Ser intelectual y ser joven, en Madrid, hacia 1930

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Argitaratua 2012-02-22
Santos Juliá

Laburpena

Si los intelectuales españoles surgidos a la escena pública durante la crisis de fin de siglo se percibieron a sí mismos como correlato positivo de la negatividad de la masa, y si los que aparecieron en torno a 1914 se entendieron como minoría selecta destinada a penetrar la masa para fermentarla, los que irrumpen, muy jóvenes, entre 1925 y 1930, entre el «annus mirabilis» de la vanguardia española y la agitación política desencadenada por la caída del dictador, se sentirán lanzados por instinto, como dicen unos, por una fuerza superior, como señalan otros, en medio de la crisis general que sacude a la Monarquía, al encuentro del pueblo.

Sin embargo, desde la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, ese puñado de intelectuales (entre los que se cuentan Espina, Díaz Fernández, Zambrano, Giménez Caballero, Ledesma Ramos o Alberti) que hasta ese momento habían colaborado en las mismas revistas y se habían visto interpelados por las mismas preguntas («¿para qué sirve la literatura?»), llevados por su convicción común de que las plumas debían ponerse al servicio de las ideas, eligieron caminos discordantes, ya fuera al servicio del nuevo liberalismo, del fascismo o del comunismo.

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Atala
III. Intelectual