¡Que no se habite, que no se beba, lejos del olfato, fuera de la vista!
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Resumen
Mientras que las actividades productivas y la construcción de infraestructuras de comunicaciones encontraron capitales dispuestos para ser invertidos, los gastos sociales fueron relegados a la mínima expresión. Las consecuencias no tardaron en aparecer en forma de enfermedades infecciosas de carácter respiratorio como, la viruela o la tuberculosis pulmonar, presentes de manera endémica entre la población más desfavorecida. O las de origen hídrico como el cólera o la fiebre tifoidea causantes, paradójicamente, no sólo de dos epidemias, numerosos afectados y buen número de fallecidos, sino también del inicio de un cambio de rumbo en los servicios prestados por el ayuntamiento.
La tardía organización de la recogida de las aguas residuales fue otra de las carencias más evidentes. La expansión de los usos del agua y la cada vez mayor presencia de lavabos y retretes, algo positivo en sí mismo, constituía un serio problema si las redes de saneamiento no evolucionaban a la par. Y es que los primitivos sistemas de alcantarillados, lejos de resolver el problema, simplemente lo movían de sitio; de las casas a las calles y de estas a la ría y costas sin un tratamiento previo.