Manolito Gafotas, la version espagnole du Petit Nicolas?
##plugins.themes.bootstrap3.article.main##
##plugins.themes.bootstrap3.article.sidebar##
Abstract
Manolito Gafotas, ¿una versión española del Pequeño Nicolás?
El Pequeño Nicolás está a punto de cumplir cincuenta años y todavía sigue arrasando en el mundo entero. Recientemente de sus inéditas nuevas aventuras se vendieron varios cientos de miles de ejemplares. Al otro lado del Pirineo nació, unos 35 años más tarde, el personaje de Manolito Gafotas, que se volvió un best-seller en España en un santiamén. Ambos fueron traducidos a numerosas lenguas y su éxito se extiende mucho más allá de sus fronteras nacionales. ¿En qué consiste el éxito de estos personajes, a los que sus maestros pronosticaban un porvenir tan frío en el presidio o en la famosa cárcel de Carabanchel?
Y si además tampoco tienen madera de héroe, los dos se caracterizan justamente por ser niños muy normales que no se distinguen por su inteligencia, por su fuerza o belleza, su única baza parecer ser precisamente que son como cualquier niño de la calle, que nos cuentan sus aventuras y desventuras cotidianas en un lenguaje infantil creado por sus autores René Goscinny y Elvira Lindo respectivamente. Tratan de su vida en casa o en clase, de las relaciones que tienen con sus amigos y familiares o de las relaciones tanto entre sus padres como entre ellos y los vecinos. El monólogo interior presente en Manolito Gafotas nos acerca sin embargo más a los temores y complejos típicos de esa edad, pero también de la sociedad actual de la que se puede ver una crítica indirecta.
En la forma en que ven a sus padres se puede ver cierta evolución de la sociedad y de apertura en cuanto a la diversidad socio-cultural así como de las normas familiares y escolares. Si el Pequeño Nicolás proviene de la típica clase media francesa de los 60, Manolito viene de una clase más popular de los finales del último siglo. Manolito nos presenta a la manera de un niño que todavía no ha ingerido todas las normas de la sociedad las contradicciones que todos llevamos dentro y ofrece distintos grados de lectura, mientras el Pequeño Nicolás nos hace sonreír más por su descripción ingenua del mundo, del que él mismo no entiende mucho pero del que el lector no se pierde nada. Destinado a un público de niños, el Pequeño Nicolás les gusta también a los mayores, que recuerdan las travesuras de su niñez, mientras Manolito, que la autora no destinaba especialmente a un público infantil y juvenil, nos puede hacer meditar sobre algunas derivas de nuestra sociedad.
Los dos hablan un lenguaje infantil propio creado por sus autores a partir de expresiones existentes que se apropiaron con una sintaxis sencilla y la expresividad del modo oral, multiplicando las repeticiones. Ambos pasan del diálogo al monólogo y a veces se comunican directamente con sus lectores, el Pequeño Nicolás nos cuenta su día a día de forma familiar, mientras Manolito mezcla el lenguaje coloquial que domina a la perfección con dichos y refranes populares —se inspira en el repertorio de su madre— y lenguaje más formal escuchado seguramente en la televisión (su principal fuente cultural sea dicho de paso), lo retiene todo y luego lo vuelve a repetir, no siempre de la forma más adecuada. En este lenguaje residirá la mayor dificultad de traducción, sin embargo eso no les impidió dar la vuelta al mundo, y esperemos que siga así por los siglos de los siglos, como diría Manolito.