Belgique francophone, terre de B.D.
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Resumen
La historia de los cómics empieza en Suiza en 1827, cuando Rodolphe Töpffer crea lo que llama la "literatura en estampas". El principio es simple: cuenta una historia dibujándola y añadiendo leyendas para explicarla.
Veinte años más tarde, un alemán llamado Wilhelm Bush crea Max und Moritz, un cómic de humor lleno de dinamismo en el dibujo.
Luego, los cómics aparecen sobre todo en los periódicos. Como la prensa periódica conoce un éxito creciente, los cómics se instalan en toda Europa. Para los periódicos, es muy importante tener buenos cómics, porque atraen a muchos lectores. En el Reino Unido también los cómics tienen éxito, pero además llegan de los Estados Unidos nuevas publicaciones en color, donde los bocadillos reemplazan las leyendas.
En Bélgica, los cómics levantan el vuelo en 1929, en el periódico de niños Le petit vingtième. El redactor jefe, un cura muy conservador, pide a un joven dibujador, Hergé, que invente un personaje para inculcar a los niños el odio a los comunistas. Así nace Tintín, cuya primera aventura se llama Tintín en el país de los Soviets. Habrá dos aventuras más con mucha ideología (Tintín en el Congo y Tintín en América) antes de que Hergé pueda elegir los destinos de su periodista.
Después de la ola empezada por Tintín seguirán otros ilustrados belgas, entre ellos el periódico Bravo!.
Los cómics belgas se imponen realmente en el mundo francófono a partir de los años 1940, gracias a dos periódicos, Le Journal Tintin y Le Journal de Spirou, cada uno con su punta de lanza, los autores Hergé y Franquin. Los dos semanarios van a acoger jóvenes talentos y darles una oportunidad. Marcarán la historia de los cómics instaurando un tipo de clasicismo.
El Journal de Spirou, creado en 1938 por el editorial Dupuis pone el acento sobre el humor. Los personajes parecen muy simpáticos gracias a un grafismo redondo (por eso se habla de estilo "gorda nariz"). Además todo es muy visual y hay pocos textos. El dibujador más importante es André Franquin, el creador del mundo de Champignac, y sobre todo de Gaston Lagaffe, el primer antihéroe de la historia del cómic europeo. En su estilo propio destaca el movimiento, gracias a su frenesí gráfico.
Para contestar al Journal de Spirou, Raymond Leblanc crea en 1946 el Journal Tintin, que tendrá una reputación mucho más seria. El objetivo es pedagógico, da una profunda impresión de rigor y los textos son numerosos. El estilo empleado se llama la "línea clara", y consiste en subrayar los contornos en negro y en usar colores monocromos, sin sombras o degradados. Siempre se busca el mismo fin: favorecer la legibilidad. El autor más importante del Journal Tintin es sin lugar a dudas Hergé, el padre de la línea clara.
A partir de los años 1960, el cómic belga empieza a perder peso ante los periódicos franceses, sobre todo Pilote, donde se publican las primeras aventuras de Asterix. El cómic adquiere una legitimidad y no es solo destinado a los niños o adolescentes. Y con esta legitimación viene la creación de un cierto clasicismo a partir de las obras publicadas por los primeros autores belgas. Llega entonces una nueva generación de autores que van a constituir una vanguardia, oponiéndose al cómic clásico.
Después del 68, el mundo de los cómics conoce un periodo de contestación, moral y estética. Las publicaciones están marcadas por la búsqueda y la experimentación. La legibilidad no está tan privilegiada.
Finalmente, entre 1980 y 1990, los autores vuelven a un cómic más tradicional. Favorecen de nuevo la legibilidad en sus obras. Pero gracias al periodo anterior, que se puede calificar de crisis, están liberados de sus obligaciones. La mayoría de los cómics actuales se sitúan allí, entre los antiguos y los modernos.