra bajo la perspectiva de otro gran trágico ateniense. En Electra 418-424 de Sófocles encontramos otro relato del sueño de la reina, en el que se pierde el elemento animal.

«Existe el rumor de que ella ha visto que nuestro padre, en una segunda aparición, se presentaba a la luz y, tras coger el cetro que él mismo llevaba en otro tiempo y ahora lleva Egisto, lo clavó en el hogar, y que de éste había brotado un nuevo tallo florecido con el que se había ensombrecido (κατάσκιον) toda la tierra de Micenas.»

En esta experiencia onírica prima el elemento del difunto, mencionado de forma explícita. Agamenón es el protagonista de la escena en su forma humana, lo cual no deja lugar a divagaciones sobre su identidad. La visión se define por otro elemento sobrenatural, el excepcional y voluptuoso florecimiento del cetro, que otorga mayor importancia al factor de la progenie y la sucesión. Así como en Coéforas es notable el vínculo familiar entre la reina y su hijo/serpiente, en la visión de la Electra sofoclea se mantiene la importancia de esa idea de descendencia, pero enfocada hacia la esfera política, en un plano dinástico en el que queda subrayado el ámbito político tanto o más, si cabe, que el entramado familiar[37].

Contamos con varios ejemplos de visiones en las que destaca algún elemento onírico que abarca un espectro geográfico tan amplio como la sombra del cetro florecido. Heródoto, historiador amigo de Sófocles, refiere dos sueños del rey Astiages según los cuales su hija era el origen de un desencadenamiento natural insólito[38]; según el primero (Hdt. 1.107), Mandane orinaba de forma desmesurada, «tanto, que anegaba su ciudad y que incluso hasta inundaba Asia entera». En su siguiente visión (Hdt. 1.108), de forma paralelamente exagerada, «le pareció que del sexo de esa hija suya salía una cepa y que esa cepa cubría (ἐπισχεῖν) Asia entera».

El mismo historiador relata otro sueño en el que el protagonista lucía unas alas desproporcionadas (Hdt. 1.209): el rey Ciro «creyó ver en sueños al mayor de los hijos de Histaspes con alas en los hombros y que, con la sombra de una de ellas, cubría (ἐπισκιάζειν) Asia y, con la otra, Europa».

La desmesura de estas visiones resalta el alcance del mensaje onírico. Los soñadores herodoteos, al igual que Clitemnestra en el género trágico, son individuos poderosos, y sus experiencias, marcadas por el exceso imposible a través de una extralimitada perspectiva geográfica para la época, están vinculadas a un cambio en la sucesión de la soberanía[39]. Esta desmesura resulta violenta, a la par que impactante para quien la contempla, y funciona como espejo del poder que se extralimita y resulta incontrolable.

En el relato onírico de Esquilo también se puede interpretar la idea de cambio de dirigente a partir de la herida que inflige la serpiente a su viperina madre, pero no está tan marcada como en la experiencia sofoclea, pues el cetro está indisolublemente asociado al poder.

El contenido de los sueños, tanto en Esquilo como en Sófocles, expone formas de reproducción o maternidad anormales, que evidencian unas relaciones familiares extrañas y, ciertamente, fuera del ideal griego. Este tipo de procreación anormal no es exclusivo del ámbito onírico, sino que, de hecho, constituye uno de los rasgos de los asesinos Egisto y Clitemnestra, el primero fruto de una relación incestuosa, y la segunda, contraparte de la hermosa Helena, nacida de un huevo (al igual que la mayoría de reptiles). El florecimiento del cetro en el sueño, además, refleja un resurgir de la estirpe en el que ni siquiera llega a participar la reina Clitemnestra, ya que es plantado y brota directamente del hogar[40].

Las plegarias de la reina, posteriores a la visión, así como sus ofrendas al difunto, dan muestras de su preocupación por el anuncio onírico, lo cual, una vez más, nos remite al contexto en que Plutarco nos transmite los versos de Estesícoro.

Nos gustaría cerrar el recorrido de los sueños de Clitemnestra mencionando la alusión a los mismos en Orestes 615-619, de Eurípides. En esta obra Tindáreo dice a su nieto Orestes, refiriéndose a Electra:

«Merece aún más que tú morir, ella, que te ha enfurecido contra la que te dio a luz, trayendo a tus oídos repetidamente historias para irritarte más, contándote sus sueños con Agamenón (ὀνείρατ᾽ ἀγγέλλουσα τὰ Ἀγαμέμνονος), y denunciando esa unión con Egisto…»

El aspecto más relevante de las experiencias de Clitemnestra en la obra de Eurípides es, precisamente, que no se revela su contenido y que su aspecto mántico aparece minusvalorado. En este pasaje se despoja al sueño de su potencial literario para emplearlo como elemento insidioso por parte de Electra en su afán por convencer a su hermano de que lleve a cabo la venganza. En este caso, la experiencia onírica no condiciona el argumento en absoluto; se trata de una alusión marginal que evoca el tono de Clitemnestra en relación a los sueños en la obra Agamenón de Esquilo[41], pero que se desmarca por completo de las narraciones oníricas de los trágicos anteriores[42].

Es posible que Eurípides percibiera el sueño como un tópico muy manido y optara por no introducirlo en su obra, lo que le permite una amplia maniobrabilidad en su adaptación del mito, dando mayor importancia a otros elementos que no caben en este espacio.

Para finalizar, formularemos a modo de conclusión algunas reflexiones sobre las ideas y testimonios anteriormente expuestos. Por una parte, el relato onírico ofrece infinitas posibilidades de variación y adaptación de sus elementos al desarrollo de la trama, caracterizando tanto a quien sueña como a quien accede al conocimiento de la visión. Además de condicionar la sucesión de acontecimientos, este tipo de recurso añade tensión al ambiente previo a la venganza ya conocida por los espectadores y, a nivel dramático, permite modular las entradas y salidas de los personajes con motivo de las libaciones.

Estesícoro sigue la versión del mito de Janto, pero introduce importantes innovaciones, como el sueño que nos ocupa, posiblemente ya engarzado con el encuentro de Orestes y Electra ante la tumba de su difunto padre. A partir de entonces, la experiencia onírica de Clitemnestra se integra en los desarrollos posteriores de los autores trágicos con notable relevancia en el argumento (propiciando el reconocimiento de los hermanos), a excepción de la obra de Eurípides, en la que encontramos una alusión marginal.

Gracias a la plasticidad que ofrece la experiencia onírica, los poetas pueden reelaborar o, mejor dicho, reformular los motivos del sueño aportando otras connotaciones a los distintos elementos y al conjunto de la escena onírica. No obstante, ciertos aspectos básicos se mantienen, como la presencia del rey asesinado, el terror e incertidumbre de Clitemnestra y el enmascaramiento de la venganza de Orestes.

En todos estos relatos oníricos encontramos un denominador común: Agamenón. En los versos de Estesícoro, este personaje presenta naturaleza de serpiente, animal relacionado con los difuntos. Esquilo retoma este aspecto adaptándolo a la figura del vengador e innova en la identificación de la serpiente con Orestes —de ello dan muestra las distintas e, incluso, insistentes asociaciones del hijo de Agamenón explícitas en la obra—. Sófocles, por su parte, coloca al rey traicionado como protagonista de la visión, transfiriendo la identidad de su descendiente al cetro que florece de manera inusitada. En el espectacular crecimiento del sueño sofocleo vemos una clara influencia de su amigo Heródoto, en cuyos relatos oníricos se aprecian notables rasgos de desmesura.

En el poema de Estesícoro, el sueño de Clitemnestra parece orientarse hacia el reproche del difunto asesinado por la soñadora. De igual manera, en Coéforas, los intérpretes del sueño perciben la ira del antiguo rey como motor de la experiencia, pero, en cambio, se impulsa la proyección mántica conjugando el pasado (el nacimiento de Orestes) con el porvenir (la venganza del hijo que daña a su madre en el pecho). El carácter adivinatorio de la experiencia y su orientación hacia el futuro destacan en la obra de Sófocles. Clitemnestra queda como mera espectadora de la pesadilla, mientras se subraya la línea de sucesión paterna que germina con exuberancia, ofreciendo una imagen de índole más política que la reflejada en la visión de Esquilo, de carácter más familiar.

El contenido del sueño, en cualquiera de los casos vistos anteriormente, refleja un estado anímico temeroso e inseguro por parte de la reina, en el que afloran sentimientos no ya de arrepentimiento por el crimen cometido, sino de angustia por una eventual venganza procedente del terre­no sobrenatural.

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[1] Sobre la fortuna de estos personajes en la literatura grecolatina, Bonandini 2019.

[2] Navarro 2017 y Bañuls 2017a. Acerca de la figura del rey de Micenas en el género lírico, Brasete 2014.

[3] El asesino de Agamenón varía según las versiones. En los poemas homéricos se alude a Egisto como principal responsable, pero en las obras trágicas cobra mayor importancia el papel desempeñado por Clitemnestra. Sobre este personaje, Bañuls 2017b. Degiovanni 2015 expone las distintas versiones sobre el asesinato de Agamenón, incluyendo representaciones de las artes plásticas. Recomendamos también el artículo de Montanari 2018.

[4] Hom. Od. 3.303-312, 4.524-537 y 11.405-434. En Davies & Finglass 2014, 482-488 se ofrece un buen recorrido del mito de Agamenón en la tradición anterior al género trágico; véase también la tesis de Gil de Carvalho 2017, 181-186.

[5] Frr. 699 (Stes. Frr. 171, 281) y 700 PMG.

[6] Recogen la información en su interesante comentario Davies & Finglass 2014, 488-511.

[7] En relación a los autores trágicos, Abbate 2017 analiza con minuciosidad los pasajes relacionados con los sueños trasmitidos por Esquilo. Para una perspectiva psicoanalítica de los elementos oníricos, contamos con el clásico estudio de Devereux 1976. En un marco más amplio, encontramos las obras de Kessels 1978, Van Lieshout 1980, y las más recientes de Colantone 2012, Guidorizzi 2013 y M. Lipka 2022.

[8] Catenaccio 2011 estudia el componente onírico en las tres obras que componen la trilogía de Esquilo.

[9] A la visión sofoclea le dedica amplio espacio en su primer capítulo la tesis de Ruiu 2020, 16-115, que muestra la incidencia del sueño en el desarrollo de toda la trama.

[10] Gil de Carvalho 2017, 181 ve en la Orestea el mejor ejemplo de la poesía de Estesícoro como vínculo entre la épica y la tragedia. Sobre la herencia homérica de Estesícoro, véase Kelly 2015. Acerca de la influencia de Estesícoro en los autores trágicos, Swift 2015 y Finglass 2018.

[11] Ateneo nos informa de que Estesícoro «ha copiado muchas composiciones de Janto, como la denominada Orestíada» (513 A), pero al poeta de Himera se le atribuye la inserción de varios aspectos novedosos, como el papel de la nodriza, el arco de Apolo o la intervención de las Euménides, además del sueño de Clitemnestra y el reconocimiento de Orestes y Electra por el rizo en la tumba de Agamenón (fr. 181a Finglass).

[12] Emplearemos las traducciones de la Biblioteca Clásica Gredos.

[13] También en Píndaro se ubica el palacio en Lacedemonia (P. 11.31). Gil de Carvalho 2017, 209-211 considera una audiencia espartana (pp. 191-192), y la identificación del plisténida con Orestes. Pucci 2015, 25-27 trata la ambientación espartana del poema, apuntando concretamente a la localidad de Amiclas. Sobre la filiación de Plístenes, Brillante 2018, 19; Pucci 2019b, 106-110 y Pucci 2019a, 170-172 y 188.

[14] Colantone 2012, 154-155 identifica la serpiente directamente con Orestes. Acerca de la concepción de este animal en la antigua Grecia, contamos con la obra de Ogden 2013.

[15] Davies & Finglass 2014, 506, entre otros, se decantan por Orestes, considerando el paralelismo con nacimientos cefálicos como el de Atenea. Sin embargo, algunos como Swift 2015, Brasete 2014, 15 y Brillante 2018, 14 ven en el Plisténida la figura de Aga­menón.

[16] Los sueños (ὄνειροι) son entes ctónicos cuya inmaterialidad permite asociarlos fácilmente con la esfera de los difuntos. Patroclo es el primer difunto que se manifiesta en un sueño en la literatura griega (Il. XXIII 65-101), tendencia que se ve reforzada en el género trágico a través de las figuras oníricas de Darío en la visión de Atosa en A. Pers. 176-200 y la difunta Clitemnestra en A. Eu. 94-139, o el fantasma de Polidoro en E. Hec. 1-58, aparte de Agamenón en la obra sofoclea a la que dedicamos un espacio en este trabajo.

[17] El sueño de Agamenón en Il. 2.5-40, el del difunto Patroclo en Il. 23.62-101, o el de Nausícaa en Od. 6.13-40.

[18] Sobre el sueño en los poemas homéricos, Noegel 2002 y D’Agostino 2008.

[19] Se tratan estas figuras fantasmales en Agirre 2006.

[20] Sobre esta visión, Di Serio 2020. Acerca de la aparición de difuntos en escena, Hernán-Pérez 2009.

[21] Sobre esta experiencia onírica, recomendamos los trabajos de Rozokoki 2001, Bulkeley 2001, C. Stripeikis 2018 y Kotwick 2020.

[22] La comparación con el sueño de Penélope en términos de visión metafórica que resulta manifiesta a través de su interpretación se encuentra en varios trabajos, como el de Brillante 2018, 17, y el de Pucci 2019a, 177-178.

[23] Cf. A. Ch. 439 y S. El. 445. Acerca de este ritual contamos con varios trabajos interesantes, como los de Dunn 2018, Doroszewska & Kucharski 2018 y D’Alfonso 2018.

[24] Es bastante habitual en Heródoto, en cuya obra encontramos varios ejemplos de intentos por evitar una predicción onírica que acaban propiciando su cumplimiento, como el de Creso (1.34-45), Astiages (1.107-130) o Cambises (3.30).

[25] Abbate 2017, 255-295 analiza este relato onírico en profundidad.

[26] Se ha discutido sobre la identidad del «profeta onírico» (ὀνειρόμαντις), y se ha llegado a asociar tanto a Clitemnestra (o a su grito, como sostiene Bowman 1997, 137), como a Agamenón y a la propia entidad onírica de origen divino. El debate queda bien plasmado en el artículo de Almanzova 2018, quien se decanta por la última opción.

[27] Swift 2015.

[28] Brillante 2018, 34 explica la distancia entre el δράκων de Estesícoro y el que aparece en Esquilo: «En la versión trágica la imagen del δράκων no solo anuncia el futuro, sino que solicita su realización… reafirma a Orestes en sus propósitos, legitima la ejecución del plan y pone las premisas para el desarrollo de la acción. Para alcanzar este resultado ha sido necesario sustituir la antigua y amenazante imagen del δράκων estesicoreo que miraba al pasado (Erinias), con la no menos terrorífica imagen de una mujer-serpiente asesina del esposo, destinada a sufrir la misma suerte por parte del hijo-serpiente, asesino de la madre».

[29] Apoyamos la lectura de Brasete 2014, 17, que contempla un aprovechamiento de la imagen de Agamenón muerto en los versos de Estesícoro y su transmutación en la imagen del hijo-serpiente de la obra de Esquilo.

[30] Sobre esta imagen de madre suplicante que muestra su seno contamos con la monografía de Castellaneta 2013. También resultan interesantes en este punto los artículos de O‘Neill 1998 y Damet 2011.

[31] Sobre la mezcla de la leche y la sangre, Chesi 2011 sostiene que el coágulo de sangre procede del útero de Clitemnestra.

[32] Swift 2015 comenta que «en el caso de Esquilo, la influencia de Estesícoro se puede apreciar al nivel de imaginería y de simbolismo. Así, el imaginario de la serpiente en el sueño de Clitemnestra de Coéforas adapta un original de Estesícoro, pero lo expande para amoldarlo a un modelo de imaginería más amplio que atraviesa la trilogía».

[33] Brillante 2018, 17.

[34] Orestes se refiere a su madre como víbora en dos ocasiones, en A. Ch.249: «¡Mira la nidada huérfana del águila que fue su padre muerto en los lazos y en los anillos de una cruel víbora (ἐχίδνης)», y en el verso 994: «es su naturaleza la de una murena o una víbora (ἔχιδν’) que contamina a cualquier otro ser con solo rozarlo, sin siquiera morderlo?». Sobre los distintos términos empleados para designar a la serpiente, Sancassano 1996.

[35] Brillante 2018, 33: «haciendo intervenir a la serpiente en el sueño de Clitemnestra, Esquilo de un lado retoma el precedente de Estesícoro (motivo del sueño, amenaza de la serpiente), y del otro confiere al episodio un significado nuevo a través de la evocación de una creencia popularmente difundida».

[36] En el trabajo de Chesi 2014 se aborda la maternidad de Clitemnestra en relación al parto y la lactancia.

[37] Brillante 2019.

[38] Bowman 1997, 138-142 compara las experiencias de Clitemnestra y de Astiages. Véase también Sánchez Mañas 2020 y Pelling 1996.

[39] Gil 2002, 33-45 emplea el anuncio del poder como elemento clasificatorio de ciertos sueños premonitorios en la Antigüedad.

[40] Brillante 2019, 38-39 expone los paralelismos itálicos de niños nacidos del hogar, y subraya la ausencia de participación del elemento femenino en el caso del sueño de Clitemnestra.

[41] En A. A. 274-275 el coro pregunta: «¿acaso estás concediendo importancia a persuasivas visiones de sueños?», a lo que la reina responde: «no aceptaría yo la ilusión de una mente somnolienta». Posteriormente, en los versos 489-492 Clitemnestra apunta: «pronto sabremos si dicen verdad esos relevos de teas portadoras de luz y las luminosas señales del fuego o sí, a modo de un sueño, este grato fulgor que ha venido engañó nuestra mente».

[42] Brillante, 2019, 46-47 piensa que esta alusión de Eurípides se refiere al relato onírico de Coéforas antes que al de la Electra sofoclea.